jueves, 21 de enero de 2010

De la conversión del destino en vocación.

Cuando se despoja la sabiduría pequeña, es cuando aparece la gran Sabiduría.

Chuang Tzu.



La noción del pensamiento chino del Tao o la budista acerca del Dharma o la hindú del Ritam, no son ajenas a la psicología analítica. Significan la senda vital, la orientación, el sentido y significado de la vida, y en tanto definiciones conceptuales siempre serán estrechas. En los fragmentos de Heráclito que se conservan se pone de manifiesto la idea del logos como aquella razón de todas las cosas en un transcurrir entre opuestos dinámicos. Asimismo Séneca y luego Spinoza plantearon que el seguir a Dios es libertad.

Sin pretender adentrarnos en la filosofía, estos pocos ejemplos nos irán conduciendo al pensamiento de C. G. Jung dando la ocasión para descubrir las lineas vitales que lo inconciente marca por medio de símbolos para cada persona y que se presentan no solo como la oportunidad de curación sino de encontrar un sentido, no siendo cada uno de aquellos excluyentes.

En el ser humano el conjunto de posibilidades y potencialidades insta para el desarrollo de un poder ser auténtico y peculiar. Sus características biológicas, psicológicas, sociales y espirituales, poseen una dinámica que moviliza a la evolución psíquica. Ese factor es el sí-mismo que como centro regulador lleva a la expresión de aquello que cada uno es y, como factor central para la individuación a escala del hombre, hace al surgimiento del yo y de la conciencia que dan la oportunidad de saber lo que se hace y por quién.

El sí-mismo necesita de la autorreflexión y del yo como sustento material para actualizarse y encarnarce espacio-temporalmente ya que sino deviene un proceso natural e inconciente que irá imponiéndose. Esa porción del selbst que permite diferenciarse y sentirse separado, es la que está en contacto con el medio social y cultural y de su intercambio por un juego de adaptaciones, choques, conflictos, comienza a formarse una estructura que Jung denomina Persona. Esta comprende la imagen que se tiene de sí y aquello que muestra a los otros, producto de una transacción con ese espacio socio-cultural-histórico. Así es que se origina un ideal yoico al cual se intentará ajustarse a fin de poder subsistir .


Las
dificultades que irán apareciendo en su desarrollo evolutivo, lo llevará a tomar una actitud o disposición y cuanto mayores sean aquellas la persona jugará un papel central. Es decir, se transformará en una imagen idealizada y con la cual podrá confrontarse con lo perturbador. El problema estriba en construye una estructura con cualidades de rigidez y vulnerabilidad y donde sus propios e íntimos sentimientos, pensamientos, deseos, que son partes del selbst son reprimidos y olvidados, para conformase con lo que se corresponda con la imagen idealizada. Se pasa de lo espontáneo a lo que se debe sentir y pensar. Lo que no concuerda con aquella se reprimirá.

Y aquí comienzan las dificultades psicopatológicas ya que el yo debería estar al servicio de la realización del sí-mismo y da lugar a una relación conflictiva entre ellos donde cada uno intenta paralizar al otro. La persona se desarraiga de su fondo vital, especialmente de ese mundo de imágenes arquetípicas, ya que no serán aceptadas por la imagen de la máscara.


Esto hace que falte una sana confianza en sí mismo, ya que los arquetipos dan forma y simbolizan el discurrir pulsional, quedando solo la idea que de mí tengo. La dirección de la vida se traba ya que la propia y auténtica será evitada por los diversos mecanismos de defensa. Lo compulsivo comienza a sustituír la libertad de elegir, ya que no es posible moverse sin temer que haga aparición lo indeseado.


Pero la situación es muy precaria porque aquello psíquico que se intentaba conformar con esa imagen ideal, deberá dejar de lado extensos y poderosos sectores de su psiquismo. El selbst intentará permanentemente expresarse y lo hará a través de los sueños, las fantasías, los síntomas psicopatológicos. Allí hace presencia lo más singular a través de la compensación sobre todos los contenidos que la conciencia construye como propios. Lo que ahí falta reaparece para intentar la cura de la disociación.


El estar
identificado con las diferentes máscaras cierra al hombre a sus posibilidades. La individuación conduce al desarrollo de un todo que irá señalando las vías de tránsito a través de sus manifestaciones simbólicas. Es decir, se comienza a prestar atención a lo inconciente, circunstancia que ya conlleva una elevada carga de angustia debido a que el yo percibe que hay otras fuerzas que pueden hacer peligrar su imagen. Por ello es que intentará evitar y aprisionar eso que se manifiesta, se desconoce a sí mismo.
Aquí es donde Jung utiliza el concepto de realización de sí, y que muestra su índole terapéutica en la medida en que el yo concreta esas formaciones de lo inconciente. Pero para ello habrá sido necesario el ir desestructurando las diversas máscaras y que se dificulta cuanto más masificado sea el medio social a que pertenece ya que la no conformidad con él conlleva e temor al aislamiento. Heidegger hablaba del aplanamiento de la existencia, de un término medio que convierte en peligro todo conato de originalidad y excepción. Es lo interpretado por lo uno o das man y que rige sobre toda singularidad prescribiendo sus modos de ser, pensar, actuar y en donde la realización de sí queda trabada en la medida en que me identifico con el rol o papel social y que lo inconciente hará presencia creando toda una problemática.


Aquí es donde se acentúa la importancia del proceso de individuación ya que el hombre se convierte en pregunta y comienza a escuchar aquello que voca en él, que lo lleva a donde no quiere ir y que deberá establecer un conocimiento mutuo y de amistad. Algunos lo llaman la Vox Dei.

Allí y por medio de los símbolos, es posible dar un sentido a la vida, en donde ya no queda alienado en un medio social ni solo cifra su destino en la satisfacción pulsional. Justamente la significación y simbolización de aquellos se convierte en el descubrimiento de la propia vocación, y en que el yo deja de sentirse como como centro rector, omnipotente, para asumir su deficiencia ante otro del cual proviene y que es el selbst. Ahí se singulariza y cumple su misión en la vida que le ha tocado. Elige su propio camino sobre todos los demás ya que así lo ha vivenciado.


Pero para esto habrá tenido que hacer un sacrificio del yo para asumir concientemente aquello que no es él y que lo cuestiona. Por ello lo difícil de la individuación, ya que en cada situación crítica se constela la muerte, pero también lo que renueva y renace con todo el monto de angustia que supone dejar las máscaras defensivas que brindaban un sentido de seguridad con el mundo. Justamente la desidentificación con aquellas permite que comiencen a vivenciarse otras fuerzas e imágenes psicológicas que irán señalando nuevas vías para el transcurrir vital. El pensamiento chino lo denomina Tao, senda, sentido que deberá dejarse que fluya en una dinámica de opuestos, ocasionando el surgimiento de todas las posibilidades del ser.

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