domingo, 11 de julio de 2010

Lo transpersonal masculino en dos relatos mapuches.

Guor. (Zorro). Tejido ranquel.



Para mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo.



Los mitos, los cuentos, los relatos, actúan como activadores de estratos psicológicos muy profundos que hacen a lo inconciente arquetípico. Estos son los fundamentos de la psíque que se constituyen en formas de significación en la vida de los hombres. No es por azar que durante el transcurrir de los siglos y en las más diversas sociedades se perciban temas y motivos semejantes en sus producciones simbólicas ya sean estas orales, escritas, plásticas, etc., y que su aparición responda a profundas necesidades humanas.


Ernst Cassirer entendía al hombre como un animal simbólico donde la posibilidad de generar símbolos le daba su cualidad humana. Asimismo son de importancia principal en las situaciones de crisis y momentos fundamentales de los hombres, ya que otorgan un sentido y la posibilidad de enfrentarlas de manera creativa, despertando energías que van más allá de sus referencias yoicas y voluntarias que hacen a su sola razón instrumental. Dinamismos e imágenes se imponen y hasta subyugan con la cualidad de un otro que caracteriza a lo inconciente arquetípico. Estos se constituyen como los cimientos del psiquismo y son ese fondo matricial que origina las peculiares formaciones simbólicas tanto a nivel personal como en una cultura determinada y dando oportunidad de un intercambio creativo y transformador entre esta y los individuos.


Pero asimismo, y como antes hicimos referencia, son aquello que conforman a las personas o sujetos y ese aspecto central que en su devenir vital posibilitará a la asunción de la masculinidad en los varones.


Ante cierta dificultad, tal como se da en las sociedades modernas de postularse creativamente con la propia identidad, el surgir de símbolos e imágenes arquetípicas pasan a ser de importancia central para el conocimiento de sí mismo y en el despertar de la subjetividad. La masculinidad es cosa de varones, es decir que hace a una cierta cadena simbólica y transpersonal entre los jóvenes y los ancestros. Para esto los antiguos ritos de iniciación han desempeñado un rol fundamental. Ahí no solo se desestructura una identidad infantil ligada a lo materno, sino que se da el ingreso al mundo espiritual y simbólico de lo masculino. Las pruebas que allí se llevan a cabo y que implican sufrimiento y castigos, incisiones y hasta mutilaciones, representan la muerte de lo antiguo y el paso a la recepción de los mitos y relatos, de las representaciones plásticas con sus significados peculiares y secretos del universo varonil adulto.


Lo masculino está ligado a lo cultural-social y por lo tanto implica una plasticidad de variantes mucho más extensas que lo femenino y en especial a lo materno, siendo los símbolos arquetípicos los que nos guiarán por este ámbito del genero. Así es que para ello haremos una sucinta referencia a dos relatos mapuches en que la discusión con la masculinidad se convierte en su principal motivo.


En el primero de ellos se cuenta que un viejo llamado Latrapay tenía dos sobrinos a los que se le impone como tarea el derribar un roble altísimo con dos hachas. Como estas son herramientas comunes les resulta imposible cumplir con su misión, entonces ruegan al Tokipillán, es decir al hacha del dios Pillán que les envíe dos mágicas para llevar a término su tarea. Luego de pedir cuatro veces al dios, las hachas descienden de las alturas y con ellas derriban al roble.


Pasando entonces a la interpretación del relato hay que mencionar a la figura del Pillán que era un dios arcaico que lleva el linaje de los ancestros y que mueve el rayo y desencadena el trueno, habita en los volcanes y maneja el fuego, es una fuerza que posee mana, numinosidad. Asimismo su arma es el hacha, símbolo de su poder y que adquieren quienes lo llevan.


Así entonces, los dos sobrinos del viejo Latrapay, deben cumplir con una prueba, derribar un roble, señalándose el obstáculo que deberá ser superado para arribar a la masculinidad, propia de las situaciones iniciáticas. El viejo introduce al joven, pero para cumplir una proeza casi imposible, derribar el roble y esto podría simbolizar una castración simbólica, árbol-falo, de la muerte del niño apegado a la madre pero para ello será necesario que las hachas sean entregadas por Pillán con su poder intrínseco o sustancia simbólica. Las comunes ya no sirven, es decir que es necesario que haya un cambio de nivel ontológico y que hace a lo espiritual de la masculinidad, es decir que se debe ser algo más que carne y hueso.



Es de recordar que Pillán también era un tótem o sea el antepasado común. Su expresiones simbólicas eran el rayo, el trueno, la violencia, el fuego, los sacrificios, como algunas manifestaciones de lo masculino numinoso a alcanzar por los dos jóvenes. Pero para ello será necesario el sentir y vivenciar ese poder que va más allá de lo inmediato del yo infantil.


Y aquí es donde se percibe la acción de los arquetipos y que solo poniéndose en contacto con ellos y comprendiéndolos se puede arribar a una identidad adulta y de significación. El relato al contarlo opera la activación de aquellos y cumple una función que podría entendérsela como de iniciática.


Pasaremos entonces al segundo relato donde se narra que un joven pretende tomar por esposa a la hija de un muy reconocido alfarero, un chalalafe, pero este le impone como condición la solución de ocho adivinanzas en donde no solo estará en juego su desposorio sino también su vida. La gran dificultad de aquellos lo lleva a la desesperación, pero la llegada imprevista de un cuervo y que el pretendiente reconoce como el espíritu de su abuelo guerrero muerto le otorga el don de la invisibilidad. Así es que entonces puede escuchar por boca del alfarero las respuestas que serán la solución exitosa a los enigmas y que le permiten obtener la autorización del padre de la novia para casarse.


Aquí nuevamente el héroe es puesto ante una situación vital como el matrimonio, pero el padre de la pretendida se convierte en un obstáculo casi infranqueable. Por esto es que surge como quien pone las pruebas para acceder a la virilidad como iniciador y con riesgo para su vida, pero la aparición del espíritu de su abuelo le otorga el poder de hacerse invisible. Así es que otra vez se accede a la cadena de los ancestros como transmisores simbólicos de la masculinidad y que en este caso la invisibilidad supone la espiritualización y la muerte, es decir entrar a un territorio de lo inconciente y a un mundo de valores del espíritu para poder convertirse en adulto y esposo. Las adivinanzas que debe responder son las pruebas iniciáticas en sí y las respuestas que obtiene del padre de la novia, es decir que en definitiva le son transmitidas por este, los conocimientos específicos a los que accedían quienes debían pasar por tales situaciones. Por lo tanto, el relato presenta toda una serie de símbolos que despiertan en los oyentes un conjunto de imágenes y dinamismos que permiten encarar creativamente un saber hacia la masculinidad. Si bien hace a la cultura mapuche, este cuento se halla con variantes en las más diveras regiones del planeta, circunstancia que señala la necesidad de su existencia y de su poder motivador.
Así es que estos cuentos es posible entenderlos como una expresión de un sustrato de la psíque que es el inconciente colectivo y especialmente de sus arquetipos. Y como los sueños que tienen un sentido que propende hacia un despliegue autorregulador de la energía psíquica o libido, y por esto tiende a un proceso de desarrollo evolutivo que lleva a un encontrarse consigo mismo, de llegar a ser quien auténticamente se es, los relatos y mitos también muestran cómo enfrentar y superar situaciones existenciales y especialmente aquellas que hacen a los momentos de pasaje y de transformación. Los conocimientos y las fuerzas de la vigilia no son suficientes para encararlas, pero solo la intervención de la cadena de los ancestros da la ocasión para enfrentar exitosamente las pruebas, uniéndose a un fluir que supera su peculiar situación individual. En el primer cuento el hacha desciende del cielo y es enviada por el dios Pillán, mientras que en el segundo la intervención del espíritu del abuelo muerto le permite hacerse invisible para solucionar los acertijos, convirtiéndose ambos en auxiliares fundamentales.
Mundo de varones con sus distintivos y característicos valores, espirituales y materiales y que hacen al tesoro cultural de los pueblos. Su paulatina desaparición a consecuencia de la globalización tiende a cerrar a lo masculino en falsos estereotípos que dificultan el despliegue de sus cualidades creadoras. Solo los varones más viejos inician a los varones más jóvenes y que psicológicamente significa que se actualizan potenciales que hasta ese momento se encontraban latentes y solamente en tanto se den las oportunidades culturales y sociales para su desarrollo. La ausencia de padres dificulta la asunción de la virilidad, quedando el joven sujeto al deseo materno y a un centramiento yoico y narcisista.
Para el varón el acceso a ese universo simbólico se presenta como la ocasión de un nuevo nacimiento, es decir de liberarse definitivamente de las sujeciones con sus padres para entablar un diálogo con los transpersonales y además, de poder insertarse en una cadena que posteriormente transmitirá a las generaciones más jóvenes aquello que se ha dado en llamar masculinidad.
Para terminar quisiera hacer mención a dos sueños tenidos hace dos días. En el primero estaba en una especie de mesa familiar con mi primo Carlos a quien le decía que yo tenía el escritorio de mi tío abuelo Enrique, que había sido entre varias cosas policía. Ahora era mío, como una herencia.
En el segundo me encontraba en el estadio de Huracán y cuando voy a entrar un policía me dice que debo quitarme las zapatillas para hacerlo. Le digo que no y entonces se pone muy alterado y me apunta con el arma en la cabeza. Otro policía que estaba a su lado trata de calmarlo y recurro a unos jóvenes que estaban a mi lado, pero me ignoran.
Así en los dos sueños se dan temas semejantes a los que tratamos en los relatos, es decir la iniciación, la herencia, la figura paterna peligrosa pero que es la que inicia con sus obstáculos. Por esto es que los sueños y los cuentos se hallan entretejidos con la misma trama.

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