martes, 12 de noviembre de 2013

LA PALABRA CREADORA EN UNA IMAGEN DEL LIBRO ROJO DE CARL JUNG.

Carl Gustav Jung: Imagen 54, El Libro Rojo.


Entre los años 1913 y 1917, Jung plasma (aunque lo elabora hasta el año 1930) un texto personal muy complejo en donde propone los gérmenes de lo que será su obra y sus grandes aportes a la psicología. Pero hay que señalar que es el resultado de un momento de gran desorientación y crisis personal, producto de la ruptura con Freud. El libro rojo hace a su singular manera de elaborar esa situación y donde el compromiso intelecutal y afectivo lo involucra en lo que será su "vocatus", su camino de vida.
En es obra muy extensa y difícil, y en donde en la segunda parte a la que llama "Imágenes de lo errante", se destaca un capítulo que denomina "Encantamientos" en que escribe una serie de palabras-conjuro que son dirigidas a un nuevo ser que se incuba en un huevo. Así destaca la importancia que le otorga a la palabra en tanto creadora, transformadora, vital y que posibilita que un mundo eclosione.
Allí titula al encantamiento V "La palabra que da a luz", presentado la imagen que se ajunta arriba, en donde una serpiente "pronuncia" unas líneas que semejan un árbol. Son como palabras que irrumpen desde el silencio, de lo interior de la tierra magmática, en un despliegue de múltiples senderos. Surgimiento desde lo oscuro, de lo simbólico arquetípico y que se abre paso para la integración conciente.
Es interesante que en la imagen se perciben tres símbolos, y que son frecuentes en la obra de Jung: la tierra, la serpiente y el árbol. La primera incuba como metáfora de lo femenino, del útero, mientras que la serpiente-falo la fecunda y gesta el árbol-palabras que señala un destino de vida y al que Jung, posteriormente, dará el nombre de proceso de individuación.
Pero esas palabras están preñadas de sentidos, cuestionando cuando se las degrada en fetiches o en ídolos, al transformarlas en vacías, en herramientas de lo alienante, en manipuladoras de la nivelación, despojándoselas de su potencialidad creadora. La imagen que pinta Jung, es similar a un mantra, por ello es que habla de encantamientos, de conjuros, donde lo que irrumpe se hace forma y como la posibilidad de encontrarse cada uno con su propio decir singular, tomando la palabra. Y así no es por azar que junto al texto de la imagen escribe el nombre de Brahamanaspati, como dios y señor de la palabra, de la prédica, de lo divino que se encarna en el hombre a través del sonido. Fuego que entusiasma como el Agni hindú.
Para Jung la erótica de lo femenino y lo masculino alumbra al Sí Mismo, como centro regulador y organizador del psiquismo, y que hace que el yo caiga de su omnipotencia narcisista, acercándose a un universo de símbolos que lo incitan a la aventura, que lo lleva a la escucha de la máxima de Píndaro que proponía ser lo que se es. Árbol que surge de la boca de la serpiente, que reune lo corporal, lo femenino, la sangre y lo superior celeste, lo masculino, el logos, y que se expresa como símbolo de la unificación de los opuestos, dando un sentido al discurrir del viaje de la vida.