viernes, 5 de noviembre de 2010

Hacia la realización de sí mismo: la conjunción de los opuestos.


Figuras antagónicas, elementos contrapuestos; diferencia. Experiencia característica de los humanos en la constitución de su singularización. Conflicto y proceso difícil y largo en donde yo y lo otro cuestionan no solo aquello que uno cree ser sino que es el inicio para un trabajo de integración de facetas desconocidas y rechazadas del psiquismo y que conlleva un escuchar esas voces que se convierten en un llamado a un destino a cumplir, una vocación.
Proceso de individuación que se expresa por medio de símbolos y que por esto será necesaria la comprensión y asimilación conciente de todo ese sector psicológico desconocido. Pero la mayor dificultad será la de poder intentar unificar lo que en principio es antagónico y en donde lo masculino y lo femenino se manifiestan como el factor central del desarrollo de los hombres.
Así es que los símbolos del fuego y del agua
, tal como aparecen en la foto del inicio, adquieren una multiplicidad de sentidos, pero que en el hombre y en la mujer son de fundamental importancia para el logro de la personalidad.
Lo femenino y lo masculino de cada persona entablan una dialéctica energética y en que los sucesos y percances de cada cual otorgará un matiz específico a la tarea de llegar a la mismidad. Temores, angustias, fascinaciones, perdurabilidad de lo infantil, conforman un recorrido único y así cada logro y consolidación de las identificaciones son puestas en entredicho por la actividad de ese centro que está más allá del yo y que es el sí-mismo desplegándose hacia su realización. Labor que solo se lleva a cabo en tanto se tomen en cuenta los símbolos que se plasman en los sueños, en las visiones de la imaginación o en las relaciones afectivas con el sexo opuesto.
Cada parte irá en la búsqueda de lo otro. Lo que inflama, brilla, ilumina, separa, se acerca y aproxima a lo suave, blando y oscuro en un obrar no libre de dificultades, ya que así se inicia una discusión dialéctica del yo con los contenidos de lo inconciente colectivo, lo otro, lo diferente de su identidad sexual.
El varón será interrogado en los valores concientes que constituyen su persona y sus máscaras deberán atravesar el cuestionamiento, en tanto lo femenino del ánima comience a abrir cauces y a establecer puentes con el universo arquetípico. Lo sensible y sensorial, lo nocturno y lo débil, lo acuoso y lo emocional, van tomando forma a través de sus sueños y especialmente con las mujeres con las que se vincula, para empezar a comprender que allí se ubican partes de su personalidad que desconoce. La mujer, y desde su corporeidad, se acercará a lo contrasexual que se denomina animus.Trabajo de discusión conciente a través de distintas imagos que se encarnan en los varones de su interés como en los pensamientos y creencias que la guían en tanto principios directivos.
Así se entabla un largo y difícil sendero, en donde lo que se fue ganando en el descubrimiento de su identidad sexual, de su masculinidad o femineidad y con sus específicos y múltiples valores, comienza a interpenetrarse con un ámbito opuesto y distinto. La luz, el brillo de la palabra inspirada y conciente, la acción enérgica que lleva al sacrificio en los ritos de la inciación, se confronta con eso diferente y que es lo irracional e inconciente. A través del proceso de individuación fueron tomando forma las figuras arquetípicas, que solamente en un trabajo de asimilación e integración conciente comienzan a tomar cuerpo en un símbolo que abarca a esos antagonismos y unificando la personalidad. Cada parte pierde algo, pero emerge un tercero que los abarca y que es el sí-mismo, el núcleo central de la psique. Relativización de los conflictos por su conjunción.
Fuego que fecunda el agua del sentir y gesta a esa forma, tal como aparece en la foto. Pensar que penetra al sentimiento y donde ambos se modifican, vivenciando a su contrario. Agua que suaviza a la llama en la paradoja amorosa. Potencia del intelecto que llena de gérmenes vitales a la sustancia material. Sentido que otorga significado a las imágenes, que desde el ánima son expresadas por los sueños y la visiones.
Erotismo unificador de todos los planos de la existencia; trascendencia de lo inmediato de las alienaciones yoicas, en un abrazo del encontrar eso que da motivos para vivir.
Símbolos y fuerzas que conducen a la realización de sí mismo por un extenso transcurrir que hace a la concientización de lo que no se conocía ni se comprendía. Aligeramiento de la inercia de identificaciones y de relaciones con otros que se vuelven compulsivas.
Por ello es que la foto expresa tanto la unión que hace a los cuerpos, donde la sexualidad es principal y en donde el fuego, la luz, necesitan de algo que los solidifique, que los contenga y concretice. Solo así surge el centro de la psique, el selbst, llamado del destino para que desde su aceptación conciente se convierta en el motivo impulsor del existir.


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