martes, 30 de marzo de 2010

El erotismo como fuerza hacia la singularización.



La unión de lo masculino y lo femenino. Hinduísmo Tántrico. Nepal. (1800).




La sexualidad constituye al ser humano en su especificidad, en su identidad, derramándose por todo su ser. Es lo que da movimiento, impulso, vida, rompiendo lo rígido, la esclerosis de lo inmóvil. La búsqueda afanosa y de sentido para la existencia con aquello con lo cual unirse amorosamente. El psicoanálisis ha hecho la piedra fundamental de todas sus construcciones, al igual que la psicología analítica, aunque con otras perspectivas y basamentos teóricos.

Si bien en la obra de Carl Jung desde sus comienzos ya está implícita esta temática, es a partir de sus estudios sobre la alquimia donde lo erótico adquiere todo su realce. El desarrollo de la personalidad es entendido como un proceso dialéctico entre principios opuestos y en especial de lo masculino y lo femenino. Así establece y retoma un término que proviene de la alquimia pero con resonancias en la mística religiosa, y es el de coniunctio. Este hace referencia a la combinación química de sustancias. Asimismo eran frecuentes otras denominaciones tales como: nupcias, amistad, atracción, matrimonio, y que son la proyección de profundos procesos arquetípicos inconcientes que se dan en la psíque de los hombres expresando un anhelo de unidad. Estos son exteriorizaciones de una dinámica entre lo masculino y lo femenino, aunque en apariencia puedan ser referidos a los vínculos cotidianos entre el hombre y la mujer.


La sexualidad es lo que constituye a la persona y, a su vez, a una búsqueda del otro, de lo distinto, con un deseo y una sed de alcanzar un estado de redención que se siente posible de alcanzar por el encuentro con aquello que suprima un desgarramiento originario. Ahora bien, el pensamiento de Jung posee la cualidad que se entronca con toda una línea antropológica, filosófica y religiosa que entiende que lo cósmico tiene un carácter sexual y que en todas sus partes la relación entre lo masculino y lo femenino establece su dinamismo.
Así se postula que desde un Todo primigenio se dio una caída en la dualidad y en lo múltiple, pudiéndose remediar esta situación en tanto haya una reintegración y que es simbolizada particularmente a través del erotismo. Posturas estas que han sido ampliamente desarrolladas por el hinduísmo y el budísmo tántricos, la Kabala, el taoísmo, la alquímia o por pensadores como Jacob Boheme, Von Baader, Schlegel, entre algunos.

Estos reconocen que la sexualidad es el camino para recuperar aquello originario, lo que integra los opuestos y que hace a la androgineidad perdida. La búsqueda a fin de unirse con el otro sexo conforma a esta idea. Pero aquí comienzan los problemas ya que esto se haya bajo una imperiosa necesidad del otro/a y que no colma el deseo, sino que conlleva un doloroso reconocimiento de lo faltante, ya que el intento de posesión del partenaire sexual no solo muestra su imposibilidad sino que establece un estado de fusión narcisista, donde la muerte hace acto de presencia al igual que el estancamiento en el proceso de individuación.
¿Pero entonces, es que esa fuerza de atracción entre los sexos es solo para cumplir una intención biológica a fin de perpetuar a la especie? Y aquí es donde se abre todo un campo de vivencias propias del hombre en que lo cultural aparece con todo su peso y en que se produce un proceso de psicologización y de espiritualización, hechos estos que han sido ampliamente desarrollados por los sistemas antes mencionados. Así plantean que ya no es el contacto fusional o sexual lo que posibilitará la unión, sino que intervendrán otros factores, siendo este el punto de partida para toda una simbólica de vastos alcances filosóficos y religiosos.

Gran parte de estas corrientes han establecido símbolos que expresan abiertamente la sexualidad, especialmente el tantrismo y la alquímia, al igual que la mística erótica, pero siempre entendiendo que lo que se sexualiza con dinámicas pulsionales son analogías de principios o arquetipos que poseen contenidos no solo de alto valor afectivo sino de peculiares imágenes e ideas. El falo no es el pene sino lo penetrante, lo creador, lo que insemina la realidad, al igual que la vulva como aquello oscuro que permite el crecimiento, lo que acoge y desde donde sale toda la creación con su materialidad.

Por ello es que se representan estos desarrollos como una cópula entre un varón y una mujer a través de términos tales como nupcias sagradas, hierogamia, unio mystica, y que son metáforas de lo numinoso y por tal carácter que incita e impele a la unión de los opuestos. Y aquí es donde interviene uno de las expresiones más características de la psicología analítica y es el de anima/animus. Para Jung el inconciente del varón y el de la mujer son estructuralmente distintos y se constituyen como opuestos a la conciencia que en cada caso será masculina o femenina. Ellos son un arquetipo que da la posibilidad que los contenidos del inconciente colectivo puedan ser percibidos, imaginados y simbolizados, es decir que es una función de relación entre lo conciente y lo inconciente. Pero al tener carácter contrasexual a la identidad conciente se personifican y proyectan sobre la mujer o el varón con los cuales entra en relación la persona y como por su cualidad de inconciente alcanzan propiedad de fascinantes, tanto de amor como de odio, de imperiosidad y que están dados en tanto por la proyección de lo que Jung llama la imagen del alma, de todo aquello vital, sensorial, espiritual.

Esto es es lo que distancia la relación con el Tú, el cual adquiere propiedades que no le corresponden y con toda la gama de conflictividad psicológica que supone el tratar de hallar el ideal en la pareja. Solo un proceso de concientización a través de una discusión dialéctica con el anima/animus permite que se conviertan en conductores hacia lo nuevo y lo desconocido de lo arquetípico del inconciente colectivo.

Lo erótico de las tradiciones orientales y occidentales ha destacado la unificación, el retorno a lo Uno, a pesar de las persecuciones de algunas religiones patriarcales. (Es de recordar el muy importante papel que en aquellas juega lo femenino). Así en ellas se da un proceso de intensificación de la energía sexual, de un despertar de fuerzas potenciales que luego serán reintegradas y asimiladas en un centro que adquirirá diferentes nombres como loto, punto, rebis, pero que todas expresan la vivencia intuitiva del sí-mismo.

La imperiosidad de la atracción entre los sexos es el punto de arranque de un estado de dificultad, para que a través de la concientizacíon y simbolización de esas energías tan inmediatas, pueda emerger una dinámica imaginativa con la que se obtenga una distancia diferenciadora. De lo disgregado se dirige a lo unificado, donde se asimila e integra lo opuesto en lucha y a lo fascinante en un símbolo que encierra una transformación. Hay todo un proceso de vivenciar lo erótico en que se van abriendo canales de experiencia y de conciencia y que desde las manifestaciones sexuales más directas se va ascendiendo por medio de la simbolización, que no solo las hace más manejables sino que se integran en la personalidad.

Así la voluptuosidad aparece como un vehículo a fin de procurar una tensión máxima que supera la conciencia vigil y lleva a una experiencia paradojal de unidad y que en el budismo se denomina Nirvana. Estas son imágenes de meta, de destino, de totalidad, donde, como en el tantrismo, plantea que ahí se da la abolición de la dualidad, siendo esto justamente lo numinoso que irradia del arquetipo de la coniunctio y siendo experiencias cercanas a lo transcendental, a la pura espontaneidad de lo místico.

La mujer le posibilita al hombre actualizar lo potencial femenino en él y viceversa en aquella, y donde es posible percibir al otro sin grandes distorciones proyectivas y a la vez encontrar un centro de sentido y significado más allá del partenaire, y que es el matrimonio místico producto de la conjunción donde lo conciente se une a lo inconciente abriéndole un espacio indeterminado que es el de los arquetipos, donde el yo establece contacto con lo cósmico, saliendo de la estrechez y unilateralidad del yo.

Esto es lo que ha fascinado a los hombres de todos los tiempos y lugares ya que los ha llevado a desarrollar ideas, imágenes, símbolos, que por medio de ellos les ha sido posible superar la circularidad de la imposibilidad del incesto fusional, pero sin rehuír a esas fuerzas oscuras inconcientes que son renovadoras. Los símbolos se constituirán en los medios para transformarlas y unir los opuestos en el largo y muy difícil proceso de individuación.

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