miércoles, 26 de junio de 2013

SECRETOS Y SUBJETIVIDAD.










Secretos: lo que está aislado, separado de un todo, segregado o secretado. Que no se integra asociativamente con otros contenidos mentales, lo escindido y que genera síntomas, angustias, culpa, violencia, actuaciones.
Secretos que deben ser mantenidos en la sombra para que otros no lo sepan o para que no me sienta culpable o, como en las perversiones, para convertirlo cómplice del mismo a un otro y tenerlo bajo mi dominio y dependencia. Falta de palabras, a veces relacionado con la mentira, pero también mostrando una máscara de suficiencia y que permanentemente debe estar restaurando las grietas de lo que se intenta filtrar y acceder a la luz y que cuando lo hacen se disimulan en adicciones, cuadros psicóticos, violencia. Fachada que pretende invisibilizar la complicidad de las familias en sostenerlos, aún al precio de su mutua destrucción en una relación con la muerte.
Pero asimismo hay otros tipos de secretos, y que se gestan en un espacio de interioridad o de intimidad vital, de elaboración y de fluencia, de lo singular y único. Espacio abierto, de juego, que permite delimitar un centro, como el de un mandala, de lo que me hace peculiar y propio. Acceso a ese fondo insobornable del ser, como lo denominaba Ortega y Gasset. Enraizamiento de un proyecto, de un escuchar las voces que con su silencio llaman de lo profundo de mi mismidad y que me hacen intransferible.
Lugar de lo íntimo que no comparto con nadie ya que es ahí donde aprendo a conversar conmigo mismo. Vaso o recipiente alquímico, sellado, cerrado, para que se destilen y elaboren aquellas sustancias psíquicas que se transforman en símbolos y metáforas de un camino de destino o vocación que solo yo puedo entender.
Ensimismamiento del haber descubierto lo que da sentido al vivir y que debe ser resguardado por el calor y la tenue luz lunar de lo que se va gestando. Secreto que otorga serenidad y sustancia y que diferencia de los otros. Posibilidad de estar solo, logro central en el desarrollo psicológico.
Los dioses egipcios, entre otros, poseían un nombre secreto en donde residía su inexpugnabilidad, al igual que algunas ciudades antiguas, como Roma que solo los iniciados conocían que también se la llamaba Flora. A su vez, en los ritos iniciáticos, que comportan un cambio ontológico de los neófitos, adquieren un nombre que solo ellos saben. Pero los artistas igualmente mantienen en secreto su obra mientras está siendo creada, como si el mismo fuera condición indispensable de su nacimiento.
Tampoco es posible olvidar el secreto profesional, de aquel que el terapeuta concierta con su paciente, donde este puede encontrarse con un otro que comparte y comprende su sufrir, circunstancia fundamental para que se establezca la cura.
Las sociedades actuales, mediáticas y sobremodernas, tienden a creer que muestran todo, pero lo que se da a ver es solo un ilusorio intento de taponar un vacío del no-ser. Se habla y se da a ver sin pudor, pero tal vez para ocultar secretos que sí son infamantes y ligados a la pulsión de muerte.
Así, entonces, hay secretos que conllevan un gasto inmenso por mantenerlos como tales, que empobrecen y generan psicopatología, pero también hay otros que implican un desarrollo psicológico y existencial, llegando a un lugar de intimidad donde se percibe lo propio y singular.