lunes, 25 de enero de 2010

Una breve historia antigua de los sueños y en especial de la incubación.


La dama durmiente en un hipogeo. Malta.




Interpreto sueños y para ello tengo el mandato del dios; buena suerte.

Inscripción que se encontraba en la oficina de un interprete en el templo del dios Serapis, en Menfis, siglo I d.C.




El hombre siempre ha tenido un especial interés por su actividad onírica y especialmente debido a su característica del poder alejarse de él o inclusive dominarlo. Es una experiencia que le sobreviene y que le asombra, angustia o fortifica: el soñar hace que vivencie otra realidad, otras presencias y que constantemente lo llevan a sentir que no está solo en su casa.

Por esto es que ha intentado establecer un modo de relacionarse con esa experiencia que son los sueños, un diálogo y, en las situaciones más avanzadas, su interpretación. Su interés ha sido desigual a lo largo de la historia y esencialmente debido a concepciones ideológicas que trataron de ubicarlo dentro de sus dogmas.

Así es que el sueño se hace sospechozo ya que supone una actividad autónoma que ejerce efectos muy poderosos en el soñante y al estar en su profunda intimidad, resulta de gran dificultad para controlarlo. Los sueños son como otra existencia paralela a la diurna, que incita, estimula, da que pensar con una intensa carga afectiva y, por lo tanto, dinamógena y motivadora de las acciones de los hombres.

Por ello es que estudiaremos algunas de las principales concepciones que la humanidad ha postulado sobre lo onírico, para luego centrarnos en la terapéutica del soñar, a la que le daban el nombre de incubación. Si empezamos por los hebreos, la biblia nos dice que Dios se relaciona con los creyentes por medio de los sueños, tanto sea con los profetas como con aquellos a quienes intenta avisar de las consecuencias que pueden tener sus actos, como Nabucodonosor o el faraón durante la cautividad en Egipto. Asimismo tiene importantes conocedores de la interpretación como José y Daniel.

En el Nuevo Testamento las situaciones de peligro son anunciadas por la voz de un ángel que durante el soñar intenta evitar los peligros que acechan a José cuando se pregunta acerca del embarazo de su esposa o la necesidad de huír a Egipto ante la perecución de Herodes o el sueño que los magos persas tienen sobre el nacimiento del mesías.

Es de sumo interés la figura de Mahoma, ya que gran parte de su revelación le fué otorgada a través de diferentes sueños, y él mismo se preocupaba por los que tenían sus compañeros, llegando a aseverar que el soñar era una conversación entre el alma y Dios.

De manera semejante, a los padres y la esposa de Buda les fueron anunciados por sueños el desenvolvimiento de la vocación del Iluminado. En lo que hace al mundo de los griegos, los entendían como una presencia divina y alada que aparece cuando el hombre se duerme, junto a su cama, y le comunicaba la voluntad de los dioses. A su vez pensaban que cuando el alma se halla dormida se libera de la pesadez del cuerpo, pudiendo establecer contacto más facilmente con seres superiores. Eurípides llamaba a la tierra Madre de los sueños de alas negras lo que da a entender que los sueños proceden de las profundidades de lo terrestre, de lo ctonio e infernal, del mundo de los muertos.

Para Aristóteles los sueños son precognitivos ya que al estar en vínculos afectivos con quienes soñamos, ese estado capacita para percibir más finamente cualidades que en estado de vigilia se dificultan. Tambíen los considera como un incentivo para futuras actividades, aunque en general les asigna un orígen demoníaco. Su producción se da por los vapores que emanan de la nutrición.

Los estoicos hicieron una de las primeras clasificaciones de los sueños y los consideraban como enviados por Dios, los demonios o la propia alma. Resaltan su cualidad de pronosticar a consecuencia de la relación del alma de los hombres con la del universo.

Pero lo que no podemos dejar de prestar interés es la figura de Hipócrates que en el siglo V a.C. y como sacerdote del dios de la medicina Asklepio, afirmaba que no solo tenían un orígen divino sino tambíen causas psíquicas y fisiológicas. Aunque lo que hay que indicar es que les atribuía un valor central ya que los consideraba un medio eficaz para efectuar el diagnóstico de distintas enfermedades. Entendía que los organos del cuerpo y su funcionamiento se manifestaban, tanto si lo hacían correctamente como si no, por los símbolos que aparecen durante el soñar, tales como el sol, la luna, el flujo de los ríos que lo comparaba con el correr de la sangre y otras funciones fisiológicas.

Posteriormente, en siglo II d.C., Artemidoro de Daldia, elabora una metodología para interpretar los sueños, y que no por casualidad Freud le dedicó una extensa nota en La interpretación de los sueños. Aquel considera que todo significado que se le atribuya debe contar con la dirección y colaboración del soñador y partir de conocer las circunstancias particulares en que vive. Siempre resalta que los sueños tienen un sentido hacia el futuro, circunstancia que es posible que haya influído en Jung.

Durante el cristianismo los sueños son considerados como de orígen divino aunque, también, demoníaco. Tertuliano durante los siglos II y III se interesaba por los sueños a consecuencia que permitían vislumbrar realidades espirituales. Durante el siglo IV el obispo Sinesio pensaba que los sueños le daban la ocasión de desarrollar nuevas ideas para emplear en su vida despierta.


Pero lo que deseamos es centrarnos brevemente en la práctica de la incubación. Su terminología remite al griego que significa dormir en el santuario. Justamente su función consistía en poner a dormir a una persona para que tuvira sueños que le posibilitaran superar una situación de dificultad. Los enfermos concurrían a los diferentes templos del dios, siendo los más importantes los de Epidauro y Kos, a fin de curarse de los distintos males que padecían. Ahí efectuaban una serie de ritos antes de ser conducidos a una habitación especialmente preparada y donde se apagaban las teas hasta que se dormían y que soñaran con el dios. Ya su sola presencia era curativa, aunque también daba indicaciones terapéuticas. El paciente debía anotar sus sueños que eran interpretados por los sacerdotes del lugar. No era infrecuente que duraba varios días, hasta que se diera la epifanía del dios. Recordemos que se han hallado en recientes excavaciones arqueológicas ex -votos de agradecimiento de los enfermos por su sanación.

No podemos dejar de mencionar que una práctica paralela se daba en Egipto, en el templo del dios Serapis de Menfis, sitio al que llamban serapeon.

Durante el cristianismo desde los primeros siglos y hasta aproximadamente hasta el VI, se realiza la incubación en las iglesias. El enfermo era dejado toda la noche en su interior y habiéndo realizado ayunos y oraciones hasta que en sueños se le presentase algún santo como Cosme o Damián, Santa Tecla o los mártires. Al igual que en grecia, su aparición podía curar por su sola presencia o dar prescripciones terapéuticas.

Se conservan testimonios que en Mongolia, en Turquía y otros lugares de asia, se llevaba a las personas a dormir a cuevas o pozos para tener un sueño sanador. Ya la epopeya de Gilgamesh hace mención que el héroe busca el soñar que le indique como vencer el obstáculo que se le presentaba.


Ahora bien, cómo es posible explicar esta terapéutica que se halla documentada por cientos de testimonios de cura. Hay varios elementos a destacar. En primer lugar la enfermedad de la persona que allí concurría. Esta es una situación de crisis severa donde los medios de adaptación cotidianos están disminuídos, circunstancia que da la ocasión para que contenidos inconcientes se manifiesten. También se debe recordar que se llevaban a cabo sacrificios de algunos animales, durmiendo los pacientes sobre sus pieles. Este ritual tiene el significado de hacer propicio al dios para que se aparezca, pero también de muerte y de sacrificar cualidades propias, es decir del yo, lo que asimismo estimula la expresión de lo inconciente.


Pero quizá, lo más interesante sea intentar entender el proceso de cura cuando se hacía presencia Asklepio o algún santo, sanando. Todas estas características que señalamos anteriormente en lo relativo al ritual, al igual que la oscuridad, la soledad, el incienso, el humo, el temor, conducen a un estado de regresión e introversión en que las imágenes toman forma hasta con casi cualidades sensoriales. Aunque lo más importante es que ante el estado de desorientación del enfermo, se activan contenidos arquetípicos que se personifican con variadas expresiones y que ya antes hicimos mención, como alguien que otorga fuerza moral, un consejo, una orientación, una prescripción. Jung le dió el nombre a este arquetipo como de espíritu o de viejo sabio, actuando más allá de las intenciones de la conciencia. Las representaciones que del mismo hacen en cada época y lugar dan un contenido particular a esa forma vacía y dinámica que es el arquetipo. La posibilidad de ponerse en contacto, y justamente era esa la finalidad que tenían los ritos de incubación, era la ocasión de asimilar esas energías e imágenes con un dinamísmo superior al decaimiento que se producía a consecuencia de la enfermedad. Esa era una de las más importantes funciones de los arquetipos y que provocaban una reestructuración de la personalidad o su regeneración o su renacer.

Ahora bien, no solo tenía lugar durante la incubación la actividad del soñar sino que, y especialmente en Epidauro y sus otros templos, los sacerdotes daban una interpretación del sueño. Aquí se elaboraba e intentaba simbolizar, dar un sentido, un carácter verbal, produciéndose un intercambio dialéctico con las producciones de lo inconciente y el yo conciente y en una relación con otra persona.

Es posible que sean principios muy semejantes los que actúan en la peregrinaciones a lugares considerados sagrados como Lourdes, Fátima, etc., donde de registran "curaciones". Esto indica la presencia de contenidos y energías arquetípicas que, en la medida en que se les preste atención como se da cuando se interesa por los sueños, no solo provocan una desestructuración yoica sino que posibilitan que afluyan y se integren en el devenir conciente del hombre. Las culturas proporcionan rituales y contenidos específicos que serán los que permitan una particular dirección a la persona y en la cultura. Los mitos, los estudios de las religiones comparadas, los cuentos infantiles y la clínica psicológica, entregan testimonio de la efectividad de esos arquetipos.

Los sueños en todas las épocas y civilizaciones han hecho salir al hombre de su imagen narcisista y lo han confrontado con lo transpersonal, indicando y señalando hacia rumbos históricos, sociales y psicológicos.

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