lunes, 2 de marzo de 2015

ARIADNA Y DIONISOS: DEL ENAMORAMIENTO A LA SINGULARIZACIÓN.

Dionisos y Ariadna.


La experiencia del enamoramiento se propone como un momento central en la constitución de una pareja, donde se pretende vivir ilusoriamente la recuperación de una completud perdida, del  restaurar una fractura originaria. Pero el transcurrir del tiempo, del devenir, pone seriamente en cuestión esa esperanza fugaz y comienza a descubrirse el verdadero rostro de la pareja y de uno mismo, y en que las idealizaciones mutuas dan paso a percepciones más realistas de los amantes. Situación esta que algunos denominan como de Amor, sucediendo temporalmente al enamoramiento.
Ahí es donde puede iniciarse una diferenciación y un reconocimiento de las singularidades mutuas de los partenaires, creando un proyecto existencial común.
Es decir, podría pensarse como un transcurrir desde la repetición en la pareja, de vínculos arcaicos familiares y de identificaciones narcisistas y repetitivas a la emergencia de lo nuevo y creativo, de cualidades distintas de aquellos, en donde el deseo y el proyecto impulsan hacia un futuro compartido.
Pero este proceso no es sencillo e implica crisis y sufrimiento, ya que hay una reorganización de lo que se imponía de lo igual, y aquí es donde pueden intervenir como cura toda una serie de expresiones simbólicas que hacen al acervo de la cultura como son los relatos míticos. Ellos hablan, dicen, de esas vivencias originarias otorgando la posibilidad de reflexionar sobre ellas y hasta de transformarlas.
Dentro de la riqueza de los relatos mitológicos griegos, proponemos un recorte y que durante miles de años han despertado el interés. Personajes como Teseo, Dionisos y Ariadna han cautivado no solo la imaginación, sino también la reflexión, de filósofos como Friedrich Nietzsche y Gilles Deleuze.
En la isla de Creta, un monstruo mitad hombre y mitad toro, el minotauro, vivía dentro de un laberinto al cual eran llevados siete varones y siete mujeres, todos jóvenes, para ser sacrificados por ese ser y morir devorados. Teseo, entonces, se decide poner fin a esta situación matando al minotauro, pero para ello es necesario poder conocer la salida del laberinto. Así es que Ariadna, la hija del constructor del recinto, le proporcionará un hilo para que pueda seguirlo desde su interior y salir del mismo. Ahora bien, Ariadna pone una condición: que Teseo de case con ella. Y él acepta. La acción se cumple y luego de haber matado al monstruo, la pareja huye de Creta en un navío. Aunque al pasar por la isla de Naxos, Teseo incita a Ariadna a descender para abandonarla.
Pero a la joven sola y sufriendo, le sucede un hecho que va a modificar su destino: se le aparece el dios Dionisos y que la va a hacer su esposa, llegando a ser inmortal al convertirse en una constelación.
Estos relatos de sumo interés pueden ser pensados en dos partes. La primera, la relación de Teseo y Ariadna, su compartir la muerte del minotauro y en donde es necesario detenerse. Teseo cumple con su rol de héroe, mata al toro-hombre, pudiéndose interpretar a este como expresión de lo vital, de lo pulsional, de lo inconciente arquetípico. 
Asimismo, Teseo se presenta como lo que simboliza a la razón, lo instrumental, la voluntad dominadora y técnica, lo que fija en una forma de poder. Yo heroico que enfrenta y pretende acallar a lo que deviene, a lo que fluye vitalmente. Choque de lo estable, de lo único, frente a lo cambiante y múltiple. 
Pero también Ariadna, como doble del héroe, le proporciona el hilo para salir del laberinto, haciéndose parte de esas mismas actitudes de Teseo, y que Deleuze interpreta como manifestación del conocimiento y de la moral del resentimeinto ya que no deja desplegarse a lo espontáneo y vital, es más lo asesina.
Cada uno de los miembros de la pareja, en esta acción común, cree encontrar en el otro aquello que le falta, haciéndose complementarios en un vínculo especular, donde no se es sin el partenaire.
Y aquí es donde el mito abre una posibilidad de cambio y de reflexión acerca del vínculo de pareja. Ariadna es dejada en la isla de Naxos y entonces, el pacto entre ella y Teseo se rompe. La soledad y el abandono, el sufrir, señala una apertura a una vivencia de crecimiento a la vez, de elaborar el duelo por lo perdido.
Ella se encuentra con Dionisos, quien no es un dios, tal como lo pensaron Nietzsche y Deleuze, sino una cosmovisión, un principio, una manera de encarar la vida. Es el sí, la afirmación de lo que deviene, de la transformación en todas sus manifestaciones, alegres y dolorosas, de vida y de muerte.
El abandono que sufre Ariadna, es un aligerarse, un poner en cuestión las identificaciones narcisistas. Un transitar desde la repetición de vínculos arcaicos incestuosos, de complementaridad alienante a lo creativo de un proyecto orientado a la apertura de múltiples posibilidades, para encontrarse con la propia singularidad.
Dionisos es lo ambiguo, lo incierto y contradictorio, lo ambivalente, lo cambiante y lo que no se estabiliza en una forma yoica cerrada. Mientras que Ariadna, como el sí a esa vitalidad, como afirma Deleuze, desde donde emerge un centro propio y donde ya no es necesario ser reflejado por otro para existir.
Ambos suponen un abandono de perspectivas heroicas, de afirmación de máscaras narcisistas, para dar lugar a lo singular en una relación de Amor con un otro, sin alienaciones especulares donde solo se es si se ubica como objeto del deseo del otro a fin de intentar taponar la carencia de ser. 
El pensar poetizante del mito, de los símbolos arquetípicos, pueden abrir un universo de posibilidades. Así, y en un primer momento, Teseo y Ariadna, y especialmente ella, crean un vínculo donde se busca en el otro lo que le falta. Se es feliz cuando el otro responde a sus esperanzas y se sufre cuando no las realiza.
Pero, y en un segundo momento, Ariadna es abandonada por Teseo y a pesar del sufrimiento que ello supone se inicia un proceso de desidentificación, de elaboración, de apertura a lo que se despliega sin forma fija, predeterminada. Lo nuevo puede mostrarse, entonces, pero para ello es necesario un transcurrir por esa crisis de la separación, de un "descenso a los infiernos" y que expresa la isla de Naxos, de una muerte simbólica donde se cuestionan los viejos pactos y acuerdos de la pareja.
Y aquí es donde interviene Dionisos, como principio de afirmación de la vida, de lo creador y transformador y que se interrelaciona con Ariadna que también es un sí a ese sí vital. Los roles anteriores se van fragmentando en su rigidez, así los masculinos como máscaras de heroicidad o de pasividad tal como se pretende de los femeninos a partir de la presión cultural.
Por lo tanto, los personajes del mito presentan un espacio de experiencia para encuentros creativos y curativos, resaltando el valor fundamental que posee el registro simbólico para un hacer frente a las vivencias fundamentales de los humanos. 
Para concluir, es posible pensar el enamoramiento como un momento de la relación amorosa donde no hay un reconocimiento del otro en tanto distinto, sino que se carga con los anhelos ilusorios a fin de sanar arcaicas decepciones afectivas, de origen familiar, mientras que la salida de esa fase necesaria pero transitoria hace posible llegar a relacionarse con otro/a a través de la diferencia, y que desde la singularidad, construir un camino compartido, sin alienaciones mortíferas. Sí mismo que comienza a desplegarse en su unicidad.


BIBLIOGRAFÍA

Deleuze, G.: Crítica y Clínica. Barcelona: Anagrama, 1996.
Nietzsche, F.: Así hablaba Zaratustra. Bs. As.:Siglo Veinte, 1991.
Nietzsche, F.: Ecce Homo. Madrid: Alba,1996.