jueves, 30 de abril de 2009

Influencias del pensamiento de Meister Eckhart en la obra de C. G. Jung.



El templo en el que Dios quiere dominar según su voluntad es el alma del hombre… esa es la razón por la que Dios quiere tener el templo vacío, para que ahí dentro no haya nada que no sea él.


Meister Eckhart.

La formación de la personalidad es un riesgo; siendo verdaderamente trágico que precisamente el daimon de la voz interior significa a la vez un máximo de peligro y una ayuda imprescindible.

Carl Gustav Jung.




El caminar por senderos no habituales hace que quienes por allí transitan se encuentren con ideas y experiencias que trascienden su tiempo y su lugar. Ellas se hallan disponibles para los que tengan la capacidad de ver y acercarse en un intenso trabajo elaborativo y con una atención receptora de las verdades que ahí se manifiestan.


Pensamos que esta es la situación de dos pensadores muy originales y los que pareciera que arraigan en un suelo común. Así la figura de Meister Eckhart (1260-1327), olvidada por cientos de años para ser retomada posteriormente por Hegel, Schopenhauer, Heidegger y Jung (1875-1961), adquiriendo una inmensa relevancia en los tiempos actuales. Recordemos el título académico que poseía: el de lesemeister, maestro de lectura, y que se le asignaba a aquel que enseñaba a "leer", a mirar y a ver, a desentrañar sentidos y significados (Heidegger lo llamaba "viejo maestro del leer y del vivir). En varias de sus obras Jung hace mención y cita a Eckhart, convirtiéndose éste en factor central en la elaboración de su pensamiento, en la medida en que ambos exploran un mundo que cuestionan la costumbre y lo habitual, lo masificante diríamos hoy, y donde lo singular y la subjetividad se tornan el centro de sus sistemas de reflexión.


Intentemos encontrar algunas relaciones entre estos dos autores. En primer lugar nos referiremos al tema del alma que adquiere gran importancia en ambos. Jung emplea éste término, y que no remite expresamente a un lenguaje científico, sino que retoma toda una experiencia vivencial de lo inmediato y actuante, lo que produce efectos psicológicos. El mismo nos dice que su uso fue criticado por sus colegas ya que hacía pensar en un retorno a la psicología medieval, pero que este fue su propósito conciente y deliberado, ya que se aludía a potencias autónomas que actúan y generan pensamientos, afectos y voliciones y adquiriendo formas personificadas, como toda producción del inconsciente. Así, en diversos lugares explica el concepto de alma en un sentido etimológico primitivo, significando una fuerza móvil o vital, soplo, aire en movimiento, aquello que brilla y da vida. Vemos que todas son definiciones de tipo sensorial y concreto que hacen a algo inmediato, a lo fenoménico.





Ahora bien, y en una aproximación a Meister Eckhart, en este se hace un postulado central de su pensamiento la concepción del alma, manifestándose como la que da vida al cuerpo y opera desde la interioridad del hombre. Asimismo es un espacio virtual en que se  presentifica la vida divina, en donde Dios actúa. Se constituye en una relación en que nace Dios. Este proceso solo tiene significado en tanto se actualice en el alma, en la subjetividad. En la medida en que se desapega de lo exterior y de lo que este solicita, ahí lo Absoluto comienza a expresarse.

El alma aparece como la que inicia una actividad, pero también la que gesta y alumbra. Para ello es necesario que retorne a sí misma, desligándose de lo que proviene de los sentidos, de la multiplicidad en que se dispersa en las cosas y se confunde con la temporalidad. Por su intermedio la voluntad yoica deja lugar a otra mayor que es la de Dios, que se transforma en guía de conducta y donde la experiencia vivenciada señala el camino propio a seguir y no las reglas sociales, religiosas o personales. Cuanto más se desprende el hombre de las circunstancias, mayor posibilidad que aparezca la vida divina. Por esto es que se da gran importancia al no-hacer y al no pensar a fin de que aquella se exprese en cada sujeto sin las trabas que supone el yo.


Por otra parte, Jung postula un concepto central en su obra y es el nombre que le da al alma en tanto componente del varón, anima, y al de la mujer, animus. Aquella es un ente autónomo donde plasma a través de símbolos, las energías dinámicas de lo inconsciente. Llega a definirla como un órgano de percepción de la interioridad y se muestra a través de los sueños, fantasías, visiones, síntomas.




Es un arquetipo que no solo "anima", da vida, inspira como soplo, sino que actúa como un ojo que permite ver y vivenciar los contenidos del inconsciente colectivo. Responde a lo subjetivo en tanto otorga oportunidades de encontrar en sí mismo todo un mundo de valores y que se expresan por medio de símbolos.




Asimismo desarrolla la idea, y que la toma de fuentes diversas, que el alma gesta algo distinto de ella y que lo que emerge es el Sí-mismo, el Selbst o la personalidad auténtica del hombre, aquello que es. En una confrontación de la conciencia con toda esa zona de lo inconsciente que se halla personificada por el anima, se produce una renovación de la personalidad y que llega a vivenciarse como un renacer. De aquí es que tome cuerpo la idea de la mismidad, de una totalidad, de un centro regulador y que abarca las diversas instancias psíquicas en un equilibrio dinámico.


También debemos indicar que el anima trasunta afectos y emociones de diversa índole y que hace a lo no racional del varón y que cuando no ha habido un proceso de discusión dialéctica con ella, debido a su cualidad de inconsciente, se torna de muy difícil manejo, ocasionando toda una problemática en la vida del hombre. Su confrontación reiterada, y en especial por su manifestación a través de la actividad imaginativa, permite que vaya perdiendo su carácter de posesividad.


Pero también el anima se proyecta en las mujeres con las cuales el varón entra en vinculación afectiva, creando distorciones ya que se establece una relación no ya por las características y peculiaridades de la persona amada sino por una imago psicológica y arquetípica.




Ahora bien, establezcamos algunas similitudes y diferencias en la concepción de alma en Eckhart y Jung. En ambos es un factor dotado de espontaneidad y autonomía, subjetivo, y que por diversos motivos puede ligarse, enredarse o proyectarse en las circunstancias exteriores y donde pierde su libertad y su esencia. El desapego establece una relación entre la conciencia y todo un mundo arquetípico que se comunica a través de símbolos e imágenes.



El yo se desapega de sus identificaciones y proyecciones, en otros términos, se sacrifica y da lugar a que fuerzas impersonales se muestren como rectoras. Hay una valorización de la interioridad, de un sujeto actuante que no es el yo, sino una instancia que Jung llama Si-mismo y Eckhart, Dios o la Palabra. Se señala una distancia de los condicionamientos exteriores y se revaloriza la subjetividad. También la religión es para Jung una cuidadosa observancia de factores, imágenes psíquicas que van emergiendo que no son producidas concientemente, y en Eckhart una apertura y una atención receptora de verdades y en un desentrañar sentidos y significados, y donde llega a decir que Dios se piensa en nosotros. Los dos dan primacía a la religiosidad más que a la religión, ya que ésta se entenderá como lo formulado por instituciones y con una codificación de credos y doctrinas. Ambos relativizan los factores externos y acentúan lo personal de la relación alma-Dios. Por ello es que Jung llega a postular que existe una imago de Dios en el inconsciente y que su represión genera neurosis tanto como cualquier otra cualidad del psiquismo que actúe autónomamente y disociada de la conciencia, dándole un matiz pulsional. Para Eckhart lo religioso es un volver a los orígenes, donde Dios se automanifiesta y expresa y el alma del hombre le da espacio para que actúe. La actividad de Dios se hace conciente gracias a la vivencia de la persona y que en él nace, transformándose mutuamente.




Los dos pensadores buscan lo universal y la unidad a través de un desasimiento de las solicitaciones exteriores y, especialmente en Jung por medio de una elaboración de las proyecciones que nos encadenan al mundo y donde se sale de sí mismo alienándose en personas y objetos. Es un retorno a ser quien es cada uno y en contacto con el accionar interior del ser. Para Eckhart este es Dios, para Jung el Selbst. El yo se relativiza y comienzan a actuar fuerzas que configuran una nueva relación del hombre con él y con su medio. Por esto mismo es que en ellos la posibilidad de eliminar aquellos obstáculos que impiden que Dios o el Selbst se exprese en la vida individual se torna una condición necesaria tanto en el camino espiritual como en el terapéutico.



Debemos notar que ambos pensadores tuvieron dificultades en su tiempo por la formulación de sus sistemas, donde a Jung se lo calificaba de místico por su acercamiento al fenómeno religioso y a Eckhart le condenaron por herejía varias de sus tesis. Es que tuvieron en común un intentar vivenciar lo que hace al riquísimo acerbo de la interioridad del hombre, donde allí lo personal y trascendental se tocan mutuamente. Así como de Eckhart se dijo que "toda su vida consiste en su experiencia interior, en su recogimiento espiritual y en su especulación. Lo que hay en ello de exterior y de específicamente histórico no tiene sentido alguno para el alma totalmente tensa hacia lo divino, ni puede profanar la esperanza inmanente que no tiene historia". (G. Faggin). Algo semejante puede decirse de Jung.

Jorge Wiurnos.

jueves, 16 de abril de 2009

El sufrimiento como experiencia de transformación.

"La serpiente cuando no puede cambiar de piel se muere."
Federico Nietzsche.


La experiencia del sufrimiento acontece a cada uno de nosotros tanto en situaciones extremas como en las de la vida diaria. Por esto es que lo que intentaremos dilucidar será el hecho de interés en que este padecer, y a veces con peligro mortal tanto físico como psíquico, en la medida en que se lo vivencia y transita concientemente y con una posterior elaboración, conlleva una transformación y, también, a la creación de obras monumentales tanto en lo que hace al arte, la ciencia, la religión, la filosofía.
¿Qué relación hay entre el sufrir, donde se accede a un ámbito diferente de lo cotidiano, donde se pierden las referencias de identidad personales y se está a merced de algo que no es posible controlar ni manejar? Veremos que allí hay dos posibilidades: la destrucción o la transformación. ¿Es que acaso el sufrir tiene un sentido no solo biológico, sino psicológico o inclusive espiritual?
Para acercarnos a estas cuestiones nos dejaremos guiar por los tesoros que encierran la mitología, la psicología, la filosofía, a fin de conducirnos a algunas conclusiones.
Sufrir significa un soportar, un padecer, es decir lo que resalta es la idea de malestar pero a su vez de pasividad. Uno se encuentra inmerso en una situación que no ha querido ni elegido y que no puede evitar, ya que está en el propio ser. Sus causas pueden ser tanto exteriores como interiores. Palabras como "caída", "se vino la noche", "estoy down", muestran algunos de sus aspectos. Ahora bien, por qué entonces este sufrir. Entendemos que algo ha producido un desequilibrio, la corriente vital se estanca y el río de la vida parece que represa. Pero creo que es aquí donde se da un fenómeno significativo. En apariencia sea tanto una enfermedad, una herida, una pérdida, un cambio destructor, detienen ese fluir armónico que hasta ese momento se manifestaba y especialmente en un intercambio fructífero con el medio ambiente. Ahora bien, esta situación desencadena lo que en psicología se denomina una regresión. Aquí es donde aparece, quizás, lo curativo ya que se activan estratos muy profundos del psiquísmo que responden a la situación de crisis por la que está pasando la persona.
Todo ese mundo inconsciente que se manifiesta a través de imágenes pueden acceder a la conciencia posibilitando el tomar una actitud ante la expresión de lo que aparece. Es decir, que el sufrir provoca una desarticulación, un desmembramiento del yo, de sus referencias identitarias lo que ocasiona que comiencen a actuar fuerzas dinámicas que no se encontraban en el sistema yoico. Así es que la noción de sacrificio comienza a adquirir sentido para entender nuestro tema. El padecer algo semejante a ser sacrificado, tema este central en el pensamiento religioso y filosófico de todos los tiempos. Sus referencias de identidad parecen caer y uno queda a la deriva, "colgado", "en el aire". Pero este sacrificio es la oportunidad de entrar en contacto con toda una zona que en el diario vivir conciente no se muestra, y es lo que denominamos lo inconsciente colectivo. En ese "estrato" se mueven figuras, imágenes y fuerzas que comienzan a ejercer su actividad ante la disminución del control conciente y que fue determinado por el accidente que provocó el sufrir.
Queremos hacer mención al pensamiento mitológico ya que allí la noción de un "descenso a los infiernos" se hace universal y de todos los tiempos. Ante la pérdida de un ser querido, una enfermedad, un accidente de cualquier tipo, literalmente se "baja" al "inframundo", donde se lo vivencia como un ser torturado, quemado, dislocado, descuartizado. Ahora bien, qué sentido puede tener tal padecer entonces?. Consideramos que allí, en ese lugar, en lo que se llama "hades" o lo inconsciente, se activan fuerzas arquetípicas que en la medida en que se las exprese e integre en la vida conciente, pueden convertirse en curativas y en creativas.
Antes de continuar debemos hacer una aclaración, ya que en el pensamiento de C.G. Jung la psíque se manifiesta en un juego dialéctico entre el yo y el sí-mismo, siendo este un centro regulador de todos los contenidos que la integran, especialmente los arquetípos que lo componen. Estos son matrices de símbolos, imágenes y acciones, siendo de carácter innatos y universales para la especie humana. Se manifiestan, como dijimos antes, por símbolos que conllevan una muy fuerte carga energética, por lo que se transforman en generadores de pensamientos, tendencias, intereses, que hacen a la conformación de la personalidad. Asimismo singularizan las culturas de los distintos pueblos a través de sus filosofías, religiones, mitos, arte y creaciones científicas. Pero justamente, y por medio del sufrimiento que ocasiona un determinado suceso, comienzan a activarse y que por su carga numinosa y simbólica pueden determinar una reorientación vital que supere ese padecer. Así dice Jung: "...cuando el hombre retrocede desesperando de su fuerza, su libido refluye a esa fuente: es el instante peligroso en que debe decidirse entre el aniquilamiento y una vida nueva. Si la libido permanece en el reino mirífico de su mundo interior, el hombre ya no es mas que una sombra para el mundo exterior. Está, por decirlo así, como muerto o condenado. Por el contrario si la libido logra desligarse y abrirse paso hacia arriba, hacia el mundo de la superficie, entonces se produce un milagro: el viaje al infierno fue para ella fuente de juventud; y de la muerte aparente surge una nueva fecundidad. Allí la introversión y la regresión de la libido constelizan contenidos antes latentes. Son las imágenes primigenias o primarias, los arquetipos, que mediante la introversión de la libido se enriquecen con material mnémico individual." (Símbolos de transformación, págs. 302/3).
Entonces la mitología ha considerado ese fondo abisal, "infernal", que hace a las raíces de la vida pero también de la muerte, con todo un simbolismo que expresan poderes salutíferos y medicinales. Por esto es que haremos mención de algunos mitos que clarifiquen lo que queremos decir. Así el dios Babilonio Tamuz muere, y en su descenso a los infiernos adquiere un nuevo status ontológico ya que en contacto con ese mundo resucita, convirtiéndose en una divinidad que llamaban Pastor de la Tierra, cuya misión era restaurar la fertilidad de los rebaños que habían comenzado a morir por su ausencia.

En la cosmovisión nahuatl el dios Quetzacoatl, que se identifica con Venus y que cuando esta estrella desaparece, se entiende que el dios muere, desciende al inframundo como el perro Xolotl, que enfermo, herido, hervido en una marmita y sometido a toda clase de torturas, y que desde ese estado de sufrir, de su vientre emerge el quinto sol, expresión del centro y totalidad dando inicio a un nuevo ciclo cósmico, recuperando la luz dispersa en las tinieblas.

En el pensamiento iraní el dios Ormuz crea al hombre primordial, Gayomart, que sucumbe al ataque de las fuerzas del mal, de Aura Mainryu. De su cadáver se originan los metales, la primera pareja humana y los cinco fuegos. Los maniqueístas creían que del combate entre las tinieblas y la luz, de las primeras se enviaba al protoanthrópos que sumergiendose en el mal crea con sus sustancias el universo.
El dios griego ,Asklepios, cuyo animal era un perro (ver Xolotl) y era el médico divino, obtenía sus fuerzas del inframundo donde coexistían la muerte, la enfermedad pero también la salud y la vida nueva.

Dejando de lado algunos de los ejemplos mitológicos que hemos mencionado, queremos hacer referencia a todo este proceso pero en personajes históricos, que ha pasado por vivencias que han sido semejantes a lo anteriormente expresado.
Así San Juan de la Cruz es encarcelado en el convento carmelita de Toledo a fines de 1577 por nueve meses, y que salvó su vida por su fuga, ya que se lo iba a dejar morir. Allí escribe el Cántico Espiritual y probablemente algunas de las canciones de la Noche Oscura y donde se refleja su estado: imágenes de dolor, quejas, simbolismo persistente de la noche y de lo oscuro. Pero justamente en esa situación extrema de sufrimiento y peligro mortal, de una experiencia honda y espantable, la transforma en una obra poética y mística que no solo le permite salvar su salud mental sino transformarse él y gestar un hecho cultural extraordinario. La "noche oscura" la describe de forma semejante a un estado que clínicamente puede diagnosticarse como de depresión. Pero lo interesante es que esa crisis no la vive pasivamente sino que toma una postura activa hacia lo que está padeciendo y que le hace cambiar de sentido y cualidad. La simbología que utiliza en sus poesías permite que através de ella accedan fuerzas restauradoras.Lo inconsciente se confronta con la conciencia, no la sumerge y de allí aparece algo nuevo.

Saltando el tiempo haremos referencia a Ludwig van Beethoven que entre el 6 y el 10 de octubre de 1803 en Heiligestadt escribe su testamento, ya que había tomado la decisión de suicidarse a consecuencia de el diagnóstico de irreversibilidad de su sordera dado por su médico. Pero no lleva a cabo su pensamiento sino que a partir de esas vivencias terribles que debió pasar produce la tercera sinfonía, la Heroica , que justamente trata de la muerte y resurrección del héroe. Esta obra cambia para siempre la historia de ese género musical en tanto revolucionaria en su concepción.

El pintor español Francisco de Goya en el año 1819 sufre una crisis que lo llevó al borde de la muerte a consecuencia de su enfermedad que lo había dejado sordo y que actualmente casi no se la conoce. Pero una vez que supera este estado de extremo sufrir comienza a pintar en su casa de Madrid, a partir de 1820, la grandiosa serie de frescos que se conocen como los de la serie negra. Allí la temática de la noche, la oscuridad, el mal, la brujería, son centrales, pero lo que es de interés resaltar es que ese "descenso a los infiernos" producto de su enfermedad lo llevó al pintor a explorar todo un mundo que era ajeno al de su conciencia y que a partir de su elaboración especialmente por medio de símbolos numinosos, le posibilitaron rescatar fuerzas que en su vida vigil no poseía. Las mismas no solo dieron lugar a una obra de semejante magnitud artística sino que encauzaron su curación. En sus pinturas aparecen temas que son semejantes a las vivencias que expresan los chamanes de distintos pueblos, en especial de tortura, muerte, enfrentamiento con los demonios iniciadores.

No queremos dejar de señalar que Federico Nietzsche en 1879 padece una serie de sentimientos que él interpretó como anunciadores de su muerte. Nuevamente su obra toma una carácter distinto de la anterior, según lo señala Jaspers y que el mismo Nietzsche entendía como de autocuración. Recordemos la sífilis que padecía el filósofo y que lo llevó a la demencia.
Asimismo debemos recordar que la mayor obra de Sigmund Freud, que la fecha en 1900, "La interpretación de los sueños", la desarrolla como manera de elaborar la muerte de su padre, siendo "el momento más terrible en la vida de un varón". En el frontispicio de la edición no por casualidad habla de conmover a los dioses infernales.

En el año 1914, y partir de su ruptura con Freud, Jung da inicio a una crisis que algunos calificaron como de esquizofrénica, donde las vivencias de fin del mundo, alucinaciones, fenómenos parapsicológicos y demás, le permitieron una confrontación con ese mundo de imágenes que conllevaron a la formulación de su obra como creador. Pero solo a partir de esas situaciones que padeció y que algunos llaman de enfermedad creativa.

Mi paciente B, esquizofrénico, que un día dibujó una "barca egipcia de los muertos", hecho que por su intermedio y, creo yo de haber estado en el infierno, comenzó su recuperación.

Mi paciente J que a consecuencia de un estado de angustia importante, sonó que salía volando de un pozo que tenía vidrios y cuchillas a sus lados. Nuevamente su mejoría se inicia por estos símbolos.

Así, y luego de haber planteado los anteriores ejemplos, nos toca considerar que el sufrimiento, en algunos casos mortal, puede tener un sentido que nos acerca a una profundización de la existencia, donde antiguas actitudes, posturas, ideas e inclusive la propia imagen corporal son sacrificadas y reestructuradas. Con el "descenso a los infiernos" se instaura una visión y elaboración a través de todo un mundo de símbolos numinosos que otorgan fuerzas renovadoras. Las creaciones que aparecen no solo permiten un mejoramiento y superación de la crisis por las que las personas pasan, sino que aportan un tesoro a las culturas de sus pueblos.
Por esto es que es importante "tomar una determinada determinación", como decía Santa Teresa de Jesús, ante eso que se vive como una crisis del padecer, donde a este no se lo puede evitar ni esquivar, sino que se lo asume y se lo hace fructificar. Los sueños, las fantasías escritas, pintadas, esculpidas, los mitos, los cuentos y el arte en general posibilitan
dar una forma a lo informe del sufrimiento, a lo abisal. Ante el padecer uno queda en "carne viva", pero a la serpiente le ocurre lo mismo cuando cambia su piel vieja por otra. Por ello es que siempre ha sido un símbolo de muerte y renovación, de salud y enfermedad, de bien y de mal. El símbolo une lo separado y lo hace en una tercera instancia, que Jung denomina función trascendente. Ya, allí, la mordedura de la serpiente no es tan terrible. Por eso es que el yo resulta herido en su autonomía, por lo que se abre un vacío activo y donde la presencia en la ausencia del símbolo posibilita una acogida del sentido trascendental. Con el "descenso al hades" se psicologizan las diversas vivencias que se han tenido, se constituye un espacio psíquico a través del encuentro con presencias que se manifiestan en sus sueños y otras producciones del inconsciente. Así es que el sufrimiento puede llegar a ser una de las puertas de entrada al inframundo, dejemos que los guías acudan a nosotros, escuchémoslos.