miércoles, 2 de febrero de 2011

Lo femenino transformador a través de una pintura de Zurbarán.

Francisco de Zurbarán: Santa Marina (1641-1658).


El pintor español Francisco de Zurbarán (1641-1664) durante la segunda mitad del siglo XVII realiza una serie de cuadros referidos a mártires cristianas. Obras de una extraordinaria belleza en donde da forma a contenidos profundos del psiquismo. Mujeres que han sufrido el tormento y la muerte por mantener y sostener sus creencias y que nos atraen y fascinan. Pero también torturadores que gestan dolor desde el poder. Imágenes que tocan profundidades y que reaparecen cuando las épocas abren puertas por las cuales comienzan a fluir los símbolos y las visiones arquetípicas.
Así es que estas pinturas pueden llevarnos a comprenderlas como expresión de lo femenino desvalorizado, descalificado, doblegado y reprimido por esos poderes que hacen a un logos de tipo racionalista y patriarcal. Mártires que manifiestan valores que canalizan gracia y belleza. Eros que resplandece a través de sus cuerpos, modos de actuar y sentir lo peculiar de lo sensual. Recuperación y reemergencia de todo un ámbito de la psique que da contenido a lo arquetípico femenino.
Estrato primario, desplazado por la unilateralidad de lo patriarcal, al igual que la corporalidad de estas mujeres y desde donde se canalizan imágenes y dinamismos. Opresión, silenciamiento, subestimación de un universo de sentires que nunca dejan de hacerse presentes y en especial a través del arte, donde se presentan como visibles.
El barroco con sus curvas de sensualidad, de una coexistencia paradójica de los opuestos, de mandorlas, de oscuridades llenas de presencias, permite que se puedan decir principios vitales que durante el renacimiento parecieran no haber sido de interés central.
Pero también la pintura de Zurbarán da cuerpo a todo aquello que expresa al sufrir, al sentimiento, al eros, que caracteriza a lo femenino y que en el varón se manifiesta como un arquetipo de importancia principal, como anima, y que conlleva la confrontación conciente con todo ese ámbito diferente de los valores peculiares del logos instrumental masculino.
Mundo de sentimientos, de lo que emerge con el martirio de esas mujeres pintadas y en que pareciera que se opera una transformación de ese tormento en algo distinto. Ya no se da una emocionalidad compulsiva y sin distancia sino una elaboración y refinamiento; lo que es amargo se transforma en sabiduría, donde el eros abre a la reflexión y al desarrollo de la personalidad.
Las mártires han padecido pero también se han renovado y transformado y esto se expresa en la singular belleza de estas mujeres. En el varón significa la confrontación y la integración de sus propios componentes femeninos, el anima, que se liga a la corporalidad que por su intermedio esplende. Universo distinto del logos varonil.
Proceso que en la mujer también suscita la posibilidad de individuación, pero a través del encuentro con facetas del eros que desconoce y que en general la cultura reprime.
Pero lo que se debe resaltar es que en ambos casos, las mártires se hacen pretexto para comprender la importancia que en tiempos como en los actuales, adquiere el Eros, y donde pareciera que se fomentan actitudes esquizoides o de distanciamiento afectivo post-moderno o de modernidad tardía. Épocas de carencia, de frialdad de sentires y en que se destacan peligrosamente lo lógico-instrumental, lo utilitario y lo eficiente patriarcal.
Eros no camina por senderos de alienación, sino que da ganas al vivir, ardor y búsqueda, de aparearse, de unirse integrativamente, conjuntivamente.
También la fascinación dependiente con lo destructivo y que conforma a muchas de las relaciones vinculares de estos tiempos y que conlleva a la búsqueda de un imposible de completud. Pero las mártires expresan una necesidad de muerte y transformación; fin de las máscaras yoicas y encuentro con lo erótico que mana desde los símbolos arquetípicos.
Lo inmediato deja lugar a la distancia integradora en un centro de mismidad y singularidad y a través de un proceso de sufrimiento creativo para abrirse a un mundo interior.