jueves, 27 de mayo de 2010

Notas sobre algunos sueños como inicio en el proceso creativo en Franz Kafka.

Franz Kafka y Felice Bauer.




El desarrollo de la personalidad es un proceso dinámico que conlleva una dialéctica entre aquellos componentes propios que la integran. Pero para ello es necesario que tanto el yo como ese centro que le es supraordinado, como el sí mismo, entablen un diálogo que otorgue la posibilidad de una evolución que en la psicología analítica se denomina proceso de individuación.
Las diferentes circunstancias constitucionales, familiares, socio-culturales e históricas se van a constituir en la situación y en el territorio donde la persona, y por el hecho de ser arrojada, va a adquirir unas peculiaridades en su estructura de personalidad y que conformarán una manera específica para enfrentar la vida, tanto externa como interior.
El sí mismo aparece como el centro organizador y dinámico del psiquismo, pero al que le es indispensable una instancia dotada de conciencia como el yo, que imprimirá una conformación y las integrará a las distintas expresiones de lo inconciente como son las imágenes y símbolos arquetípicos, sean individuales o culturales como mitos, leyendas, etc. Así una de las principales manifestaciones del selbst serán los sueños, siendo estos la manifestación de la energía psíquica y que lo hacen a través de las representaciones simbólicas y en una relación compensatoria con los valores, sentimientos, ideales del yo conciente. Son lo vital que tienden equilibrar y a establecer un desarrollo psicológico con carácter energético y finalista. Las imágenes de los sueños no solo expresan las situaciones psíquicas de importancia para la persona en sus diferentes crisis y conflictos, sino que pueden señalar un camino para su superación.
Partiendo de estos postulados nos dedicaremos a estudiar algunos de los sueños de Franz Kafka (1883 -1924) y que él mismo relata en el diario que escribe entre 1910 y 1923. Allí se expresan imágenes arquetípicas como la sombra, el anima, lo paterno, lo materno, sus miedos, deseos, pero en especial, y este es el carácter del trabajo, cómo la vocación de escritor comienza a afirmarse y establecerse como lo más importante en su vida y en donde es posible percibir un ingreso, una inmersión, en toda una zona arquetípica que hace a la fuente de los procesos creativos. Asimismo esta tarea se convierte en interesante ya que los sueños y sus escritos a través de relatos poseen un cariz semejante y con una estructura similar. Por ello es que podremos percibir a través de esta introducción y en un período que comprende entre 1911 y fines de 1913 no solo como se van delineando algunos de los conflictos y peculiaridades de la personalidad de Kafka, sino que suponen el inicio de una actividad que sienta los fundamentos para la creatividad de uno de los mayores escritores de todos los tiempos.
Los Diarios constan de un total de treinta y un sueños y que se dan entre los veintitrés y los cuarenta años. Los primeros de ellos que comienza a registrar son del mes de octubre de 1911, y en le primero alude a un descenso a los infiernos, donde penetra en lo inconciente, en el campo simbólico de la Gran Madre. Esto es muy semejante a lo que narran el mito del héroe donde su travesía comienza por el ingreso a una zona peligrosa y desconocida donde se encuentran aquellas fuerzas e imágenes que en su vida conciente no dispone. Es de recordar que en el año 1912 Kafka descubre su mayor pasión: la escritura. Por ello es que esto coincide con los sueños que va registrando siendo una manifestación del proceso de individuación, y en uno de ellos relata que camina por un pasillo donde ve una hilera de habitaciones muy parecidas a un burdel, con escaleras que suben y bajan y en donde comienza a tocar a una prostituta con placer, para descubrir con horror que en su espalda tiene una manchas rojas. Asimismo aparecen personajes masculinos de baja condición pero que simpatizan con él, que en principio causábanle temor. Como antes decíamos, se representa un ingreso en un sector de la psíque donde el yo deja de lado sus referencias identificatorias, es más se siente impelido a abandonarlas, y en que hay un intento de entablar una relación con el arquetipo del anima, es decir lo femenino inconciente, pero que señala ciertos reparos por lo que le observa en su espalda. Hay que indicar que el rojo es el color de los sentimientos y de la pasión, siendo muy probable que suscitaran temor en el escritor, por esto es que el sueño finaliza con su amigo Max revolviendo dos papas y hundiéndolas en un plato de sopa, símbolo de lo sexual y que Kafka delega en otro personaje. Tampoco hay que dejar de mencionar al hombre de cualidad inferior que se presenta en el burdel con temor para el escritor y que termina como alguien con quien simpatiza, expresando este a la sombra, aquel arquetipo que conlleva todo lo reprimido de la vida conciente y que genera angustia. La unión de lo masculino y femenino hace a lo que se denomina conjunción, término que expresa la reunificación de lo conciente y de lo inconciente y que comienza a manifestarse en este sueño de Kafka, aunque delegándolo a otro personaje, hecho que era frecuente en la relación con la mujer.
Otros tres sueños de interés son aquellos en donde en uno de ellos ve un asno con pies de hombre muy largos y que se asemejaba también a un galgo, agradándole mucho. Luego sigue otro en donde conoce a un inglés que tiene la cara tapada con un género en el que solo ve los ojos y la boca, que se siente bien con él pero que no debe aceptar una invitación que le hace. En el último de ellos está con dos amigos prestos para partir en ferrocarril, pero que se detienen tanto en la ropa que deben llevar en sus baúles que perderán el tren.
Así es que aquí habría que detenerse para visualizar ese ingreso en lo inconciente que antes mencionamos y en donde la figura del arquetipo anima como prostituta expone cualidades que hacen temer al soñante, al igual que el hombre del burdel y al que puede darsele el nombre de sombra y que se presenta en el prostíbulo, igualmente como en la figura del asno con pies largos, acentuando lo fálico pero también de escaso desarrollo, el inglés de la cara tapada y en donde hay una ambivalencia entre el deseo de conocerlos y el temor a entablar relación con estos personajes que suponen aspectos oscuros, sombríos, eróticos de la vida y que no parecen estén integrados en la experiencia de Kafka, circunstancia que queda señalada por la escena donde pierde el tren por un celo excesivo por la ropa-máscara, que hace a los convencionalismos que carga como la metáfora del equipaje en el sueño.
Ya en noviembre de ese año también comenta un sueño en donde comienza con una muchacha que se aferraba aterrorizada al respaldo de una butaca en un teatro y que en la obra que se representaba tenía un papel masculino. Continúa con una escena con una serie de plazas circulares, que son símbolos mandálicos, de totalidad y de integridad, y donde finaliza con el derrocamiento revolucionario de una monarquía en un gran movimiento de masas humanas y con una pareja que pasea por ese lugar. Así en estos símbolos pareciera que se da una gran animación de lo inconciente y especialmente un cuestionamiento de todo aquello restrictivo, y que hace a los hábitos y valores morales que están dentro de la órbita de lo paterno a fin de hacer una transformación. Es de sumo interés los dos jóvenes que llevan a término al sueño ya que implica nuevamente la idea de la conjunción de lo masculino y lo femenino y que ya estaba anunciada en las plazas circulares que antes hicimos mención. Es decir que hay un dejar a lo viejo y tradicional para dar curso a una integración de lo conciente y lo inconciente, no sin cierto temor ya que hay que recordar que en el inicio el personaje femenino estaba muy asustado, aferrada al respaldo de la butaca, circunstancia que señala al anima del escritor y que hace a la posibilidad de dejar cierta inmovilidad que refiere a una figura que aún posee algunos rasgos masculinos y por ello ligada a lo materno, pero luego del derrocamiento de la monarquía establece un diálogo que ya es diferente de ese comienzo.
A los pocos días vuelve a soñar con una representación teatral y donde Kafka está sentado de espaldas al escenario y allí aparece un jinete que galopa y canta y donde también aparece una joven, igualmente de espaldas, desnuda que en su cuerpo tiene una mancha amoratada. El jinete llega a un clímax con el canto para luego decaer, y finaliza cuando ve a dos críticos que comen uvas y una linterna del escenario despide chispas, que ante su temor observa que otra persona se acerca a esta para vigilarla. Así el sueño llevaría a pensar que se dan ciertas dificultades para aceptar fuerzas e imágenes ligadas a lo sexual e integrarlas a la vida cotidiana, pero que van más allá de aquella esfera de la vida, para señalar a un temor a dejarlas expandir como dinamismos vitales que pareciera temer. Es significativo que anota en el diario, debajo del sueño, la frase: esta noche me sentí lleno de posibilidades penosamente contenidas.
Posteriormente sueña con un grupo de mujeres en un bosque y de gran voluptuosidad y que nuevamente indica el ingreso en lo inconciente, ya que en el varón este tiene signo femenino. Además se continuaría con el anterior en que mencionábamos cierto reparo en el dejarse llevar por lo pasional y que en este sueño se mostraría como desarrollándose y manifestándose.
En septiembre de 1912 relata un sueño en donde está junto a su padre ascendiendo por una pared y que era muy dificultoso. Asimismo se queja de que su padre no lo ayudara, para terminar con una visita al secretario de un profesor al que su aquel conocía. Aquí se dan los motivos de la actitud ambivalente hacia la figura paterna y la gran cadena de funcionarios que este representa como lo autoritario, pero por el que también desea ser ayudado el escritor.
Un sueño de importancia es el que cuenta a los pocos días del anterior, y en donde se ve en una escollera, a su derecha barcos de guerra y la ciudad de Nueva York. Pero le resulta muy placentero cuando observa que uno largos rodillos erectos giraban en el agua. Así nuevamente se dan símbolos que hacen a lo masculino y lo femenino en una relación que recuerda a lo sexual, pero lo que es de resaltar es que esto hace a la aparición de lo creativo en el arte de su escritura, en donde se da una relación entre lo conciente y lo inconciente. Tampoco es de olvidar que la vigilancia continua de los barcos de guerra, situación que indica que no puede gozar con plena seguridad y espontaneidad de ese espectáculo por aquellas presencias amenazantes y que podrían simbolizar a lo paterno que ya se daba en el anterior sueño, pero que también es su propio mundo interno restrictivo que ha incorporado a aquella figura.
En este período, el escritor refiere en su diario sentimientos de vacío y de una falta de sentido muy intensos. Esto puede estar reflejado en un sueño donde ve a cuatro funcionarios en un ministerio francés, destacando a uno que se halla sentado a la derecha con un perfil muy plano y con una nariz prominente. Si se considera al personaje del lado derecho como el que se halla en lo conciente o mejor dicho, el que hace a una identificación del escritor con él, además de sus características fálicas, destaca lo angosto y anguloso del rostro, es decir que le falta espesor, encarnadura, vida. Esta era una situación que ya se plantea en la vida diaria de Kafka en donde pareciera estar en el aire, con distancia de lo afectivo, situación que ya se hizo mención en algunos sueños anteriores.
Unos días más tarde sueña que una muchacha le trae una carta y que él lee y que posiblemente sería de la hermana menor de su novia, Felice. Mientras lleva a cabo esta acción alguien que está sentado a su derecha mira por su hombro lo que lee y Kafka le grita: ¡NO!. Es de recordar que en este año se dan una serie de crisis muy severas con su novia y la posibilidad de expansión en la vida cotidiana de lo significaba esta relación. Esta le era dificultosa y de difícil integración hecho que expresa el sueño en su final cuando los comensales lo miran con temor cuando grita.
Así es que hemos relato especialmente en los primeros sueños en donde comienzan a manifestarse el inicio de el gran proceso creativo, donde la inmersión en lo inconciente lo lleva a la contemplación de las imágenes que ahí actúan, tal como él mismo lo dice en 1913. Su vocación despunta con toda intensidad, pero también la dificultad para entablar una relación con la mujer y donde su imago inconciente, su anima, muestra cualidades que en algunos casos le inspiran temor además de deseo.
Hay un intento de dialogar con personajes masculinos que podrían darle la fuerza y la intensidad vital de las que carece, y que él mismo se queja por su falta, pero tampoco se decide a emprender una nueva aventura existencial y en donde la unificación de los diversos aspectos de su psiquismo, no los lleva a cabo él, tal como aparece en los sueños anteriores, sino otros personajes encarnados por sus amigos que lo relevan de esa responsabilidad en la vida. Faltaría un esfuerzo para darles forma, realidad material, sangre, a lo que le señalan los sueños, pero justamente esto es lo que evade quien puso al descubierto de manera única y genial la alienación de los hombres y en que él mismo pensó que a través de la escritura podría alcanzar la redención.

viernes, 14 de mayo de 2010

Un emblema creado por Fray Luís de León como símbolo para enfrentar una situación límite.

Emblema que Fray Luís de León comenzó a publicar en sus obras a partir de 1580.


Puesto que nada que no haya sido desgarrado
puede ser único e íntegro.

W. B. Yeats.


Las experiencias que los hombres padecen en su cotidiano vivir pueden llegar a entenderse como heridas que provocan un sufrimiento intenso, y algunas veces desmoralizantes, pero también se les puede otorgar un sentido y un significado, circunstancia esta que las enmarca en un contexto de simbolización. Los símbolos posibilitan encarar desde una distancia aquellas situaciones
crudas, pero asimismo son incorporadas en una historia de vida que se transforman en la ocasión no solo superar ese sufrir, sino también como un camino de desarrollo y que en la psicología analítica se denomina proceso de individuación. Justamente esto hace a una de las funciones más importantes del símbolo en donde una plenitud de significación lo hace vitalmente fundamental para reiniciar un transitar que momentáneamente había sido bloqueado.
Pero para ilustrar este postulado haremos referencia a una circunstancia decisiva de la que fue objeto uno de los máximos escritores del siglo de oro español, Fray Luís de León (1527-1591). Durante las disputas que en la segunda mitad del siglo XVI en torno a cuestiones teológicas, filosóficas y bíblicas que acontecían especialmente en la universidad de Salamanca, Fray Luís traduce del latín al castellano y con sus propios comentarios, uno de los principales libros de la mística erótica, como el
Cantar de los Cantares y no solo lo hace a pedido de un grupo de religiosas sino que se la dedica a una de ellas. Esto desencadena que en al año de 1572 y mientras estaba impartiendo clase en la universidad salmantina sea detenido y encarcelado por más de cuatro años por la inquisición en Valladolid, para finalmente ser absuelto.
Este hecho marcó profundamente al fraile agustino, circunstancia que lo mueve a estampar en los libros que va a ir publicando a partir de 1580 el emblema que presentamos arriba. Ahí se observa un árbol y a su derecha un hacha, enmarcados en un óvalo con la inscripción en latín:
ab ipso ferro. Fray Luís comienza a utilizarlo intencionadamente como forma de desafío y enfrentamiento hacia quienes lo habían encarcelado, pero lo que nos interesa resaltar es que tiene todo un proceso de elaboración psicológica que le permite simbolizar lo sufrido en prisión, asimilándolo a su transcurrir vital y hasta como una circunstancia de crecimiento personal.
Ahora bien, los elementos simbólicos que elige no son al azar ni fortuitos, sino que se corresponden con aquellos que poseen un sentido muy importante en las producciones psicológicas y hasta culturales de los hombres de todos los tiempos y lugares. Así es que destacaremos la inscripción que rodea al dibujo. Ahí se lee
ab ipso ferro que en latín significa: del mismo hierro y que es parte de un verso mayor del poeta Horacio que dice: del mismo hierro toma fuerzas y vigor, que pertenece a su Oda 4.4.
Por otra parte el dibujo muestra a un árbol y a un hacha, aludiendo al hierro que golpea, daña, poda al árbol, pero este rebrota a partir de la herida con más vitalidad que antes. De la adversidad se hace fortaleza, podría decirse.
Pero lo interesante es que hay toda una serie muy importante de significaciones que es posible señalar en el emblema y que le da la ocasión de ubicar un suceso particular y biográfico en un contexto transpersonal y por lo tanto de transformarlo terapéuticamente. Así, para centrarnos en los detalles, hay dos elementos antagónicos: el árbol que es podado y el hacha que golpeará. El primero se manifiesta como el medio de expresión de los más amplios sentidos y en las más diversas culturas. Es portador de totalización del cosmos en sus diferentes niveles, tanto sea en su génesis como en su devenir, donde no solo está estrechamente ligado a lo agro-lunar, al árbol de la vida, sino que resalta como fuerza ascencional, verticalizante, que hace la historia en su transcurrir y con un matiz de masculinidad, mientras que el primero remite más a lo femenino, circunstancia que le da un carácter de tipo bisexual.
Pero un aspecto de importancia es que indica a lo
resurreccional, y que si bien el árbol alberga como sarcófago, tumba, cruz de la muerte, útero y lo que permanece, también expresa lo que siempre retorna a la vida de manera cíclica. Es de recordar el mito de Osiris que luego de ser descuartizado por Set sus restos fueron albergados en el tronco de un árbol por la diosa Isis para retornar a la vida.
Así esto refiere a toda una temática de lo que nace, muere y resucita, abarcando las diferentes esferas de la existencia y como símbolo de totalidad. Fray Luís los elige ya que le permite transformar ese sufrimiento padecido durante su encarcelamiento y donde puede darle un sentido y significación en diferentes planos de su experiencia vivencial, como lo que cobija y crece, ligado al ámbito de lo femenino, pero también a lo masculino que se simboliza por lo que corta y poda y que da la posibilidad de renacer.
Ahora bien, el hacha alude a lo que mutila y daña, a lo que rompe la armonía. Esto es parte de un simbolismo que es característico de las armas cortantes, aludiéndo a lo racional, a las que separan, dividen, analizan, pero que asimismo señalan a lo abstracto, lo intelectual y
duro. Es de recordar que en esos momentos había un muy intenso enfrentamiento ideológico y el hacha indica a todo un universo de actividad que es muy diferente del que representa el árbol. La obra de Fray Luís, y solo basta recordar que el libro que le cuesta su prisión fue un texto ligado a la temática de lo erótico religioso, hunde sus raíces en lo que deviene y se transforma, a lo que unifica las oposiciones y cuyo mayor medio es el amor. No podemos dejar de recordar que algunos de sus contemporáneos tuvieron graves problemas por el tratamiento que hicieron del Cantar de los Cantares. Es decir que hay toda una línea de pensamientos que el árbol, con todo lo que de vegetal y lunar expresa, presenta una ruptura con aquello que hace a lo estático y dogmático, rígido, y que es manifestado por el hacha como arma que separa y distingue, que des-une. Es importante decir que el origen de la palabra símbolo tiene sus fuentes en la griega symbolon que significa lo que compone y que señalaba a dos pedazos de un mismo objeto que podían reunirse, mientras que aquello que separa se lo denominaba diabolon, término muy cercano fonéticamente a diablo, es decir lo que aisla las partes del todo.
Por ello es que su encarcelamiento es vivenciado por el gran literato como un padecer y que es simbolizado como un momento de pérdida y mutilación. Este difícil trance del cual no le es posible evadirse, no lo experiencia pasivamente, entregándose, sino que manifiesta una actividad simbólica que le otorga un sentido, pudiéndosela calificar como de una
disposición para una experiencia iniciatica en donde hay un sacrificio que es condición para un cambio de estado de existencia. Creemos que esto se expresa en los símbolos que elige para el emblema donde el árbol ya es un instrumento de sacrificio muy cercano a la cruz cristiana, pero asimismo hace a toda una cosmovisión, a una weltanschaung, que tiende a una renovación de lo caduco y de lo rígido, a lo que transforma yque no se halla lejos de todo un simbolismo que remite a lo materno arquetípico, donde se muere para reiniciar una nueva y distinta gestación.
Fray Luís vivencia lo acaecido como un proceso de
descenso a los infiernos, de un estar sepultado en una prisión, de castración, de una vuelta a lo oscuro y a lo informe, a lo caótico, pero que es elaborada y asimilada a través de las imágenes arquetípicas a las que recurre y que no son diferentes de aquellas que relatan los mitos en donde un héroe o un dios es sacrificado, desmembrado, torturado, para desde esta experiencia terrible retornar transformado en un nuevo ser. Esto es lo que retoma Fray Luís reactualizándo esos arquetipos que van a otorgarle la posibilidad de no solo enfrentar sino superar evolutivamente lo padecido.
Esto hace a la importancia que tienen los procesos simbólicos, ya que están cargados de una
significación transformadora. La situación es una expresión de un dinamismo arquetípico y que por sus imágenes se establece una oportunidad de reanudar un curso vital perturbado y detenido. De aquí lo esencial es establecer una dialéctica integradora con las producciones de lo inconciente, ya que estas poseen una acción numinosa que conmueve al hombre, convirtiéndose en función de paso o de trascendencia de una experiencia dolorosa y traumática.
La poda del árbol, es decir el sacrificio o el encarcelamiento que sufrió Fray Luís no lo llevó a un estado de derrota o de depresión, sino a la transmisión de la libido, como energía psíquica, a un equivalente simbólico que se convierte en una circunstancia espiritual y que desde una perspectiva iniciatica podría entenderse como de un
segundo nacimiento. Pero para esto es condición ineludible que haya padecido la herida y mostrar en su cuerpo su cicatriz que recuerda el tránsito por lo oscuro hacia nuevas formas de encarar las dificultades de la vida. Entonces el hacha ya no es lo que mata sino también lo que permite una transformación, circunstancia que muestra la capacidad regenerativa del psiquismo.

viernes, 7 de mayo de 2010

Hacia la búsqueda de la masculinidad a través de dos mitos.

Teseo matando al minotauro.



La noción de género conlleva una representación, una imagen que hace a la identidad sexual, circunstancia que implica toda una serie de concepciones que hacen a lo biológico, lo psicológico, lo socio-cultural-histórico. El concepto de masculinidad ha ido variando a través de las culturas y de los tiempos, circunstancias que hacen que no pueda considerarse como un hecho inmutable y establecido.
Así es nuestro propósito plantear desde una perspectiva psicológica cómo las situaciones vitales y evolutivas, aunque hayan sido negativas y desafortunadas, pueden ser la ocasión para ponerse en contacto con un basamento de fuerzas e imágenes arquetípicas y que, en la medida en que sean confrontadas y asimiladas concientemente, pueden operar como un medio o un proceso que signifique una transformación de la identidad sexual.
Y como antes hicimos referencia a lo arquetípico, se hace necesario plantear que los mitos y símbolos de las diferentes épocas de la humanidad se convierten en sus maneras propias de expresión, y para ello es necesario mencionar los que, a nuestro entender, exponen un desarrollo de la masculinidad y muy especialmente en los momentos de crisis en donde aquella es severamente cuestionada. Las variadas experiencias psíquicas que se dan ante las ocasiones que presenta la vida se inscriben cono interrogaciones sobre los valores, proyectos, creencias, hábitos, que hacen a la identidad que de sí tiene el varón. Pueden haber sido hechos del pasado en relación al ambiente familiar y especialmente con la figura paterna, como por acontecimientos actuales que se transforman en hierentes. Las nociones que de sí se tienen no pueden darles respuestas adecuadas, circunstancia que que hace posible un cambio de rumbo vital y la emergencia de fuerzas y símbolos que no habían sido tenidos en cuenta ni se los conocía por ser inconcientes.
Esto se presenta en las narraciones que comprometen al acerbo de los tesoros culturales, principalmente a los mitos que posibilitan acceder a un sentido sobre lo que está experienciando ese varón.
Así en primer lugar, algo ocurre que modifica lo que hasta ese momento estaba en equilibrio. En segundo lugar, comienza un período de sufrimiento que se vivencia como de pérdida, de abandono, de desvitalización, de soledad. Como tercera etapa, y en la medida en que el varón asuma concientemente este descenso a los infiernos, puede encontrar allí una posibilidad de renovación existencial, ya que hace a lo inconciente arquetípico que como núcleos vitales aportan sentido y significación. Y por último, en la medida en que se establezca una confrontación dialéctica con aquellos, que puede darse tanto desde lo exterior como desde la interioridad del sujeto, hay una reintegración a la vida de lo cotidiano.
Pero para esto nos resulta imprescindible hacer mención de dos mitos que señalan los períodos de pasaje, permitiéndonos interrogarnos sobre la masculinidad. El primero es el de Teseo. Recordando que este siendo joven debe partir para la isla de Creta con un grupo que componen siete varones y siete mujeres de edades similares, para ser sacrificados al Minotauro y como tributo que la ciudad de Atenas debía ofrecer al rey Minos cada nueve años. El héroe se compromete a suprimir esta calamidad y por esto es que idea un plan junto a su amada Ariadna para dar muerte al monstruo. Si bien hay diferentes versiones del mito, una de ellas dice que Teseo penetra en el laberinto para llegar a la cámara central donde estaba el minotauro, pero llevando un hilo de lana que le había dado su amada a fin de poder salir sin perderse. Una vez arribado al centro, espada en mano, da muerte al monstruo clavándosela en un ojo.
Aquí es posible detectar algunos aspectos significativos que hacen a lo masculino. En primer lugar a la transformación de un niño en hombre y la resistencia que encontraba en el viejo orden, representado por una figura materno-paterna negativa. Pero esto es justamente lo que convocaban los antiguos ritos iniciáticos y que expresaban que al varón no le adviene la masculinidad sino que debe conquistarla y, tal como Teseo, espada en mano y luego de un proceso de gran dificultad y riesgo. Así la muerte del minotauro es la posibilidad de convertirse en adulto dejando los deseos y esperanzas paternas al igual que lo devorador de estas figuras.
Pero para ello es necesario e imprescindible que el arma penetre en el ojo al monstruo. Esto tiene un profundo simbolismo y que hace al dejar la vista de lo exterior, de lo que se propone por lo social y lo cultural, para generar un estado de introversión, de un mirarse hacia adentro, para que desde la interioridad comenzar a interrogarse quién es este varón.
Pero para ello es imprescindible que penetre en el laberinto, que significa la muerte del yo infantil y la aceptación de su destino sin abdicar de sus fuerzas, enfrentando la situación que adquiere el carácter de vida o muerte. Es interesante destacar la figura de Ariadna, ya que se muestra como lo femenino que posibilita la salida de ese ámbito infernal y de sufrimiento, pero, y esto es lo que realza a lo masculino, debe ser Teseo , y solo él, quien se arriesgue en el combate, siendo esta acción de tal importancia que acaba con los sacrificios de de los jóvenes atenienses.
El segundo mito al que haremos referencia es el del Quetzalcoalt, antiguo dios de los aztecas y de otros pueblos de centro américa. Este también pierde su noción de masculinidad y especialmente por haber cometido incesto con su hermana, por lo que deberá iniciar un peregrinaje de purgación y que culminará con su renacimiento como la estrella matutina.
El mito presenta ampliaciones en donde este astro desaparece por ocho días para luego de su muerte renacer como Venus uniéndose con el sol. Así nuevamente se dan las imágenes del descenso a los infiernos, en donde Venus-Quetzalcoatl toma la forma de un perro enfermo, Xolotl, y que en aquel lugar es quemado y torturado en la profundidad de los más terribles sufrimientos. Pero desde esta experiencia es donde puede generar el quinto sol, centro numinoso y de máximo valor vital para el pensamiento azteca. Nuevamente se repiten las imágenes del padecimiento y del dolor, pero que se convierten en condición ineludible como expresión de la pérdida de las viejas identificaciones, de su mundo de valores, ya que solo así es posible encontrar una nueva masculinidad. De manera semejante al de Teseo, en este caso debe haber un proceso de enfrentamiento y hasta de agresividad, circunstancia que se da con la aparición de otros personajes míticos, pero que hacen a una transformación del perro Xolotl en un tigre para enfrentar resuelta y valerosamente aquello que le acaece, para terminar reunificándose con algo mayor que una referencia personal, yoica, y es la que se establece entre la estrella matutina que vuelve a vivir y el sol, siendo éste un símbolo central como dador de vida para los aztecas.
Así es que a través de estos dos mitos se da la posibilidad para tratar de entender algunas de las cualidades de la masculinidad, además se posibilita un contacto con símbolos arquetípicos solo a través de un cuestionamiento de su sistema de valores, produciendo un período de crisis y de sufrimiento, y que el tema del descenso a los infiernos narra de manera admirable. En los sueños asimismo aparecen estos motivos, y menciono el de un varón que en un momento de gran dificultad se ve bajar por un tubo hacia algo semejante a un lavadero de ropa. Ahí le cae desde el techo y lo inmoviliza una figura que en el mundo diurno lo estaba oprimiendo. Posteriormente tuvo que enfrentar a ese personaje y que representaba, tal como Teseo el minotauro o como el perro Xolotl quemándose en el fondo del abismo, situación que dio inicio a una reconstrucción de su imagen de varón, distinta de como era antes de ese incidente.
Pero lo fundamental es que la posibilidad de dejar hablar a los símbolos, sea a través de los mitos o de las producciones de lo inconciente, puede ser la oportunidad de reencauzar la vida, de encontrar una nueva masculinidad no ligada a estereotipos sociales o máscaras narcisistas y defensivas. Pero en cualquier circunstancia siempre el varón deberá conquistarla, espada en mano, sabiendo que esa es su tarea existencial y solo cosa de hombres, reecontrando al padre y a los otros padres iniciadores.