martes, 6 de septiembre de 2011

El viaje como metáfora iniciática en el pensar de Rodolfo Kusch.



Desde los orígenes del hombre el viaje ha sido uno de los símbolos mas significativos para dar cuenta de la búsqueda de aquello que pudiera dar un sentido al existir. Aventura, sufrimiento, transformación, cambio, muerte, son profundamente vivenciados en el viajar.
Pero esto adquiere todo su valor cuando ese espacio por el cual discurrimos, cambia de estatuto ontológico y da inicio a un descubrir de lugares en donde fluye lo numinoso y lo sagrado. Así es que el pensamiento de Rodolfo Kusch se va elaborando a partir de un transcurrir, de un pasar por la América profunda abriendo a la posibilidad de sentido de lo que le va aconteciendo.
Deambula por caminos extraños, entra a bares donde se bebe chicha, sube a camiones impregnados de hedor americano, encuentra a una niña deforme en Cuzco y en donde en todas estas circunstancias pareciera que lo sagrado, que el dios americano, presionara por manifestarse en una epifanía.
Cada sitio al que arriba se convierte en una oportunidad de interrogación, pero siempre desde la viviencia y experiencia de un universo que se va desocultando como símbolo, es decir deviniendo significativo. Por esto es que en el altiplano emerge a su memoria su vida en la universidad, el pensamiento instrumental que caracteriza al logos de occidente, para así ubicarlo en un cuestionamiento dialéctico con eso que se le presenta.
Pero lo interesante es que Rodolfo Kusch pone en evidencia la necesidad de confrontarse con un ámbito de símbolos que hacen que ese espacio por el cual transita comience a importar, a adquirir un sentido vital. Emergencia de lo inconciente arquetípico donde la interioridad se relaciona estrechamente con la geografía. Lo americano se hace símbolo, cultura, paro propia.
Los relatos de viajes siempre han abierto a la ocasión para entenderlos como un rito de pasaje, como lo iniciático con sus momentos transformación, donde se ingresa a un laberinto en que van apareciendo lugares y personajes distintos de los de la realidad cotidiana. Y esto es lo que a nuestro entender, configura gran parte de la obra del filósofo, ya que Kusch retoma a su manera, los antiguos mitos en que el dios Viracocha se manifiesta como el principio de orden e inteligencia, creando y dando sentido con su marcha sobre el hervidero espantoso, y que es el nombre que le da al mundo creado.
Así es que este va desplegándose como un centro dinámico y simbólico y que desde ahí se manifiesta como el que trae la sabiduría, es decir como Maestro. Pero también es el que posibilita que haya abundancia y riqueza para llegar a desdoblarse en un personaje que lleva el nombre de Tunupa, haciéndose hombre con todos sus sufrimientos, dejando la infinitud de la intemporalidad. Su naturaleza es dual, hombre y mujer, viejo y joven, día y noche, para terminar su ciclo como flor cósmica, como un mandala circular, cumpliendo su destino, que es el de hacer que las cosas y los hombres lleguen a ser lo que deben ser.
Cuando Kusch relata sus experiencias es como que, y al retomar este mito, él mismo se hiciera Viracocha, circunstancia que desde la psicología analítica es posible pensar a partir de lo que se denomina proceso de individuación, en que se va actualizando ese universo arquetípico potencial, en una dinámica regulada por el sí mismo y a fin de convertirse en aquello que se es. Experiencia de lo originario, de las contradicciones, de lo que enraiza más allá de las ficciones narcisistas del yo.
Así es que describe en América Profunda, cómo el héroe Tunupa desciende desde los Andes al pueblo de Carabaya con un bordón fálico y con una cruz y que haciendo sentir las cuatro partes sagradas del cosmos, para reinstaurar un proceso dinámico y simbólico, dando inicio a una regeneración de todo lo que se había desgastado.
Combate mortal con el adversario, con un caudillo que pretende desmembrarlo, mítico dios jaguar, y que conforma la lucha del héroe contra su doble, su sombra, ese hermano oscuro y siniestro que es él mismo y que siempre nos sale al paso obstaculizando y resistiendo nuestras intenciones. Hito fundamental para integrar fuerzas e imágenes desconocidas y tal como cuando lo femenino, y al que se le da el nombre de anima, le permite huir del personaje que pretende destruirlo y llegar al sagrado lago Titicaca y desaparecer por el río Desaguadero, y para así volver a comenzar su travesía nuevamente desde los Andes. Ingreso en las aguas de lo inconciente que dan muerte pero para renovar. Conjunción de lo masculino y lo femenino.
Así, en la obra de Kusch el pensar se va formando a medida del transcurrir del viaje, como el que realizaron Tunupa o Viracocha, despertando imágenes arquetípicas y que abren a todo un espacio de reflexión, instaurando un sentido y hacia la conformación de un proyecto, pero desde lo originario.
El discurrir del viajero activa lo imaginario, el mundo de los sueños, de las visiones, de otra realidad propia del misterio, pero con una peculiaridad, y que es esto lo que nos hace ver Rodolfo Kusch, y que solo se da desde una singularidad conformante: la América profunda.

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