lunes, 27 de agosto de 2012

De la manera en que un enano oligofrénco le salvó la vida a Sigmund Freud.

Diego Velázquez: Don Sebastián de Morra. (1645).



Los devenires de la vida van adquiriendo un diseño, un dibujo, un esquema o forma, y donde en principio pareciera que son azarosos,  cuando se los mira desde cerca se cargan de sentido.
Momentos críticos, de pasaje, situaciones límite, como las llamaría Jaspers, se convierten en núcleos vitales que condensan sentido.
Y así es que pueden pensarse en una serie de sucesos significativos en donde se vio involucrado Sigmund Freud y que, creemos, no le pasaron desapercibidos.
El 20 de abril de 1923 Freud es operado de leucoplasia en Viena, en el hospital de Hajek. Se le resecciona el paladar derecho anterior con apertura del seno maxilar. Es de resaltar que la clínica carecía de comodidades para esa operación y luego de dos horas de efectuada la misma, el maestro vienés es acostado en una camilla en una sala no preparada para la convalecencia. Mientras tanto la herida del paladar se le abre y comienza a sangrar de manera profusa. Freud había concurrido solo, nadie del personal se hallaba en ese momento y comenzó a ahogarse por la sangre. Incapaz de moverse, le salva la vida un enano oligofrénico que estaba a su lado y que salió a pedir ayuda.
Estos hechos, pensamos, tienen un profunda significatividad o sincronicidad, y en donde uno de los mayores pensadores de todos los tiempos es salvado por un débil mental y del cual no se sabe siquiera su nombre. Esta circunstancia no dejó indiferente a Freud ya que hizo colocar en la sala de espera de su consultorio, una reproducción de Velázquez de aquellas extraordinarias pinturas que realizó sobre enanos.
Ahora bien y a fin de acercarnos a lo conjetural del ensayo, es interesante pensar que ese día del 20 de abril de 1923 y donde asomó de manera clara el rostro de la muerte, los hechos adquieren un sentido que rompe con lo habitual y que no son extraños al acto psicoanalítico. El sabio vienés, herido en el órgano que emite la palabra y que siendo esta la apertura a un universo desconocido, que posibilita la cura, es salvado por un enano oligofrénico, alguien de pocas capacidades para reflexionar.
Así es que lo simple, lo débil, lo despreciado, lo que se rechaza,  se hace sanador. Pero aquí es donde tal vez se nos permita pensar en el sentido de estas situaciones, ya que esto que sucedió es semejante a lo que descubre el psicoanálisis. Es decir la manifestación de lo que rompe con lo continuo, el traspié, el fallo: herida que se abre, la sangre que lo ahoga, un oligofrénico que sabe lo que debe hacer. Pero también enlace asociativo con un sueño que tuvo Freud veintiocho años antes (1895) y que es uno de sus más estudiados, El sueño de Irma, pero que ahora toma cuerpo en lo real, no ya en el paladar de su antigua paciente y que tenía las placas blancas semejantes a las que tuvo Freud y que motivó su operación, sino en el suyo, en su propia corporeidad.
Tiempos y espacios que se relativizan y que ocurre cuando hacen presencia las formaciones de lo inconciente, los sueños, los tropiezos, cargándose con núcleos de sentido.
La práctica analítica escucha aquello que es despreciado -como el enano oligofrénco-, y así presta atención al sueño, al error en el habla, al gesto discordante, al recuerdo encubridor, a lo que dice el cuerpo y que por todo esto pone en cuestión la razón instrumental, la imagen narcisista del yo que cree ser quien cree ser.
Lugar de lo que rompe con lo acostumbrado, del corte o del acontecimiento. Cuestionamiento de la identidad fija y que abre a una multiplicidad de sentidos.
Así ese día del 20 de abril de 1923 en que pareciera que se hubiera dado una conjunción de muchas perspectivas que desencadenaron un acontecimiento cargado de sentido, lo que sorprende. Discontinuidad, crisis por un evento imprevisto, diversidad de miradas que cuestiona el narcisismo de un yo inflado de megalomanía. Situaciones límite, cercanía de la muerte, diagnóstico de cáncer, pero también la muerte ese mismo año de su nieto Heinele, reaparición en lo real de ese sueño de 1895, en donde busca evitar hacerse responsable de los errores cometidos con su paciente Irma, relación con su hija, con su esposa. Circunstancias que no son ajenas, sino que se entrelazan, en que el tiempo y el espacio se relativizan, como en lo inconciente, donde lo que irrumpe, como ese enano oligofrénco salva, salus, se hace íntegro. Mirada a lo nimio, a otras formas de pensar donde no estoy yo, sino que eso habla con sus particularidades de estructura, distinta de la vida conciente. Semejanza con aquel viejo rey pescador en uncastillo donde había un grial y que herido en su muslo solo será curado por un jóven de corazón puro, un sabio-tonto, un Parsifal. Cercanía de lo simple, de lo que es antiheróico, para llegar a ser quien se es.