miércoles, 31 de marzo de 2010

La vida como laberinto.




Bartolomeo Veneto: Hombre con laberinto. (1510). Oleo sobre tabla.





La reproducción de la obra de Bartolomeo Veneto muestra a un hombre que en su zona torácica y en el estómago tiene un laberinto. Y no deja de ser significativa esta ubicación ya que implica todo un sector corporal en donde se expresan las emociones, los afectos, donde está el corazón, lo que va a digerir los alimentos y además en una colocación de centralidad. Situación que señala que el laberinto no solo está en el hombre, sino que desde lo racional, desde lo alto de la cabeza se desciende, se interna en toda una zona de diferentes características de ella.
Ingreso en las entrañas del cuerpo donde lo
caliente, lo que no se ve claro y distinto, supone un transitar por por caminos de dificultad para arribar a un centro a fin de hallar algo de mucha importancia y sentido. Lo corporal es camino de exploración, circunstancia que reconoce en este toda una serie de manifestaciones psíquicas, de contenido imaginativo, en que ya no es algo inerte material, sino un conjunto vivo y en donde la conciencia penetra a fin de poder iluminar aquello que aterroriza pero que también fascina.
Lugar de presencias actuantes y cuya confrontación se hace tarea ineludible para los hombres de todos los tiempos y lugares. Pero no se trata de un momento que propio de un pasatiempo o a una curiosidad, sino que tal y como lo entendían los hombres del barroco, la vida es un laberinto.
Las circunstancias dificiles del vivir, la enfermedad, la muerte, el distanciamiento y la pérdida de lo querido, suscita una gama de sentimientos que hacen a la angustia, el dolor, la tristeza, la depresión.
Pero además se da la posibilidad de darles un encuadre simbólico y de sentido, ya que ante esos momentos de detención, emergen imágenes, ideas, símbolos, cuya estructura puede adquirir la forma de un laberinto. Es decir, el hombre frente a determinadas circunstancias se ve o se siente arrojado, donde su base de sustentación se hunde juntamente con él y que
desciende a los infiernos. Vivencias estas que siempre se han asemejado a las de la muerte y que hace a la perdida por parte del yo de sus referencias identificatorias.


Momentos de soledad, de variedad de caminos que se muestran ante nosotros y en donde surge la necesidad de la reflexión para saber qué hacer. Ahí comienza el transcurrir por el laberinto y por zonas de las que no se tenía sospecha que poseyeramos. Y esto es posible entenderlo psicológicamente como un episodio de regresión y que hace al retorno a lo más primario que es el inconciente arquetípico y que también puede metaforizarse como de gran vientre materno. Allí penetra quien sufre y que si bien es un período de peligro, en especial de quedar aprisionado allí, también están las energías vitales renovadoras, que se trasuntan en los grandes símbolos que han dado sentido a las vidas de los hombres y que se corresponden con lo vivo, lo profundo y lo suprapersonal.


Así en un inicio el héroe vive esta situación pasivamente pero en la medida en que tome la iniciativa de internarse en ese mundo arcaico puede llegar a encontrar una manera de transformar ese sufrimiento primero, y que conlleva una experiencia iniciática de muerte y transformación. Así en algunos de los laberintos se encontraba en su centro un espejo y que alude a que eso tenebroso que ahí se ve es un reflejo de quien miró.


Solo es posible avanzar sabiendo que se puede errar el camino, que es posible que haya pérdidas y que habrá que descartar la facilidad y la comodidad, ya que se tendrá que ir dejando antiguas identificaciones, ideas de grandeza, miedos, ilusiones, para que por un proceso de despojamiento llegar desnudo a la cámara central. Los espejismos de la existencia ya no funcionan ni los pedidos de ayuda ya que allí se está solo con uno mismo.


Habrá momentos de dolor donde un puñal se clavará en nuestra espalda o en el vientre, sin ver a la mano que lo empuñó. Pero igual habrá que seguir transitando hasta llegar al centro. Pero ¿allí qué hay? En el mito cretense Teseo ingresa al antro donde está el minotauro que devora a los jóvenes y la tarea del héroe será el de darle muerte y acabar con esa infamia. Y justamente esto hace a todas esas fuerzas oscuras, sombrías del hombre y a las cuales deberá confrontar a fin de que no lo dominen ni fabriquen una máscara de magalomaníaca hybris. Este es el cometido de quien penetra en el laberinto y es el de llegar a tener conciencia de dinamismos a los cuales solo percibía en estado proyectivo afuera, en el mundo y en los otros, y que ahora deberá afrontarlos como parte pertenecientes a sí mismo.



La huida de esto conlleva la caída en la alienación social, pero también en la medida en que se identifique con ese inconciente arquetípico, a un estado de inflación narcicista y psicopático. El combate, cuchillo en mano con el minotauro hace al enfrentamiento más temido y que es el que se da con uno mismo. Ya no se es devorado por la fuerzas hetero o autodestructivas, sino que estas pueden ser integradas, asimiladas a la vida abriendo nuevos cauces vitales.


Así lo que se veía como lo que podía destruírnos, ahora no solo permite adquirir una seguridad en sí por su concientización, por haberlo mirado de frente a eso tan temido, sino que lo que actuaba más allá de mis designios, inconcientemente, puede y deberá ser tenido en cuenta en el decurso existencial.


El laberinto está estrechamente asociado tanto con la entrada al mundo de los muertos como con la penetración en el cuerpo femenino, de la tierra, de la diosa. No era infrecuente que en la cámara central se encontrara un tálamo nupcial donde se efectuaba la unión sexual y que también es posible hallar reminiscencias de esto en obras literarias como Las Moradas de Teresa de Jesús.


Las nociones de muerte y sexualidad, fecundidad, hace a todo este proceso de misterio que se halla, y volvemos a repetirlo y como tan bien lo representó Bartolomeo Veneto, en el hombre mismo como una estructura arquetípica. En los momentos de dificultad, de desorientación , de angustia, los sueños, las tradiciones, el arte, en definitiva lo simbólico cultural, proporcionan un cauce para poderlos transitar. Pero no solo cumplen esta función sino que hacen a procesos de muerte y renacimiento, de transformación de uno mismo donde aquello que parecía actuar como una vivencia destructora da lugar a un episodio de agrietamiento de las identificaciones yoicas, de las máscaras, y el contacto con fuerzas y símbolos desconocidos que contienen potencialidades que van a posibilitar salir del laberinto, pero distinto y cambiado de como se entró.





martes, 30 de marzo de 2010

El erotismo como fuerza hacia la singularización.



La unión de lo masculino y lo femenino. Hinduísmo Tántrico. Nepal. (1800).




La sexualidad constituye al ser humano en su especificidad, en su identidad, derramándose por todo su ser. Es lo que da movimiento, impulso, vida, rompiendo lo rígido, la esclerosis de lo inmóvil. La búsqueda afanosa y de sentido para la existencia con aquello con lo cual unirse amorosamente. El psicoanálisis ha hecho la piedra fundamental de todas sus construcciones, al igual que la psicología analítica, aunque con otras perspectivas y basamentos teóricos.

Si bien en la obra de Carl Jung desde sus comienzos ya está implícita esta temática, es a partir de sus estudios sobre la alquimia donde lo erótico adquiere todo su realce. El desarrollo de la personalidad es entendido como un proceso dialéctico entre principios opuestos y en especial de lo masculino y lo femenino. Así establece y retoma un término que proviene de la alquimia pero con resonancias en la mística religiosa, y es el de coniunctio. Este hace referencia a la combinación química de sustancias. Asimismo eran frecuentes otras denominaciones tales como: nupcias, amistad, atracción, matrimonio, y que son la proyección de profundos procesos arquetípicos inconcientes que se dan en la psíque de los hombres expresando un anhelo de unidad. Estos son exteriorizaciones de una dinámica entre lo masculino y lo femenino, aunque en apariencia puedan ser referidos a los vínculos cotidianos entre el hombre y la mujer.


La sexualidad es lo que constituye a la persona y, a su vez, a una búsqueda del otro, de lo distinto, con un deseo y una sed de alcanzar un estado de redención que se siente posible de alcanzar por el encuentro con aquello que suprima un desgarramiento originario. Ahora bien, el pensamiento de Jung posee la cualidad que se entronca con toda una línea antropológica, filosófica y religiosa que entiende que lo cósmico tiene un carácter sexual y que en todas sus partes la relación entre lo masculino y lo femenino establece su dinamismo.
Así se postula que desde un Todo primigenio se dio una caída en la dualidad y en lo múltiple, pudiéndose remediar esta situación en tanto haya una reintegración y que es simbolizada particularmente a través del erotismo. Posturas estas que han sido ampliamente desarrolladas por el hinduísmo y el budísmo tántricos, la Kabala, el taoísmo, la alquímia o por pensadores como Jacob Boheme, Von Baader, Schlegel, entre algunos.

Estos reconocen que la sexualidad es el camino para recuperar aquello originario, lo que integra los opuestos y que hace a la androgineidad perdida. La búsqueda a fin de unirse con el otro sexo conforma a esta idea. Pero aquí comienzan los problemas ya que esto se haya bajo una imperiosa necesidad del otro/a y que no colma el deseo, sino que conlleva un doloroso reconocimiento de lo faltante, ya que el intento de posesión del partenaire sexual no solo muestra su imposibilidad sino que establece un estado de fusión narcisista, donde la muerte hace acto de presencia al igual que el estancamiento en el proceso de individuación.
¿Pero entonces, es que esa fuerza de atracción entre los sexos es solo para cumplir una intención biológica a fin de perpetuar a la especie? Y aquí es donde se abre todo un campo de vivencias propias del hombre en que lo cultural aparece con todo su peso y en que se produce un proceso de psicologización y de espiritualización, hechos estos que han sido ampliamente desarrollados por los sistemas antes mencionados. Así plantean que ya no es el contacto fusional o sexual lo que posibilitará la unión, sino que intervendrán otros factores, siendo este el punto de partida para toda una simbólica de vastos alcances filosóficos y religiosos.

Gran parte de estas corrientes han establecido símbolos que expresan abiertamente la sexualidad, especialmente el tantrismo y la alquímia, al igual que la mística erótica, pero siempre entendiendo que lo que se sexualiza con dinámicas pulsionales son analogías de principios o arquetipos que poseen contenidos no solo de alto valor afectivo sino de peculiares imágenes e ideas. El falo no es el pene sino lo penetrante, lo creador, lo que insemina la realidad, al igual que la vulva como aquello oscuro que permite el crecimiento, lo que acoge y desde donde sale toda la creación con su materialidad.

Por ello es que se representan estos desarrollos como una cópula entre un varón y una mujer a través de términos tales como nupcias sagradas, hierogamia, unio mystica, y que son metáforas de lo numinoso y por tal carácter que incita e impele a la unión de los opuestos. Y aquí es donde interviene uno de las expresiones más características de la psicología analítica y es el de anima/animus. Para Jung el inconciente del varón y el de la mujer son estructuralmente distintos y se constituyen como opuestos a la conciencia que en cada caso será masculina o femenina. Ellos son un arquetipo que da la posibilidad que los contenidos del inconciente colectivo puedan ser percibidos, imaginados y simbolizados, es decir que es una función de relación entre lo conciente y lo inconciente. Pero al tener carácter contrasexual a la identidad conciente se personifican y proyectan sobre la mujer o el varón con los cuales entra en relación la persona y como por su cualidad de inconciente alcanzan propiedad de fascinantes, tanto de amor como de odio, de imperiosidad y que están dados en tanto por la proyección de lo que Jung llama la imagen del alma, de todo aquello vital, sensorial, espiritual.

Esto es es lo que distancia la relación con el Tú, el cual adquiere propiedades que no le corresponden y con toda la gama de conflictividad psicológica que supone el tratar de hallar el ideal en la pareja. Solo un proceso de concientización a través de una discusión dialéctica con el anima/animus permite que se conviertan en conductores hacia lo nuevo y lo desconocido de lo arquetípico del inconciente colectivo.

Lo erótico de las tradiciones orientales y occidentales ha destacado la unificación, el retorno a lo Uno, a pesar de las persecuciones de algunas religiones patriarcales. (Es de recordar el muy importante papel que en aquellas juega lo femenino). Así en ellas se da un proceso de intensificación de la energía sexual, de un despertar de fuerzas potenciales que luego serán reintegradas y asimiladas en un centro que adquirirá diferentes nombres como loto, punto, rebis, pero que todas expresan la vivencia intuitiva del sí-mismo.

La imperiosidad de la atracción entre los sexos es el punto de arranque de un estado de dificultad, para que a través de la concientizacíon y simbolización de esas energías tan inmediatas, pueda emerger una dinámica imaginativa con la que se obtenga una distancia diferenciadora. De lo disgregado se dirige a lo unificado, donde se asimila e integra lo opuesto en lucha y a lo fascinante en un símbolo que encierra una transformación. Hay todo un proceso de vivenciar lo erótico en que se van abriendo canales de experiencia y de conciencia y que desde las manifestaciones sexuales más directas se va ascendiendo por medio de la simbolización, que no solo las hace más manejables sino que se integran en la personalidad.

Así la voluptuosidad aparece como un vehículo a fin de procurar una tensión máxima que supera la conciencia vigil y lleva a una experiencia paradojal de unidad y que en el budismo se denomina Nirvana. Estas son imágenes de meta, de destino, de totalidad, donde, como en el tantrismo, plantea que ahí se da la abolición de la dualidad, siendo esto justamente lo numinoso que irradia del arquetipo de la coniunctio y siendo experiencias cercanas a lo transcendental, a la pura espontaneidad de lo místico.

La mujer le posibilita al hombre actualizar lo potencial femenino en él y viceversa en aquella, y donde es posible percibir al otro sin grandes distorciones proyectivas y a la vez encontrar un centro de sentido y significado más allá del partenaire, y que es el matrimonio místico producto de la conjunción donde lo conciente se une a lo inconciente abriéndole un espacio indeterminado que es el de los arquetipos, donde el yo establece contacto con lo cósmico, saliendo de la estrechez y unilateralidad del yo.

Esto es lo que ha fascinado a los hombres de todos los tiempos y lugares ya que los ha llevado a desarrollar ideas, imágenes, símbolos, que por medio de ellos les ha sido posible superar la circularidad de la imposibilidad del incesto fusional, pero sin rehuír a esas fuerzas oscuras inconcientes que son renovadoras. Los símbolos se constituirán en los medios para transformarlas y unir los opuestos en el largo y muy difícil proceso de individuación.

jueves, 25 de marzo de 2010

Algunas posibles significaciones psicológicas de "Las Prisiones Imaginarias" de Piranesi.



Giovan Battista Piranesi: Las Prisiones Imaginarias. (1745). Grabado.



Durante el transcurrir del año 1742 Giovani Batista Piranesi (1720-1778), arquitecto y grabador veneciano, contrae en la ciudad de Roma la malaria. Las altas fiebres que padecía le ocasionaron una experiencia de visiones y alucinaciones que constituyeron el punto de partida para la elaboración de la serie de las catorce planchas de grabados que denominó Invenzione capric di carceri, Las prisiones imaginarias, que edita en el año 1745 y a las que añadirá en 1761 cuatro planchas más en una segunda edición, añadiendo algunas modificaciones a las originales.


La intensidad de lo padecido fue un punto determinante en su vida ya que no solo produjo una obra que ha perdurado a través de los siglos sino también la inquisición acerca de sus posibles significados. Asimismo, y en relación con lo anterior, a partir de ese episodio morboso, sufrió durante gran parte de su vida de agorafobia y de claustrofobia.


El artista mismo reconocía que la vivencia del delirio había intensificado su capacidad perceptiva al igual que un impulso vertiginoso, circunstancias que coincidieron con la publicación de otro ciclo de grabados en los cuales lo fantástico adquiere todo su relieve y que tituló Grutescas, editadas en 1774.


Pero para acercarse a Las Prisiones, hay que señalar que Piranesi utiliza deliberadamente el término imaginarias, circunstancia que hace a su similitud con la textura de los sueños. Así la desnivelación del espacio que sugiere un estado de levitación, la negación del tiempo, el terror cercano al éxtasis, dibujan cárceles que son mundos infinitos. Es interesante notar que éstas no se corresponden con las prisiones que había en esos años en Roma. Por esto es que Piranesi elabora, da una forma artística a toda una sucesión de experiencias que tuvieron un carácter traumático y conmocionante durante su enfermedad, circunstancia que se convierte en una manera de asimilarlas. Por ello es que no solo es posible entender estos grabados solo de esas visiones que le pudieron haber ocasionado, sino que hacen a la posibilidad curativa del psiquismo a través del arte y en tanto simboliza lo angustiante.


Pero además, Las Prisiones expresan a través de sus imágenes una estructura arquetípica que posee semejanzas con el transcurrir por un laberinto y en especial con las experiencias de muerte y renacimiento carcterísticas de las iniciaciones.


Así es necesario recordar que el artista siempre estuvo interesado en la arqueología, además de ser coleccionista de antiguedades, hechos que harían pensar que llegó a conocer los trazados laberínticos y la importancia que tuvieron en las antiguas culturas de Grecia, Etruria, Roma. Tampoco se puede dejar de mencionar que durante el renacimiento recuperan su vigencia y así constituían trazados, caminos, vías, jardines, cuyo carácter iniciático de muerte y renacimiento se representaban en un transitar y por el hacer frente a los obstáculos y pruebas que se le iban presentando al iniciando.











Ahora bien, la serie de Las Prisiones otorgan especial realce a un conjunto de escaleras, pasadizos, puentes, que tienen la peculiaridad de infinitud. Laberinto sin fin y cuyos senderos conducen a otros sin poder llegar a ninguna meta y que pareciera no existir.

Formas que llevan al espectador a andar por lugares que se asemejan a los intestinos del cuerpo y por caminos que no tienen puntos de referencia. Los personajes humanos a los que se les está dando tormento son secundarios y donde la incomunicación entre ellos resaltas su falta de movimiento, circunstancias estas que indican que la idea principal es el espacio inconmensurable.

Si el artista llegó a conocer los trazados laberínticos, pensamos que ocuparon la actividad psíquica que le posibilitó darles un marco a esas experiencias que vivió durante su enfermedad. Lo importante es que representan un descenso a los infiernos, pero que es una experiencia psicológica, arquetípica e inconciente, donde la desestructuración del yo, con la pérdida de sus identificaciones además de la posibilidad cierta del morir durante la malaria, conlleva una inmersión en lo inconciente y la regresión libidial a estados arcaicos. Mundo muy extraño e inquietante.

Este transcurso adquiere todo su relieve en tanto es la expresión de estructuras arquetípicas del psiquismo. Así en uno de los grabados se observa un espacio que da al exterior, el único de la serie y que podría entenderse como la entrada a un laberinto en donde hay trofeos de guerra y estatuas arrumbadas. Hechos estos que pueden interpretarse como un despojamiento de las diferentes máscaras con las cuales el yo se identifica, sus ideales, ambiciones, valores, logros, y que son abandonados al ingresar a esa oscura zona. Momento de desasimiento y que en el misticismo algunos llamaron como de una noche oscura.

El paisaje es inerte, de piedra, detalle que es propio del reino de los muertos. También en lo que hace a los personajes a los cuales se les da tormento, se muestran como algunas de las pruebas ineludibles que hacen a los procesos iniciáticos. Así son frecuente en esos ritos, las torturas, las flagelaciones, las mutilaciones corporales, los tatuajes sangrientos y que todos remiten a una vivencia de destrucción, de muerte de la vieja identidad y de un momento necesario para el pasaje a una nueva condición existencial. Estos eran constitutivas de muchas sociedades y se efectuaban en situaciones de transformación como el paso de la infancia a la adultez, casamiento, muerte, la cualificación como guerrero o chamán, la menstruación en las mujeres.


Pero lo que se debe señalar es que en el psiquismo humano y ante la emergencia de situaciones de compromiso vital, también surgen experiencias semejantes, se conociesen o no, y que posibilitan simbolizar el dificultoso trance, siendo la ocasión no solo de un desarrollo curativo sino de una transformación, una metanoia.


Piranesi vivió un episodio de delirio, pero que además concitó su atención y que durante varios años produjo el acto de elaborarlas a través del grabado. Es decir, esa experiencia de desestructuración yoica, de un estar sometido pasivamente a visiones y alucinaciones, hacen a un retorno a donde emerge la conciencia, a lo inconciente materno, siendo su objetivo el recuperar y asimilar y entender esos contenidos arquetípicos, además del encontrar un mundo distinto del cotidiano y en el que pueden traducirse en una renovación por dinamísmos primordiales. Así se produce una interrelación entre la conciencia y lo inconciente, posibilitando una salida en tanto se vivencie y comprenda esas situaciones de crisis. Se muere a lo antiguo y gastado pero se abren otros caminos. No olvidemos que la serie de los grabados dejó una huella en la historia del arte operando un momento diferente en la vida del artista y otorgando sus frutos a un nivel socio-cultural.


Por lo tanto, es de pensar que la obra de Piranesi señala a la maestría de este gran artista, pero a su vez, a la existencia de fuerzas dinámicas, imágenes y símbolos arquetípicos que son patrimonio del psiquismo de los hombres de todos los tiempos y que han incitado y seguirán haciendo pensar y en que la desesperación, la angustia ante la muerte y el daño, el peligro, puedan ser simbolizadas y comprendidas dando la ocasión de convertirse en el inicio de cambios vitales.

jueves, 18 de marzo de 2010

"La partida de naipes" de Balthus como símbolo de integración de lo masculino y lo femenino.


Balthus: La partida de naipes. (1949/50). Óleo sobre tela.


La pintura de Balthus muestra a una pareja de jóvenes en un juego de naipes. Pero ¿a qué se refiere? Recordemos que lo lúdico se da como una actividad de alto contenido emocional y se hace significativo que el artista ubique a un varón y a una mujer como sus protagonistas, dándole un carácter relevante. Momento de alto valor energético donde la pasión hace que la partida y sus jugadores se confundan entre sí y en que se desenvuelve un destino en el que se arriesga todo, hasta la vida.


Y esto es a lo que hace alusión el cuadro, donde la relación lúdica entre los protagonistas señala una intensidad vital en que la existencia se vuelve cautivante. Así la obra acentúa su peculiaridad de opuestos en donde la vestimenta del varón resalta los colores cálidos en contraposición a los fríos de la mujer, en que la luz cae sobre la espalda de aquél, mientras que ilumina el rostro y el torso de la chica. Uno oculta una carta y la otra la muestra, ella está sentada y él de pie. Asimismo la mesa es el lugar de intercambio que posibilita el juego y, por lo tanto, de la relación simbólica a través de los naipes.


Ahora bien, la fuerza expresiva de la obra se da a través de sus valores plásticos, pero también entendemos que es el resultado de la intensidad peculiar que poseen las figuras del varón y de la mujer, ya que ambos muestran la acción de los principios arquetípicos masculinos y femeninos y que, quizás, sean no solo el motor de la psicología de los hombres sino tanto de la vida como de lo cósmico, ejerciendo su potencia en todos los ámbitos del existir y creando una gama inmensa de dicha como de dolor e infortunios.


Así como en el juego se patentiza una gran intensidad emocional, la relación entre lo masculino y lo femenino adquiere cualidades afectivas semejantes y mucho más intensas. La atracción, el rechazo, la búsqueda y las fascinaciones de los amantes, nos permite entender cierta imperiosidad no solo psicológica sino hasta metafísica de una tendencia a encontrar lo faltante, a una unificación en donde lo sexual se manifiesta de una manera central.


Platón ya desarrolló esta temática en El Banquete y a través de Aristófanes plantea que los hombres en sus orígenes poseían los dos sexos y eran redondos, hecho que significó un problema para los dioses a consecuencia de su poder, por lo que de ese ser unitario separaron sus dos partes sexuales que, a partir de entonces hacen que los hombres estén permanentemente buscando lo perdido en el otro. Posturas similares se encuentran en la mayoría de las tradiciones antiguas, tanto de oriente como de occidente, en que consideran que la androgineidad existía en un inicio perdiéndose y que las diversas prácticas religiosas llevarían a restaurarla. Así el pensamiento gnóstico con sus parejas de opuestos sexuales que crea toda la realidad, la Kabala, el Taoísmo, entre muchas.


Ahora bien, la vehemencia con que se desarrollan las relaciones entre los sexos, supone que el otro posee lo que me dará la paz, la armonía, la significación vital, el encuentro con aquello que en mi identidad sexual me falta.


Desde la psicología analítica esta problemática se constituye en fundamental, ya que el otro adquiere esos rasgos de urgencia necesaria, en tanto se da un fenómeno que hace a la proyección sobre él de un conjunto de energías, imágenes y símbolos de naturaleza arquetípica inconciente y como un polo contrapuesto a la persona, y a las que se les da el nombres de anima para el varón y el de animus para la mujer, fenómenos estos que remiten al carácter de androgineidad del ser humano. Es decir, que tanto en hombres como en mujeres hay una contraparte psicológica sexual que es inconciente. En el primero se manifiestan como todo aquello que estaría en semejanzas con el Eros y en todas sus facetas, pero principalmente con lo que hace a los sentimientos, las intuiciones, las imágenes que son arquetípicas y que se personifican como femeninas y su relación peculiar con la mujer. Mientras que en la segunda hay todo una relación con algo similar al Logos donde el sentido, la palabra, la acción y la voluntad son algunas de sus cualidades, al igual que la imagen que se tiene del varón. Ambos se hallan en estado de proyección sobre personas con las cuales nos vinculamos afectivamente y en tanto forma visible de procesos psíquicos desconocidos, consiguiendo dificultar las relaciones entre los sexos y justamente por su carácter inconciente.


Por ello la importancia de la concientización e integración de los arquetipos del anima y del animus a fin de poder conocer y ver la realidad del otro, y también, de asimilar lo propio que estaba proyectado. La partida de naipes expresa esta situación donde no cabe la neutralidad ni la indiferencia afectiva. Donde cada uno de los contendientes tendrá que enfrentarse con aquello que fascina y atemoriza en el partenaire amoroso pero que en definitiva pertenece a cada cual. Juego intenso de saber y de no querer saber y en que se da la posibilidad a través de una toma de conciencia, de abandonar las ilusiones acerca de que el otro colme mi carencia de ser. En que eso que me ataba a la pareja se pueda transformar en un medio, en una relación con lo inconciente arquetípico y como un órgano de manifestación imaginativa y simbólica, es decir constituyendose en un espacio interno y psicológico donde se va perdiendo la demanda del otro y su necesariedad.


Lo forzoso y muchas veces fatal y tanático del vínculo, y en la medida en que voy vivenciando a través de las revelaciones que proporcionan los sueños, las fantasías o la relación transferencial en la situación analítica, como antes dijimos, va no solo perdiendo esa compulsividad sino abriendo la posibilidad de lo simbólico. Así ya no será necesario e imprescindible un otro para completarme y sostenerme en la vida, ya que aquello que me fascinaba o me daba temor, lo descubro como actividad y posibilidad mía.


Esto es justamente lo que muestra la pintura de Balthus a través de los objetos con que la compone, en especial la mesa y su candelero en el centro, además de los jugadores con sus naipes, en que pareciera que no hubiese fusión entre los oponentes sino que están integrados por un medio, un símbolo, en un proceso y vivencia, tanto en lo que hace a su propio género como de una discusión con lo que se me presenta distorsionando al otro por la proyección.


Para terminar, diremos que Balthus era un muy duro crítico de la vida en las grandes ciudades, de la tecnificación, del maquinismo y de todo lo que fuera masificación, de todo lo que aliena al hombre y, a su vez, le daba un peculiar énfasis a esas figuras, personajes y situaciones que expresan una vitalidad prístina y originaria, por ello es que hacen a lo psíquico arquetípico de donde surgen esas fuerzas y símbolos, que si el hombre se decide, pueden darle un sentido e integración a la vida. La partida de naipes muestra al varón y a la mujer en una discusión no ya solo con el Tu, sino con el anima y el animus y que vivenciados y experienciados son parte principal del proceso de llegar a ser quien se es.

martes, 16 de marzo de 2010

De lo ínfimo como configurador del destino.


Escena de la película Citizen Kane (1941), de Orson Wells.



La vida de los hombres lleva un transcurrir que puede acercarse a una plenitud vital o a una suma de sufrimientos y angustias que hacen muy doloroso su desarrollo. Pero en ambas circunstancias pareciera que hubiera un diseño que ante su expresión el hombre responde con una aceptación del mismo o con su desvalorización y negación.

La existencia de un algo que dé sentido para que el hombre se sienta acogido en una circunstancia más grande que él y le posibilite vislumbrar que su nacer en el mundo puede tener un propósito, es lo que vamos a considerar como constitutivo del psiquismo. En especial, nos mueve a la reflexión los actuales concensos de valores, en donde pareciera que nadan sobre un vacío y ya no solo de pobre elaboración intelectual y afectiva, sino con una ausencia de motivación sobre la conducta, y que justamente han dado lugar al estudio por parte de la psicopatología a toda una gama de fenómenos clínicos a los cuales se les ha dado el nombre de patologías del vacío, como las adicciones, los trastornos de la alimentación, personalidades narcisistas, etc.

Y es aquí donde no solamente se puede vislumbrar la pérdida de una orientación vital sino, y aunque parezca paradójico, la presencia de fuerzas dinámicas y de símbolos que permitan otorgarles un sentido al vivir.

Si revisamos la historia del hombre veremos que siempre han surgido ideas, sentimientos e imágenes que por su naturaleza simbólica han hecho que no solo advenga humano, sino que han posibilitado superar la situación de inmediatez de la existencia y encontrar algo que se relacione con lo trascendental, en cualquiera de sus expresiones.

Así lugares como la cueva para el hombre prehistórico, y que algunos entienden como que allí da inicio la cultura, en donde se desarrollaban ritos iniciáticos de muerte y renacimiento, de fertilidad, especialmente ligados a la Gran Diosa. En que el espacio se transforma en experiencia numinosa, donde se accede a diferentes niveles de conciencia y espiritualidad. El sentido profundo del agua, de las piedras, la sexualidad sagrada, no se han constituído como formas primitivas de la humanidad, sino como las manifestaciones del psiquismo profundo de los hombres.

Pero no solo hay un remontarse a miles de años atrás para poder estudiarlos sino que ejercen su influencia en las conductas de los humanos de hoy a través de los sueños, la imaginación, los afectos, los rituales. La vida se torna significativa en la medida en que haya la búsqueda de una meta, de algo que le de esa cualidad. Fausto fue aquel que entendía que ser hombre era no darse por satisfecho nunca. Pero la cuestión estriba en encontrar eso que genera un sentido y aquí es donde comienzan las complicaciones.

Porque lo que motiva la búsqueda no tiene una conformación ni se presenta ya constituído, sino es una posibilidad y una potencialidad según sean los actos de la persona en los momentos de su vida, en sus decisiones, y que permiten que no solo se tome conciencia sino que se encarne en lo cotidiano. El decidirse por un determinado camino y no por otro es la ocasión en que el sí-mismo empieza a adquirir forma y presencia en la vida de cada uno.

Esta posibilidad, y que en un comienzo es solo y nada más que eso, ejerce sus efectos a través de distintas expresiones, como por ejemplo los sueños, las tendencias de la personalidad, pero también las situaciones específicas que nos presenta la vida y que frente a las cuales se torna ineludible una toma de posición.

A través de ellas es posible comenzar a percibir y sentir aquello que se convierte en un valor para el vivir. De eso, único y propio para mí, y que es muy probable que socialmente carezca de valor, pero que me hace sentir que hay algo que alberga un secreto y un valor que no solo me orienta sino que me mantiene en pie. Que es superior y distinto al yo y a los conocimientos que he ido adquiriendo y de lo que se vende y de lo que se debe. De aquello que balbuceaba Charles Foster Kane en ese rincón guardado en su corazón en su lecho de muerte y cuya palabra era Rosebud, en la magistral película de Orson Wells El Ciudadano, lo siempre buscado y anhelado y que equivocadamente se intentaba encontrarlo a través de lo grandioso, del manejo espectacular y megalomaníaco del poder, del dinero, y que los grandiosos escenarios que el film desarrolla extraordinariamente.

Ese lugar vacío del que hablaba el Maestro Eckhart o el Budismo Zen o el Taoísmo, que solo las decisiones del hombre permiten que adquiera contenido y sustancia a través del transcurrir vital e histórico. Eso que es solo mío y que me define, me da un rostro característico y propio. Me empuja y me lleva a donde no quiero ir pero que en algún momento me procura paz, en la medida en que encuentre algo que me es propio como máximo valor vital. Es el llamado a la aventura, que impele a encontrar el peculiar camino y a apartarse de lo establecido y conveniente. El encuentro con fuerzas, imágenes y símbolos arquetípicos confronta al yo con el destino, y volviendo nuevamente a El Ciudadano, la búsqueda del poder, de lo validado y alienado socialmente, eran formas patológicas de un anhelo de hallar eso que diera un sentido y una orientación en la vida del protagonista y que solo pareciera que se hallara en el momento del morir.

Es ese centro que ordena y confiere un cauce a todas las tendencias y características psíquicas hacia la realización de lo singular y propio de cada uno. Lo contradictorio deja de ser disociador para encontrarse y encausarce hacia una meta en una travesía donde el yo realiza aquello que el sí-mismo impulsa e incita hacia el saber y ser más propio. Destino que llama y decisión conciente para seguirlo.

miércoles, 10 de marzo de 2010

De los nombres de la sombra.


Antonio Saura: Rembrandt. (1073). Serigrafía.


Entre los conceptos metapsicológicos de la psicología analítica, hay uno que posee una significación mayor, y es el de sombra. Desde ya su sentido, y también su fonética, despierta toda una serie de resonancias afectivas, intelectuales y hasta sensoriales. Mueve a la memoria al recuerdo de experiencias vividas, no sin alguna inquietud. Por ello es que se hace referencia a toda una gama de fenómenos a los cuales se los puede denominar como simbólicos. Así en este término no hay claras delimitaciones y pareciera que remite a la imagen de algo que actúa y ejerce efectos, por esto es que resulta complicado darle una definición conceptual. Entonces, intentaremos acercarnos pausadamente y desde diferentes puntos de vista a fin de intentar aprehender algo de su presencia.




La palabra sombra deriva del latín umbra y lleva una alusión directa al fenómeno que se da por el influjo del sol, es decir con una vinculación ineludible a una fuente de luz. Así entre las múltiples definiciones físicas que le caben, se destacan las que la muestran como la proyección que un cuerpo arroja en el espacio en dirección opuesta a donde procede la luz o, también, como un cuerpo opaco que interfiere una fuente lumínica. Asimismo en la pintura es el color oscuro que se opone a los claros, posibilitando dar entonación y bulto a los objetos.


Pero también señala a cualidades más morales como ignorancia, mácula, defecto, falsedad, espectro de un muerto, una persona que sigue a otras por todas partes, la que impide que otra sobresalga o que se luzca. Es estar a la sombra, en referencia a lo carcelario.


Es decir, que en algunas de estas aproximaciones resaltan diferentes características, pero siempre las que hacen a lo oscuro, lugar donde no hay luz y en un juego dialéctico entre ellas. Pero también lo que es diferente, ambiguo, tenebroso, siniestro y lo que otorga espesor, lo que destaca rugosidad y da materialidad a los objetos y seres, su densidad. Lo que no veo y me sigue, lo ajeno. Un otro espacio de lo conocido, distinto de lo ideal y de las discriminaciones conceptuales y absolutas. La ambiguedad de las formas y que está siempre junto a las siluetas distinguidas, buscadas y sufridas de los cuerpos atravesados por su cosificación alienante.


Es lo que quisiera sacarme de encima, pero no puedo. Es el pecado, lo que atemoriza, es el espacio donde se alojan presencias peligrosas y desconocidas. Acechanza, no ver, corporeidad, sensorialidad de lo que me roza pero no veo, disvalor. Es la melancolía, la bilis negra, la noche, la aflicción del alma, la culpa, lo inferior y desagradable, el límite a mi ilusión yoica, el diablo, suicidio, gula compulsiva, traición, la mentira, la careta, el puñal oculto bajo el poncho. Es lo distinto y extraño, lo que no soporto.



Pero también lo que está en potencia, en germen, al amparo de la luz y de las inclemencias. Lo que va madurando y en un proceso de crecimiento. Son posibilidades no vividas ni desarrolladas, lo que no he integrado, y por lo tanto, nuevo. Lo que me puede hacer cambiar de orientación, lo que me sabotea y confronta en mi unilateralidad defensiva racionalista (o irracionalista). Es lo que hace que pueda dormir la siesta durante el día del trajín. Que esté bajo ese árbol preparando un asado. El descanso, lo que permite que baje la temperatura del cuerpo por tanto sol, donde la recuerdo a ella.


Es la reacción desbordante ante la injusticia, la sangre caliente, la palabra espontánea y vigorosa, la rotura de lo que oprime. Lo fascinante de lo ambiguo, del sentir que me lleva sin saber muy bien a donde, la piel de la serpiente. Lo arcaico, el hombre que siempre fui, pero que soy ahora. El hermano lobo con quien San Francisco de Asís entabló un fraternal coloquio y de alto vuelo. Lo que no se muy bien lo que soy. Picasso.


Así es que hemos señalado algunas de las características de la sombra y en que se puede percibir que contiene aspectos tanto negativos y nefastos como positivos y vitales. Que supone experienciar una presencia que es extraña y hasta hostil al yo, y en muchas ocasiones destructiva, pero también como aquello que da la oportunidad de iniciar un camino singular en el largo y difícil proceso de llegar a ser sí mismo.


Umbral de entrada al mundo de lo inconciente, que cuestiona las diferentes identificaciones narcicistas con que nos maquillamos, pero a su vez, con el gran peligro de ser devorado y perder los valores que la conciencia ha ido adquiriendo en su evolución, en tanto no de de una confrontación dialéctica y conciente entre ella y el yo. Solo en un encuentro dolorosamente soportado, en que se van perdiendo las ilusiones inflacionistas y megalómanas (o su otra cara: los sentimientos de inferioridad, el sentirse víctima), es posible establecer lo que Jung denomina como coniunctio, conjunción de opuestos que en un principio parecían inconciliables y en lucha desgarradora produciendo una disociación psíquica, con todas las expresiones de lo psicopatológico. La cura del alma es la circunstancia en que lo disgregado se reunifica por medio del símbolo o de la función trascendente. No es ya un entendimiento meramente intelectual de lo que hace el yo y lo que contiene la sombra y sus actividades, sino un aceptarse tal como se es, pero además, el poder convivir con esas presencias que pretenden la conciencia y que dan fuerzas al transitar por la vida, especialmente por su dinamismo arquetípico, base de las concepciones y valores de la conciencia y el yo.


El encuentro con la sombra revela al hombre humilde, ya que halla aquello que ubicaba proyectivamente en lo otros que actuaban como espejo de todo lo que no aceptaba de sí: la destructividad, la hostilidad, la maldad, la envidia, los celos, pero también la fortaleza que renueva, la posibilidad. Como la palabra griega pharmakón que significa veneno pero asimismo remedio que cura; así es la vivencia de la sombra; solo para valientes ( y solo para locos, como diría Hermann Hesse).







jueves, 4 de marzo de 2010

Algunas expresiones fenomenológicas del arquetipo anima.

A partir de 1907/8 Carl Gustav Jung comienza a acercarse a uno de sus más importantes conceptos metapsicológicos, el de anima. Producto de sus vivencias, y en especial de las que comprometían su labor clínica, como la transferencia y la contratransferencia.

Creemos que su significación aporta una ampliación a los fenómenos de la sexualidad y a los que Freud había dedicado sus investigaciones. Así, ya no se trata solo de lo pulsional, sino de toda una experiencia simbólica que se halla en una imbricación de unidad con aquella, y que hace a la naturaleza de lo mitológico, religioso, espiritual. El anima será aquel arquetipo, que entre sus actividades, cumple una función de relación entre la conciencia y los contenidos simbólicos inconcientes.


Aunque parezca extraño y no científico, Jung utiliza una terminología muy distinta a la de Freud, circunstancia que lo llevó a este a llamarlo "místico", y que no le faltaba cierta razón, ya que Jung los utilizaba deliberadamente y a sabiendas de sus resonancias medievales, ya que lo que intentaba enfatizar era que todo ese mundo fenoménico que hace a lo psíquico, y que es semejante a las descripciones que antiguamente se hacían para referirse a espíritus, demonios, presencias, dando un especial acento a su carácter de entidad autónoma.


Pero también hay otra diferencia de importancia con Freud, y es la que remite a la cualificación de lo femenino. El desarrollo teórico del maestro vienés, y algunos de sus seguidores como Lacan, postulan claramente que lo femenino es una fase a superar por la asunción de la ley paterna que inscribe al sujeto en el universo de la cultura. En Jung la situación es diferente, ya que le asigna a lo inconciente, y en especial al del varón, la cualidad de lo femenino y, que si bien en un primer momento supone la superación de lo envolvente materno y el asumir la función paterna que da una identidad separada, posteriormente emerge, y aquí vemos una de las mayores contribuciones de Jung y de distanciamiento con el psicoanálisis, un elemento estructural arquetipico al que le da el nombre de anima. Ya no es aquello referido a lo materno, sino que abarca un sector propio y distinto de aquella.

Su acción ya no tiende a disolver al yo y hundirlo en lo inconciente devorador, sino que fascina pero no destruye, pone la psíque en movimiento iniciando una confrontación dialéctica. Es decir, el anima es la contraparte de lo masculino del varón, que es arquetipico y por lo tanto inconciente, es lo que hace a lo emocional, a los afectos, a lo intuitivo, a lo irracional y que se proyecta en la mujer. Es la que da vida, anima, instiga al cambio y rompe con lo inerte. Insufla su hálito vital en el arte, en las sensaciones corporales, en lo carnal, en las imágenes que fluyen por la fantasía. Tiene consistencia y autonomía y actúa más allá de lo racional y voluntario.


Pero es necesario señalar la fenomenología del anima, ya que sus modos de expresión son muy variados. Así, principalmente hay dos formas en que se manifiesta: una a partir de los diferentes estados afectivos, ideas, sensaciones, y en segundo lugar, en la atracción o repulsión de la mujer y que supone una relación estrecha.

En lo que hace al primer punto, en la medida en que el anima actúa sin establecer algún contacto con el yo y la conciencia, aparece a través de afectos depresivos o exaltaciones maníacas, sentimientos de inferioridad, estupor, desamparo, vacío y en donde su acción se manifiesta como una intoxicación. El yo es subyugado por aquellas y el anima no puede ser integrada en una unidad conciente-inconciente, sino que su actividad se acerca a la desintegración, especialmente por la mayor fuerza que posee sobre aquel y debido a su carácter arquetipico.
Circunstancias similares pueden darse en la la relación con la mujer, ya que allí se establecen proyecciones masivas del anima que pueden llegar a crear una ilusión sobre la persona amada. Y así es que esa imagen ejerce tal fascinación que queda a su merced, perdiendo su independencia. No puede vivir sin esa persona que lleva los valores de su alma, de todo lo que hace a lo imaginario, vital, sensorial y, en definitiva psíquico.

Por ello es que se requiere una diferenciación concientizadora que posibilite vivenciarla en una distancia que no sea de fusión, sino en una relación discriminadora con el yo. Por ello es que comienzan a surgir las dificultades cuando se vierte al exterior, generando toda clase de perturbaciones, ya que no se está en contacto con la realidad de un otro, sino con la de su propia imagen del alma. Pierde de vista al para solamente encontrarse él. Esa ligazón incondicional, que puede ser tanto de amor como de odio, pude convertirse en la posibilidad de integrar lo faltante, de dialogar con las imágenes psicológicas que hacen al inconciente del varón y que le permite descubrir toda una serie de valores y sentimientos que no están presentes en su mundo de conciencia yoica masculina.


Jung considera que el anima, en la medida en que cada persona toma distancia de su accionar, sea según los afectos que produce desde lo interior o desde lo externo, según su relación con los objetos, tanto de rechazo o de aceptación, puede ser la oportunidad de ver la realidad de la otra persona con la que se vinculaí, pero también de comprender al anima, de vivenciarla como un canal que a través de lo imaginario puede percibir los contenidos simbólicos de los arquetipos. Es decir, que lo que acontecía en la proyección se hace experiencia interna, psicológica, provocando toda una regeneración y reestructuración de la personalidad, en donde lo húmedo, lo oscuro, lo concreto de las sensaciones, los colores, entablan una relación dialéctica con la racionalidad de la conciencia. Y aquí es que se puede dar la oportunidad de un interjuego entre los principios masculinos y femeninos, que en un comienzo se combatían conflictivamente, y que ahora permite generar un tercero diferente de ambos. Jung le da el nombre de Sí-mismo, pero que en la simbología religiosa, mitológica y artística, se representa como niño. pez, perla, piedra, salvador, mandala o matrimonio. Y este último quizá sea uno de los símbolos que dan la ocasión de entender y vivenciar lo numinoso de la unión discriminada con el anima, y que se denomina proceso de individuación. Por ello la fascinación con que aparece el partenaire amoroso, ya que en última instancia conlleva la experiencia de aquello que trasciende al yo, que reunifica lo racional con la vida simbólica, que establece un vínculo con la naturaleza y con el espíritu y con lo cósmico, en definitiva, con lo religioso. Pero para ello será necesario confrontarse en un muy difícil tránsito con el anima, que constantemente se nos apararece bajo diferentes rostros, deseos, amores y odios.