jueves, 18 de noviembre de 2010

El transitar del camino y las voces de la escucha.




Un fuego divino nos insta, día y noche,

a seguir avanzando. ¡Ven, pues! Salgamos al aire libre,

vayamos a buscar lo que es nuestro, por lejos que sea,

una es segura: que sea mediodía

o se acerque la noche, siempre rige

una medida común para todos. Cada uno

persigue esa meta y alcanza hasta donde puede,

¡Animo! ¡Y que un gozoso delirio se burle de los burladores,

cuando en la noche sagrada haga presa de los poetas!.

Acompañáme al Istmo! Vamos allá donde ruge

la mar abierta...

Holderlin. Pan y vino, 3.



El destino excita a los hombres a transitar por los más diversos caminos, aunque para ello es necesario que desde su conciencia preste oídos a esas voces que lo convocan a un llamado, a pesar que allí comienzan las dificultades.


Entonces se alzó un árbol. ¡Oh ascenso puro!

¡Oh canto de Orfeo! ¡Oh árbol elevado en mi oído!

Y todo se calló. Empero, en el silencio todavía

hubo un comienzo nuevo, una señal y cambio.

Rilke. Sonetos a Orfeo, I.



Tiempos de alienación y masificación demandan la atención de aquellos que investigan los profundos y vastos espacios interiores, y en especial a lo que hace a la "huida de los dioses" pero también a su búsqueda. Hallazgo de aquello numinoso que funda valores y significado.


La existencia pareciera haber perdido la intensidad de su profundidad y de su sacralidad. Políticas del entretenimiento y de la evasión que rompen con las raíces y los fundamentos de los hombres, consolidan la desorientación y la pérdida de sentido.


Pero nuestro linaje vaga en las tinieblas,

vive como en el Orco, ajeno a las cosas divinas.

Todos están clavados a sus oficios y el ruidoso taller

cada cual no se oye más que a sí mismo.

Holderlin. El archipiélago.



Dificultad para escuchar las voces del silencio que son ocultadas por el ruido, pero lo que se es no se puede ahogar, ya que abre canales de expresión a través de la sintomatología social e individual y que se hace malestar cultural. El arte ha cumplido un papel primordial en otorgarle escucha a eso que voca, a las imágenes y símbolos que emergen desde lo inconciente arquetípico. Aunque este fondo se manifiesta a su vez en los sueños, las fantasías, las visiones y demás producciones del inconciente y en donde se expresa aquello que el artista con su maestría le da una forma estética.

Sin embargo, un laúd basta para dar una voz a cada hora

y quizás ello agrade a los celestiales que se nos acercan.

Dadme un laúd, que así sentiré casi aplacada

la inquietud que se abría paso bajo mi gozo.

Holderlin. Retorno a país, retorno a los míos.


Ahí se despliegan los símbolos y las fuerzas que otorgan entusiasmo a la vida, permitiendo que comience a restaurarse un mundo perdido y ocultado.


Al principio llegan sin ser percibidos.

Sus hijos se rebelan contra ellos: demasiado luminosa

y deslumbrante les parece la felicidad.

El hombre teme a los dioses; apenas un semidiós sabría

los nombres de los que se acercan llenos de regalos.

Holderlin. Pan y vino, 5.


Pero el camino no es fácil ya que se ingresa en espacios que no son los habituales y acostumbrados. Lo que voca abre senderos que muchas veces no son agradables; de aquí la angustia.

Se lo vivencia como un descenso que supone dejar las máscaras narcisistas con que nos embellecemos y ocultamos y en donde el sentido de la identidad comienza a ser cuestionado. Aperturas de nuevas extensiones donde la tarea será darles una conformación singular y subjetiva. Ello implica exponerse a sucesivas muertes de viejas actitudes y hábitos para recuperar y recrear otros. Corazas de rigideces que se resquebrajan, siendo el inicio de imágenes y dinamismos con sentido y significación. Origen de nuevos caminos.

Encuentro y reencuentro con lo perdido y lo olvidado del pasado, espectros y figuras con las cuales aún quedan cuentas pendientes para resolver, padres, madres que no se abandonaron o se lo hizo demasiado pronto. Personajes que odio pero que al mirarlas detenidamente veo que sus rostros se parecen demasiado al mío; surgencia del deseo y del terror; muerte y disolución, aunque perciba cómo empieza a reconstruirse mi cuerpo de forma distinta a como era antes. Lo exterior se hace interior a través del símbolo que materializa el espíritu con nuevas energías.


Pero si ellos, los infinitamente muertos, despertaran en nosotros un símbolo,

mira, ellos nos mostrarían quizás los amentos

que cuelgan del avellano vacío, o

pensarían en la lluvia que en la primavera cae sobre el oscuro reino de la tierra.

Rilke. Elegías de Duino, III.


Pero la experiencia de muerte que caracteriza a esa zona oscura conlleva al sufrimiento inevitable que otorga conciencia y transformación. Despojamiento, abandono de ideales e identificaciones que originan desde el silencio esas voces que renuevan la existencia. Mundo interior de imágenes arquetípicas. Dialéctica difícil entre lo conciente del yo y esos símbolos, pero solo y en tanto no se deje devorar por eso que va emergiendo, posibilitando una integración, una conjunción.

Temores y ansiedades ante figuras y presencias, sentimientos que se los desconoce con extrañamiento pero que enraizan en lo profundo y de una apertura hacia otros senderos vitales.

Descenso a lo generativo para retornar transformado a la vida vigil. Aceptación de la voz del destino, de lo más singular y propio del llamado, de fuerzas que se renuevan y donde se encuentra y vivencia algo mayor y superior al yo. Lo viejo y gastado se transmuta en una nueva piel. Aunque los que no se atreven y rehuyen quedan fijados a lo antiguo y rígido.


Quiero la transformación. Entusiásmate con la llama,

donde una cosa se te sustrae que en la metamorfosis brilla

aquel espíritu imaginativo que lo terrenal gobierna.

Nada ama tanto en el vuelo de la figura como el punto de cambio.

Lo que en la permanencia se encierra, ya está petrificado;

¿ A salvo se imagina al amparo de su insignificante gris?

Rilke. Sonetos a Orfeo, XII.


Tiempo de carencia que hace a la espera de un retorno de los dioses perdidos, de esos símbolos que den sentido y que señalan fines y metas a vacíos existenciales . Retorno con lo vivenciado en lo profundo, que abre estrepitosamente el cauce de la vida. Paso de lo banal a lo auténtico, al riesgo de lo desconocido pero con la entusiasmada búsqueda del explorador y de quien halla al Amigo del alma.


Sé y conoce al mismo tiempo del no-ser la condición,

el infinito fundamento de tu vibración interior,

para que totalmente lo cumplas así esta última vez.

Rilke. Sonetos a Orfeo, XIII.


Donde el dios siempre vuelve, aunque no se lo llame ya que él nos requiere.


Las riberas del Ganges oyeron el triunfo

del dios de la alegría, el joven Baco

cuando llegó del Indo conquistándolo todo, despertando a los pueblos con el vino

sagrado.

Holderin. A nuestros grandes poetas.


Caminos a los que empuja el destino a los viajeros y que en su despliegue se va configurando un nuevo centro que realiza un proceso de integración de lo antagónico en una instancia supraordinada y que es el selbst, vislumbrándose como meta vital y como lo que ha sustituído a lo gastado, lo falto de significado, abriéndose para dejar aparecer a lo que renueva.

Entre tanto llega el Hijo supremo, el Sirio,

y como emisario portador de teas desciende a las Sombras.

Sabios bienaventurados lo ven; en sus almas cautivas

brilla una sonrisa y sus ojos se abren a la luz.

El Titán, en brazos de la tierra, duerme y sueña plácidamente,

y hasta el cancerbero, tan celoso bebe de ese espíritu y se duerme.

Holderlin. Pan y vino, 9.


Pero ahora depende del los hombres el escuchar aquello que se encuentra en ellos mismos, de prestar oídos a las voces que buscan manifestarse, y que son de los que en principio se habían ido. Camino hacia el destino y hacia lo más peculiar del ser.


Porque ya no viven contigo tus nobles protegidos,

esos que te veneraban y antes ornaron tus riberas con espléndidos templos y

cuidades. Y como los héroes

requieren la corona, así los elementos sagrados

buscan, reclaman y necesitan a los hombres piadosos.

Holderlin. El archipiélago.


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