viernes, 2 de febrero de 2018

JORGE LUIS BORGES: "TIGRES AZULES".



Los cuentos, los relatos, proponen una narrativa en donde hallan expresión concepciones, pensamientos, cosmovisiones, que indagan e interrogan el sentido de la vida. En especial el cuento fantástico a través de su estructura peculiar, genera estados de angustia que pone en cuestión la familiaridad de lo cotidiano, abriendo un espacio al extrañamiento desde donde irrumpe un universo que no responde a las leyes naturales. Lo velado y lo ausente hacen acto de presencia donde no deberían estar, son ambiguos y causan espanto, no distinguiéndose lo real de lo alucinatorio. Hay un Otro del sujeto, sombrío, oculto, indefinible e incierto, mostrando que no hay una realidad única sino que es diversa como la verdad. (Carotenuto, 2001). Sus personajes, situaciones y conflictos poseen una arquitectura que, en algunos casos, es semejante a lo onírico, por ello es que por momentos se confunden entre sí. De tal manera que Borges consideraba que la primera forma de literatura y del arte eran los sueños. Ellos invitan a que se los escuche, ya que despiertan poderosas fuerzas que no nos dejan indiferentes y que interpelan a lo dado para una apertura a lo distinto y significativo.
Así es que Borges publica en el año 1983 un conjunto de relatos  con el título de "La memoria de Shakespeare" y en donde incluye uno al que llama "Tigres azules". Allí Alexander Craigie, un profesor escocés de lógica occidental y un poco de oriental, tenía también a su cargo un seminario dominical sobre Spinoza en la universidad de Lahore, decide dejar su ciudad en 1904 para buscar, a partir de  ciertas noticias que le llegan, un tigre azul que habría sido visto en la cuenca del Ganges. Su fascinación por este animal, con el que ya había soñado reiteradamente, lo lleva en una travesía a una aldea ignota y distante de ese río sagrado.
El poblado se levantaba en plena jungla y ahí busca información acerca de ese tigre a través de sus habitantes, que le dan pistas falsas y hasta parecen burlarse de él. Finalmente decide una noche, iniciar una ascensión al cerro del lugar y en la meseta, casi en la cima, descubre una grieta de color azul en donde hay varias piedras redondas de ese mismo color. Inmediatamente identifica el azul de aquellas con el del tigre que ya varias veces había soñado. Las guarda en sus bolsillos para descender y retirarse a dormir. 
Al día siguiente cuando las revisa, descubre que ese puñado de piedras se había multiplicado, despertando su extrañeza y temor.  La misma circunstancia se repite desorientando y desesperando al protagonista ya que ellas contradicen todo orden lógico y matemático, mostrándose caóticas.
Ante esto se propone dejar la aldea y regresar a Lahore. Allí se suceden los sueños con las piedras y los tigres (hay seis referencias en el relato a esto último), resultando complejo distinguir la diferencia entre lo onírico y lo real. Por último, ante la imposibilidad de manejar la multiplicación de las piedras y su temor a la locura, decide ir a la mezquita de Wazil Khan y rogarle a Alah para que le ayude en esta situación. Entonces se presenta un mendigo quien le pide una limosna y Alexander le da una de las piedras, pero aquel lo conmina a que le entregue todas, a lo cual accede. Así es que el mendigo entonces le dice que ahora "te quedas con el día y la noche, con la cordura, con los hábitos, con el mundo". El misterioso hombre desaparece.

Para intentar un acercamiento interpretativo del cuento hay que destacar un primer momento, al que Joseph Campbell denomina el llamado a la aventura, según el mito del héroe (Campbell, 1992). Salida de un marco de referencia vital estrecho y estéril de un profesor de lógica occidental, y que responde con asombro ante la noticia de un tigre azul. Luego buscará a una aldea sin nombre, casi devorada por la jungla entre pantanos y ríos, y que hace a una zona de indiferenciación, de lo distinto de la conciencia y que puede pensarse como el ingreso a otro lugar de experiencia como lo inconciente. Proceso de iniciación, atravesando lo oscuro y peligroso hacia el fondo del ser.
La situación se vuelve dramática cuando Alexander encuentra en la cima de un cerro una grieta con piedras azules que se multiplican sin ningún orden. Ahora los objetos y las cosas dejan de serlas para convertirse en símbolos. Y así esa grieta se llena de sentidos como hendidura, regazo, vientre, oquedad, salida y entrada al infierno, al hades, abismo, luz quitada, secretos múltiples. Referencias todas que señalan a lo vacío, a lo que no tiene fondo, de un cuerpo materno  donde se halla lo indiferenciado y de donde emerge todo. Es la apertura en que el ser-ahí se hunde, según Agamben (Fleisner, 2015:39) aunque también la puerta que hace posible que algo aparezca y se muestre, al decir de Heidegger.(Ib.:40; Heidegger, 2000).
Grieta que abre a lo profundo de lo oscuro, pero también fisura o crisis, de una estructura ideológica rígida que se mueve  y se referencia por la lógica del protagonista.
Por ello es que emergen de ese fondo o vacío, unas piedras azules que se multiplican y que cuestionan el orden legal. Ellas son parecidas a discos como la luna, azules como aquella, todos atributos de lo femenino en contraposición a lo instrumental de la lógica que puede pensarse como patriarcal-masculina. Las piedras constantemente se engendran, como una manera del caos, están animadas, son numinosas, tienen poder o mana. En los mitos, el folklore y leyendas de diversas culturas ellas poseen propiedades mágicas como las churingas australianas que además de ser objetos de culto se las consideraba como partes del antepasado totem y de ahí sus poderes para que crezcan los frutos del campo y la fertilidad de los seres vivientes (es de recordar que ellas se las hallaban en grietas de montañas). En Melanesia son mágicas, sin olvidar que Orestes fue curado de su delirio por una piedra en Laconia. En Roma, la "lapis lineus" profetizaba cambiando de color. (Cirlot, 2006:368).
Pero es en la alquimia, y que Borges conocía y se interesaba, donde la piedra se hace filosofal y se constituye como el comienzo y la meta de la obra de transmutación. 
Los alquimistas creían que tenía propiedades para curar heridas y enfermedades, combatía la melancolía, proporcionaba riquezas, inmortalidad y era incorruptible. También expresaba a un salvador terreno dormido en la materia que el "opus" pretendía rescatar. Es la unión de los contrarios.
En el cuento la piedras se multiplican sin ningún orden, se desbordan, son excesivas, pudiendo pensarse como la manifestación de lo que Agamben entendía como vida, es decir como una potencia que incesantemente supera sus formas y realizaciones.(Fleisner, 2015:166). Pura potencialidad del no-ser en sus múltiples maneras de aparecer y que por ello asusta  y desconcierta a Craigie ya que se desbordan hacia potencialidades vitales nuevas que cuestionan su cosmovisión. Es un resto que excede sus límites.
Potencia que no se agota jamás, que interpela, que deviene y fluye, que no puede ser clasificable. Piedras que transforman lo inferior y físico en superior y espiritual y viceversa, que es a su vez un redentor y un ser maligno, que señala un camino del destino, cuestionando la subjetividad que se disuelve. Por ello es que Alexander dice en el cuento, que ellas son como Behemoth o Leviathan, las caras irracionales de Dios. Es lo que pone en entredicho el orden, la lógica, que es ambiguo y paradójico, que asume tanto la vida como la muerte. Todas las manifestaciones se abren a ser exploradas y por eso se atemoriza al protagonista que se desconcierta ante la irrupción en lo real de algo que no controla y que le es extraño.
Entonces el mendigo le dirige las palabras finales, cuando Craigie le entrega las piedras, diciéndole que ahora, al dejarlas y no atreverse a confrontarse con ellas y con un mundo distinto, le queda el hábito, lo cotidiano, la misma falta de brillo y esterilidad que siempre fue su vida. Pérdida de lo que lo interpela, de lo maravilloso fantástico y onírico. La grieta es la presencia de la nada, del vacío, desde donde las certezas se pierden en tanto pueda se transitada hacia su ser más propio y singular. Ahí se presenta la angustia, el extrañamiento y ante lo cual Craigie huye, restaurando el viejo sentido de lo familiar y cotidiano, de la conformidad y de lo colectivo de sus máscaras.
Desiste ante lo que se renueva, perdiendo la oportunidad de entablar un diálogo con eso extraño que viene de otra escena, que lo atemoriza. Esas piedras azules son algo que no pueden existir, que cuestionan sus certezas, que están fuera de la norma. Lo atraen, lo fascinan pero también teme enloquecer, en una serie de sucesos que interpelan el principio de realidad.
Lo cotidiano es invadido por lo extraño, lo onírico y sombrío, como si las piedras descubrieran una configuración oculta, atroz, que lo atormenta. Que son imágenes corpóreas, con densidad y peso, que se oponen al concepto y a la abstracción. Parecieran ser el reverso de lo positivo y de ahí la comparación que hace el protagonista con los monstruos bíblicos.
Así el cuento propone la presencia de lo siniestro, de eso que no debería estar pero que sin embargo se hace presente como extraño. Asimismo pone en tensión la cosmovisión de Craigie, pero que es invalidada cuando pretende enfrentar lo que le está ocurriendo con los axiomas y postulados de la ética de Spinoza. Borges plantea todo un sector oscuro que la razón instrumental deja fuera de la vida, aunque propone esa grieta como vacío sin fondo, desde donde se forman los sueños y lo maravilloso de esos discos azules y que descubren otros niveles de la realidad, que puede marcar un destino en tanto se atreva a transitar por eso inusitado.



Bibliografía:

Borges, J.L., 2011: Tigres azules: en Obras Completas (vol.III). Bs. As.:Sudamericana.
Campbell, J., 1992 :El héroe de las mil caras. México: FCE.
Cirlot, J.E., 2006: Diccionario de símbolos. Madrid: Ediciones Siruela.
Carotenuto, A.,2001: L´ultima Medusa. Psicología de la fantascienza. Milano: Tascabili-Bonpiani.
Fleisner, P., 2015. Bs. As.: EUDEBA.
Freud, S., 1974: Lo siniestro en Obras completas (vol. VII). Madrid: Biblioteca Nueva.
Hiedegger, M., 2000: Tiempo y ser. Madrid: Tecno.
Jung, C.G., 1992: Simbología del espíritu. México: FCE.
Jung, C.G., 2008: Aion. Bs. As.: Paidós.
Massuh, G., 1980: Borges: una estética del silencio. Bs. As.; Editorial de Belgrano.