jueves, 29 de julio de 2010

Reflexiones acerca de dos cartas del tarot de Marsella.

El Mago. Tarot de Marsella.


Es posible entender a la vida humana como una travesía, un viaje, en donde los hombres se confrontan con fuerzas interiores y exteriores que van marcando y señalando caminos que algunos han dado en designar como destino, vocación. Ese llamado, ese vocatus, esas voces que en un principio son extrañas y a veces solo un susurro, pueden ir iniciando un despliegue de posibilidades vitales. Es aquello más íntimo y secreto que se expresa no en la razón utilitaria sino en las imágenes oníricas, en ciertos presentimientos y hasta en sensaciones viscerales, donde dicen y a la vez ocultan.
Asimismo no son fáciles para entablar un diálogo, de escucharlas y esto porque hacen a lo más peculiar y a lo que Jung denomina
sí-mismo, y que al apartarse de lo interpretado socialmente se presentan como angustiantes, por lo que pueden ser ignoradas o rechazadas activamente. Pero, y esto es uno de los más importantes descubrimientos del psicoanálisis, todo lo que se reprime retorna como síntoma.
Por esto es necesario que los hombres descubran que no son huérfanos y que se encuentran como eslabones en una cadena simbólica con los arcaicos ancestros de su género y pudiendo estos convertirse en mentores de iniciación. Así es que se los humanos han elaborado estas vivencias que hacen a un transitar hacia sí mismo a través de distintas expresiones que brinda la cultura y que hasta cierto punto coinciden con las experiencias que caracterizan al psiquismo individual. Ellas se inscriben en un devenir, en un fluir que amalgama lo socio-cultural y lo personal para llegar a ser quien auténticamente se es.
Entonces, y para tal fin, es que haremos mención a dos cartas del Tarot de Marsella y en las cuales es posible percibir toda una serie de símbolos que pueden ir, en tanto sean percibidos y meditados, despertando y estimulando energías e imágenes arquetípicas. Los símbolos que allí aparecen conforman un momento de ese transcurrir, pero queremos hacer incapié especialmente en dos naipes que cuyo contenido central constituye a la masculinidad.
Si bien ellas tienen elementos que remiten a su significación específica, es posible entenderlas como
símbolos o como la mejor forma y expresión de hechos psíquicos desconocidos y a través de la analogía. Estos están cargados de significación y la tarea del hombre será la de extraer el sentido que poseen en una relación dialógica. Ellos aluden no definen, no son conceptos sino imágenes, por lo que instigan al pensar pero también al sentir y al intuir a través de una expresión sensible de colores, formas, metáforas, etc. Su manifestación hace a una de las peculiaridades fundamentales de los humanos y en donde su confrontación conciente puede señalar caminos vitales en las dificultades y crisis de la existencia.
Las cartas del Tarot muestran estos momentos, por lo que la discusión dialéctica con ellas da la ocasión para que se activen los contenidos arquetípicos que se catalizan por medio de los naipes.
Ahora bien, intentaremos acercarnos a dos de la cartas de este enigmático juego y quizá dejando momentáneamente un aspecto principal que es la evolución y transformación de las distintas figuras del mazo. Transcurrir por los diferentes arcanos mayores se presenta de manera semejante al proceso de individuación, es decir a una confrontación dialéctica con las diferentes imágenes que van emergiendo de lo inconciente para su asimilación e integración y en un desarrollo desde lo indiferenciado a una mayor concientización de los símbolos arquetípicos y que constituyen el
sí-mismo.
Entonces, la carta n°1 da inicio a este proceso y que es
El Mago, figura que pone en juego los dinamismos arquetípicos, que como lo inconciente, genera imágenes y fuerzas. Aquel lleva un sombrero con el emblema del infinito, es decir de la totalidad, y que a través de amores y odios, fascinaciones y repulsiones, visiones y sueños, posibilita que el yo tenga que prestarle atención e intentar comprender qué es lo que le está pasando. Puede ser una crisis, un fracaso amoroso, un éxito al que se teme y en donde la circunstancia hace que los hábitos caracterológicos que hasta ese momento permitían afrontar la vida sufran un resquebrajamiento y comiencen a infiltrarse esos símbolos, fuerzas, sensaciones, y que son puestas en acción por El Mago con su varita.
Pero lo interesante es que este no es solamente un proceso destructivo, sino el inicio de una transformación y tal como aluden los objetos que se representan sobre la mesa, en especial la esfera amarilla que sostiene con su mano derecha. Ella es una simbolización del
sí-mismo, de aquello que en su despliegue se llegará a ser como la singularidad más íntima de la personalidad. Su color hace a lo solar, a la conciencia que conoce y auna los diversos pares de opuestos que deberán ser integrados. A su vez, el cuchillo también alude a lo que discrimina y diferencia en un trabajo intenso.
Pasando a la otra carta que nos interesa por su acercamiento a la masculinidad, nos remitiremos a la n°4,
El Emperador. Ahí se observa a un personaje coronado que en su mano derecha sostiene un cetro con una esfera en su punta que termina en cruz y a su lado un águila amarilla. Esta figura expresa la necesidad de al dar comienzo del proceso de individuación una afirmación en la realidad, en lo terrenal. El cetro amarillo y la esfera conlleva la determinación de ir aceptando e integrando concientemente, y en una decisión, las imágenes y dinamismos que se van configurando. La autoridad, la energía, la resolución de expresar las fuerzas masculinas que comienzan a surgir, lleva a que se produzca un cierto enfrentamiento con formas psicológicas antiguas, con habitos infantiles y familiares que solo pueden ser superados en tanto se establezca un contacto con símbolos masculinos que impliquen iniciativa, coraje y hasta ferocidad.



La esfera del cetro alude a la meta que no debe perderse de vista que es la realización de sí y la conjunción de las diversas oposiciones que constituyen al psiquismo. Trabajo este que requiere esfuerzo, confianza y vigor concientemente asumidos. Pero lo que se hace necesario destacar es que estas imágenes en tanto son catalizadoras de dinamismos arquetípicos, deberán ser asumidas e integradas pero como distintas y diferenciadas del yo, ya que en caso contrario se establece un estado narcisista o de inflación. Por ello es que el proceso de individuación es la ocasión para un encuentro e integración con todo ese territorio de potencialidades, pero a su vez, de una distancia desidentificadora con estas. Lo arquetípico es algo común a todos los hombres, un tipo, y solo se le otorga una conformación individual a través de su personalización, de darles una peculiaridad propia, circunstancia que es posible en tanto se los asuma concientemente.



Así es que las dos cartas que hemos presentado, se presentan como portadoras de imágenes y fuerzas que son características de la masculinidad arquetípica. El Mago es la expresión de la activación de ese sector que genera, articula y compone imágenes y símbolos más allá del control de la conciencia. El temor, la desconfianza y la angustia, hacen a su encuentro, ya que aquel actúa según sus leyes y designios y donde el control yoico y voluntario se relativiza.



Pero justamente a partir de esto se comienza a percibir una intención desconocida que permite una apertura y descubre caminos hasta entonces no transitados. La segunda carta, El Emperador, concretiza este mundo imaginal y donde como símbolo masculino abre hacia aspectos arquetípicos que trascienden al yo. Su encuentro lleva a que los varones puedan saber a donde se dirigen, cuales son sus deseos más íntimos y qué es lo que voca en su vida a fin de encontrar un sentido más allá de las alienaciones culturales y familiares.

martes, 13 de julio de 2010

Símbolos y energías masculinas en la figura del dios hindú Shiva.

Shiva danzante. Siglo XI d. C. (Arte Chola).



Desde la psicología analítica se postula que el psiquismo humano se desarrolla y manifiesta como un interjuego dinámico entre los más variados pares de opuestos. Esto se hace posible por la actividad de las representaciones simbólicas que se originan en aquellas fuentes matriciales que son los arquetipos.

Las civilizaciones, especialmente cuando se convierten en alienantes, pierden el contacto con ese fundamento pulsional y simbólico que es lo inconciente colectivo. Así es que las identidades que van estructurando la personalidad se proyectan y se constituyen a partir de lo que se desea ser según cánones propios o ajenos, y no desde lo que auténticamente se es. De aquí se da la ocasión para la emergencia de situaciones psicopatológicas ya que lo conciente y lo inconciente se desenvuelven hacia metas distintas y hasta antagónicas.

Pero es en la identidad masculina donde van surgiendo símbolos y dinamismos arquetípicos que no siempre son aceptados por la cultura en donde aparecen, y en donde los estereotipos que se imponen llevan a circunstancias de problematización tanto personal como social. Pero a su vez existe la oportunidad de encontrar estas manifestaciones arquetípicas en el tesoro de las representaciones míticas y para ello nos parece interesante hacer algunas acotaciones sobre una figura del panteón hindú como es el dios Shiva, el radiante o el dichoso, y podrían convertirse en un punto de discusión en lo referente a la búsqueda de la masculinidad.

Para ello hay que destacar que es la expresión de un personaje de carácter ambiguo, de aspectos luminosos pero también oscuros, antinómicos y paradójicos, siendo esto semejante a algunas de las cualidades que hacen a lo inconciente. En la medida en que el hombre pueda de alguna manera establecer contacto con esas fuerzas e imágenes arquetípicas le es posible asimilar e integrar todo un vasto sector psíquico que le es que es desconocido y por lo tanto inconciente. Para tal fin las expresiones artísticas y míticas se transforman en los medios que permiten el despertar de esos símbolos que se hallaban en estado potencial.

La figura de Shiva da curso a imágenes y energías que son dificiles de integrar por los varones en la cotidianeidad. Así facetas y cualidades oscuras, destructivas, de desequilibrio de lo estable y de lo establecido son partes de su actividad y en donde para que la realidad del cosmos siga su curso es necesario que las formas sean disueltas para ser transformadas y justamente Shiva es quien lleva a cabo esta tarea. A través de su danza se ponen en movimiento el fluir del universo con ganancias y pérdidas, con la destrucción y con la creación. Por ello es que entre sus nombres se lo menciona como El Gran Tiempo.

Esto será un aspecto de problemática integración en la vida de los hombres ya que el cambio y la transformación suponen la angustia y que hace a un momento de paso o de pasaje de un estado a otro y en donde se abandona lo viejo para dar lugar a la incertidumbre de lo renovado. Es el que se presenta en algún momento de la vida como el que va a desencadenar una crisis, con todo el sufrimiento que ello conlleva. Su cercanía con lo infernal alude a estos aspectos y por ello es que se lo llama Señor de los duendes.

Pero también este dios es el maestro de la meditación y del ascetismo, es decir quien conduce al recogimiento y al pensamiento para saber lo que debe caducar y asumir el riesgo de dejar las seguridades de lo establecido. Por esto su enseñanza de la transitoriedad de los seres y la necesidad de comprensión de este proceso.

Otra de las cualidades que hacen a su veneración es su forma de linga o de falo sagrado, circunstancia que alude a su potencia generativa y fecundante pero sin dejar de señalar a la expansión del placer de lo sexual. Energías estas que son partes constituyentes de los varones y de su necesidad de asimilarlas y en donde el falo ya no es solo aquello que culmina nada más que en una relación sexual sino que propone una conjunción con lo opuesto a cada uno, a reencontrar lo femenino psicológico y que Jung denomina como anima. La representación plástica que presentamos muestra al dios con un aro masculino en su oreja derecha y otro femenino en la izquierda, alusión a que las dos características sexuales son parte de su ser. Así es que en el pensamiento hindú se le da el nombre de Shakti a su pareja y consorte divina.

Potencia de lo sexual que señala a la unión de lo separado y a percibir imágenes y fuerzas que van más allá del control yoico. Situación esta que es indicada por la larga cabellera desgreñada, mostrando que su ámbito de actividad va más allá de lo apropiado, de las buenas costumbres, de la domesticación que establece la convención y moralidad de los social. Es un mendigo que peregrina, que deja lo que ata para encontrarse a sí mismo, en un deambular que significa los más variados estados del ser a descubrir y conocer, manteniendo la libertad ante lo creado y que se indica por el pie izquierdo cuyo talón está levantado.

Pero así como destruye también posee la misteriosa energía creadora que es señalada por los brazaletes que llevan sus brazos y tobillos y que son serpientes vivas simbolizando la energía creadora de dios o kundalini. Por esto es que hace a un despertar de un estado de inconciencia para ir ascendiendo por los distintos chakras que hay en el cuerpo de los hombres y arribar a un estado de iluminación y de unión con lo divino y siendo posible entenderlo como lo que en la psicología analítica se llama proceso de individuación, es decir de llegar a ser sí mismo.

Así es que la figura de Shiva se convierte en la expresión de símbolos y fuerzas que pueden transitar por el cuerpo y la psíque de los varones y reconociéndolas como ajenas al yo. La transformación, el cambio, lo femenino y la potencia sexual creativa en todos sus aspectos, el salir de los estereotipos masculinos que lo alienan. Su acción pareciera que hace a la paradoja y a lo antinómico, muy distinto de la unilateralidad de los roles cosificados que constituyen las mascaras de los hombres.

Es decir que Shiva muestra aquello que circula y atraviesa como ,y por lo tanto universal, aspectos de la masculinidad que no se desarrollan, se conocen ni se integran. El hombre poco domesticado, intuitivo, espontáneo, que se guía por los signos y voces de eso que se llama inconciente, que puede comprender a través de un pensar meditativo la posibilidad y la necesidad de integrar los aspectos oscuros, de todo aquello que tan intensamente representan las imágenes de Shiva cuando su cuerpo se cubre de cenizas que son los restos de lo que dejó de ser pero también de la vida que puede recomenzar. Que es el pasaje de energías que hacen que la existencia se torne enriquecida aunque con riesgo, y que pertenecen a lo irracional numinoso. Lo húmedo y lo fangoso, lo que se descarta, los mitos, los relatos folklóricos, el arte, los sueños, pueden expresar a través de sus formas todo este potencial que da la oportunidad al varón de entablar un diálogo fecundo e integrador con esos aspectos de su psiquismo que pueden ser causa de temor, ya que no entran dentro del canon cultural, pero todo ese sector que hace a lo imaginario y simbólico con sus motivos arquetípicos y por lo tanto de sentido, se pueden convertir en la ocasión de asimilar esas energías que han sido desplazadas y hasta reprimidas.
Su conocimiento, su confrontación de por sí nada fácil, se transforma en la tarea y meta de la individuación, es decir del encontrarse consigo mismo y, especialmente, con algo mayor y superior al yo (no debe dejarse de mencionar que lleva el nombre de El de los tres ojos). Se rompe el encierro narcisista y alienante para recrearse por lo que se conforma como fundamento del hombre: lo superior y lo inferior, la vida y la muerte, la creación y la destrucción y que son los momentos que en tanto sean ocasión de simbolización pueden establecerse como la enseñanza del dios, que siempre peregrina y que siempre danza como buscador eterno de la verdad y que da la posibilidad de que los hombres se incluyan en este movimiento que toca todas las facetas de la existencia.

domingo, 11 de julio de 2010

Lo transpersonal masculino en dos relatos mapuches.

Guor. (Zorro). Tejido ranquel.



Para mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo.



Los mitos, los cuentos, los relatos, actúan como activadores de estratos psicológicos muy profundos que hacen a lo inconciente arquetípico. Estos son los fundamentos de la psíque que se constituyen en formas de significación en la vida de los hombres. No es por azar que durante el transcurrir de los siglos y en las más diversas sociedades se perciban temas y motivos semejantes en sus producciones simbólicas ya sean estas orales, escritas, plásticas, etc., y que su aparición responda a profundas necesidades humanas.


Ernst Cassirer entendía al hombre como un animal simbólico donde la posibilidad de generar símbolos le daba su cualidad humana. Asimismo son de importancia principal en las situaciones de crisis y momentos fundamentales de los hombres, ya que otorgan un sentido y la posibilidad de enfrentarlas de manera creativa, despertando energías que van más allá de sus referencias yoicas y voluntarias que hacen a su sola razón instrumental. Dinamismos e imágenes se imponen y hasta subyugan con la cualidad de un otro que caracteriza a lo inconciente arquetípico. Estos se constituyen como los cimientos del psiquismo y son ese fondo matricial que origina las peculiares formaciones simbólicas tanto a nivel personal como en una cultura determinada y dando oportunidad de un intercambio creativo y transformador entre esta y los individuos.


Pero asimismo, y como antes hicimos referencia, son aquello que conforman a las personas o sujetos y ese aspecto central que en su devenir vital posibilitará a la asunción de la masculinidad en los varones.


Ante cierta dificultad, tal como se da en las sociedades modernas de postularse creativamente con la propia identidad, el surgir de símbolos e imágenes arquetípicas pasan a ser de importancia central para el conocimiento de sí mismo y en el despertar de la subjetividad. La masculinidad es cosa de varones, es decir que hace a una cierta cadena simbólica y transpersonal entre los jóvenes y los ancestros. Para esto los antiguos ritos de iniciación han desempeñado un rol fundamental. Ahí no solo se desestructura una identidad infantil ligada a lo materno, sino que se da el ingreso al mundo espiritual y simbólico de lo masculino. Las pruebas que allí se llevan a cabo y que implican sufrimiento y castigos, incisiones y hasta mutilaciones, representan la muerte de lo antiguo y el paso a la recepción de los mitos y relatos, de las representaciones plásticas con sus significados peculiares y secretos del universo varonil adulto.


Lo masculino está ligado a lo cultural-social y por lo tanto implica una plasticidad de variantes mucho más extensas que lo femenino y en especial a lo materno, siendo los símbolos arquetípicos los que nos guiarán por este ámbito del genero. Así es que para ello haremos una sucinta referencia a dos relatos mapuches en que la discusión con la masculinidad se convierte en su principal motivo.


En el primero de ellos se cuenta que un viejo llamado Latrapay tenía dos sobrinos a los que se le impone como tarea el derribar un roble altísimo con dos hachas. Como estas son herramientas comunes les resulta imposible cumplir con su misión, entonces ruegan al Tokipillán, es decir al hacha del dios Pillán que les envíe dos mágicas para llevar a término su tarea. Luego de pedir cuatro veces al dios, las hachas descienden de las alturas y con ellas derriban al roble.


Pasando entonces a la interpretación del relato hay que mencionar a la figura del Pillán que era un dios arcaico que lleva el linaje de los ancestros y que mueve el rayo y desencadena el trueno, habita en los volcanes y maneja el fuego, es una fuerza que posee mana, numinosidad. Asimismo su arma es el hacha, símbolo de su poder y que adquieren quienes lo llevan.


Así entonces, los dos sobrinos del viejo Latrapay, deben cumplir con una prueba, derribar un roble, señalándose el obstáculo que deberá ser superado para arribar a la masculinidad, propia de las situaciones iniciáticas. El viejo introduce al joven, pero para cumplir una proeza casi imposible, derribar el roble y esto podría simbolizar una castración simbólica, árbol-falo, de la muerte del niño apegado a la madre pero para ello será necesario que las hachas sean entregadas por Pillán con su poder intrínseco o sustancia simbólica. Las comunes ya no sirven, es decir que es necesario que haya un cambio de nivel ontológico y que hace a lo espiritual de la masculinidad, es decir que se debe ser algo más que carne y hueso.



Es de recordar que Pillán también era un tótem o sea el antepasado común. Su expresiones simbólicas eran el rayo, el trueno, la violencia, el fuego, los sacrificios, como algunas manifestaciones de lo masculino numinoso a alcanzar por los dos jóvenes. Pero para ello será necesario el sentir y vivenciar ese poder que va más allá de lo inmediato del yo infantil.


Y aquí es donde se percibe la acción de los arquetipos y que solo poniéndose en contacto con ellos y comprendiéndolos se puede arribar a una identidad adulta y de significación. El relato al contarlo opera la activación de aquellos y cumple una función que podría entendérsela como de iniciática.


Pasaremos entonces al segundo relato donde se narra que un joven pretende tomar por esposa a la hija de un muy reconocido alfarero, un chalalafe, pero este le impone como condición la solución de ocho adivinanzas en donde no solo estará en juego su desposorio sino también su vida. La gran dificultad de aquellos lo lleva a la desesperación, pero la llegada imprevista de un cuervo y que el pretendiente reconoce como el espíritu de su abuelo guerrero muerto le otorga el don de la invisibilidad. Así es que entonces puede escuchar por boca del alfarero las respuestas que serán la solución exitosa a los enigmas y que le permiten obtener la autorización del padre de la novia para casarse.


Aquí nuevamente el héroe es puesto ante una situación vital como el matrimonio, pero el padre de la pretendida se convierte en un obstáculo casi infranqueable. Por esto es que surge como quien pone las pruebas para acceder a la virilidad como iniciador y con riesgo para su vida, pero la aparición del espíritu de su abuelo le otorga el poder de hacerse invisible. Así es que otra vez se accede a la cadena de los ancestros como transmisores simbólicos de la masculinidad y que en este caso la invisibilidad supone la espiritualización y la muerte, es decir entrar a un territorio de lo inconciente y a un mundo de valores del espíritu para poder convertirse en adulto y esposo. Las adivinanzas que debe responder son las pruebas iniciáticas en sí y las respuestas que obtiene del padre de la novia, es decir que en definitiva le son transmitidas por este, los conocimientos específicos a los que accedían quienes debían pasar por tales situaciones. Por lo tanto, el relato presenta toda una serie de símbolos que despiertan en los oyentes un conjunto de imágenes y dinamismos que permiten encarar creativamente un saber hacia la masculinidad. Si bien hace a la cultura mapuche, este cuento se halla con variantes en las más diveras regiones del planeta, circunstancia que señala la necesidad de su existencia y de su poder motivador.
Así es que estos cuentos es posible entenderlos como una expresión de un sustrato de la psíque que es el inconciente colectivo y especialmente de sus arquetipos. Y como los sueños que tienen un sentido que propende hacia un despliegue autorregulador de la energía psíquica o libido, y por esto tiende a un proceso de desarrollo evolutivo que lleva a un encontrarse consigo mismo, de llegar a ser quien auténticamente se es, los relatos y mitos también muestran cómo enfrentar y superar situaciones existenciales y especialmente aquellas que hacen a los momentos de pasaje y de transformación. Los conocimientos y las fuerzas de la vigilia no son suficientes para encararlas, pero solo la intervención de la cadena de los ancestros da la ocasión para enfrentar exitosamente las pruebas, uniéndose a un fluir que supera su peculiar situación individual. En el primer cuento el hacha desciende del cielo y es enviada por el dios Pillán, mientras que en el segundo la intervención del espíritu del abuelo muerto le permite hacerse invisible para solucionar los acertijos, convirtiéndose ambos en auxiliares fundamentales.
Mundo de varones con sus distintivos y característicos valores, espirituales y materiales y que hacen al tesoro cultural de los pueblos. Su paulatina desaparición a consecuencia de la globalización tiende a cerrar a lo masculino en falsos estereotípos que dificultan el despliegue de sus cualidades creadoras. Solo los varones más viejos inician a los varones más jóvenes y que psicológicamente significa que se actualizan potenciales que hasta ese momento se encontraban latentes y solamente en tanto se den las oportunidades culturales y sociales para su desarrollo. La ausencia de padres dificulta la asunción de la virilidad, quedando el joven sujeto al deseo materno y a un centramiento yoico y narcisista.
Para el varón el acceso a ese universo simbólico se presenta como la ocasión de un nuevo nacimiento, es decir de liberarse definitivamente de las sujeciones con sus padres para entablar un diálogo con los transpersonales y además, de poder insertarse en una cadena que posteriormente transmitirá a las generaciones más jóvenes aquello que se ha dado en llamar masculinidad.
Para terminar quisiera hacer mención a dos sueños tenidos hace dos días. En el primero estaba en una especie de mesa familiar con mi primo Carlos a quien le decía que yo tenía el escritorio de mi tío abuelo Enrique, que había sido entre varias cosas policía. Ahora era mío, como una herencia.
En el segundo me encontraba en el estadio de Huracán y cuando voy a entrar un policía me dice que debo quitarme las zapatillas para hacerlo. Le digo que no y entonces se pone muy alterado y me apunta con el arma en la cabeza. Otro policía que estaba a su lado trata de calmarlo y recurro a unos jóvenes que estaban a mi lado, pero me ignoran.
Así en los dos sueños se dan temas semejantes a los que tratamos en los relatos, es decir la iniciación, la herencia, la figura paterna peligrosa pero que es la que inicia con sus obstáculos. Por esto es que los sueños y los cuentos se hallan entretejidos con la misma trama.