viernes, 14 de mayo de 2010

Un emblema creado por Fray Luís de León como símbolo para enfrentar una situación límite.

Emblema que Fray Luís de León comenzó a publicar en sus obras a partir de 1580.


Puesto que nada que no haya sido desgarrado
puede ser único e íntegro.

W. B. Yeats.


Las experiencias que los hombres padecen en su cotidiano vivir pueden llegar a entenderse como heridas que provocan un sufrimiento intenso, y algunas veces desmoralizantes, pero también se les puede otorgar un sentido y un significado, circunstancia esta que las enmarca en un contexto de simbolización. Los símbolos posibilitan encarar desde una distancia aquellas situaciones
crudas, pero asimismo son incorporadas en una historia de vida que se transforman en la ocasión no solo superar ese sufrir, sino también como un camino de desarrollo y que en la psicología analítica se denomina proceso de individuación. Justamente esto hace a una de las funciones más importantes del símbolo en donde una plenitud de significación lo hace vitalmente fundamental para reiniciar un transitar que momentáneamente había sido bloqueado.
Pero para ilustrar este postulado haremos referencia a una circunstancia decisiva de la que fue objeto uno de los máximos escritores del siglo de oro español, Fray Luís de León (1527-1591). Durante las disputas que en la segunda mitad del siglo XVI en torno a cuestiones teológicas, filosóficas y bíblicas que acontecían especialmente en la universidad de Salamanca, Fray Luís traduce del latín al castellano y con sus propios comentarios, uno de los principales libros de la mística erótica, como el
Cantar de los Cantares y no solo lo hace a pedido de un grupo de religiosas sino que se la dedica a una de ellas. Esto desencadena que en al año de 1572 y mientras estaba impartiendo clase en la universidad salmantina sea detenido y encarcelado por más de cuatro años por la inquisición en Valladolid, para finalmente ser absuelto.
Este hecho marcó profundamente al fraile agustino, circunstancia que lo mueve a estampar en los libros que va a ir publicando a partir de 1580 el emblema que presentamos arriba. Ahí se observa un árbol y a su derecha un hacha, enmarcados en un óvalo con la inscripción en latín:
ab ipso ferro. Fray Luís comienza a utilizarlo intencionadamente como forma de desafío y enfrentamiento hacia quienes lo habían encarcelado, pero lo que nos interesa resaltar es que tiene todo un proceso de elaboración psicológica que le permite simbolizar lo sufrido en prisión, asimilándolo a su transcurrir vital y hasta como una circunstancia de crecimiento personal.
Ahora bien, los elementos simbólicos que elige no son al azar ni fortuitos, sino que se corresponden con aquellos que poseen un sentido muy importante en las producciones psicológicas y hasta culturales de los hombres de todos los tiempos y lugares. Así es que destacaremos la inscripción que rodea al dibujo. Ahí se lee
ab ipso ferro que en latín significa: del mismo hierro y que es parte de un verso mayor del poeta Horacio que dice: del mismo hierro toma fuerzas y vigor, que pertenece a su Oda 4.4.
Por otra parte el dibujo muestra a un árbol y a un hacha, aludiendo al hierro que golpea, daña, poda al árbol, pero este rebrota a partir de la herida con más vitalidad que antes. De la adversidad se hace fortaleza, podría decirse.
Pero lo interesante es que hay toda una serie muy importante de significaciones que es posible señalar en el emblema y que le da la ocasión de ubicar un suceso particular y biográfico en un contexto transpersonal y por lo tanto de transformarlo terapéuticamente. Así, para centrarnos en los detalles, hay dos elementos antagónicos: el árbol que es podado y el hacha que golpeará. El primero se manifiesta como el medio de expresión de los más amplios sentidos y en las más diversas culturas. Es portador de totalización del cosmos en sus diferentes niveles, tanto sea en su génesis como en su devenir, donde no solo está estrechamente ligado a lo agro-lunar, al árbol de la vida, sino que resalta como fuerza ascencional, verticalizante, que hace la historia en su transcurrir y con un matiz de masculinidad, mientras que el primero remite más a lo femenino, circunstancia que le da un carácter de tipo bisexual.
Pero un aspecto de importancia es que indica a lo
resurreccional, y que si bien el árbol alberga como sarcófago, tumba, cruz de la muerte, útero y lo que permanece, también expresa lo que siempre retorna a la vida de manera cíclica. Es de recordar el mito de Osiris que luego de ser descuartizado por Set sus restos fueron albergados en el tronco de un árbol por la diosa Isis para retornar a la vida.
Así esto refiere a toda una temática de lo que nace, muere y resucita, abarcando las diferentes esferas de la existencia y como símbolo de totalidad. Fray Luís los elige ya que le permite transformar ese sufrimiento padecido durante su encarcelamiento y donde puede darle un sentido y significación en diferentes planos de su experiencia vivencial, como lo que cobija y crece, ligado al ámbito de lo femenino, pero también a lo masculino que se simboliza por lo que corta y poda y que da la posibilidad de renacer.
Ahora bien, el hacha alude a lo que mutila y daña, a lo que rompe la armonía. Esto es parte de un simbolismo que es característico de las armas cortantes, aludiéndo a lo racional, a las que separan, dividen, analizan, pero que asimismo señalan a lo abstracto, lo intelectual y
duro. Es de recordar que en esos momentos había un muy intenso enfrentamiento ideológico y el hacha indica a todo un universo de actividad que es muy diferente del que representa el árbol. La obra de Fray Luís, y solo basta recordar que el libro que le cuesta su prisión fue un texto ligado a la temática de lo erótico religioso, hunde sus raíces en lo que deviene y se transforma, a lo que unifica las oposiciones y cuyo mayor medio es el amor. No podemos dejar de recordar que algunos de sus contemporáneos tuvieron graves problemas por el tratamiento que hicieron del Cantar de los Cantares. Es decir que hay toda una línea de pensamientos que el árbol, con todo lo que de vegetal y lunar expresa, presenta una ruptura con aquello que hace a lo estático y dogmático, rígido, y que es manifestado por el hacha como arma que separa y distingue, que des-une. Es importante decir que el origen de la palabra símbolo tiene sus fuentes en la griega symbolon que significa lo que compone y que señalaba a dos pedazos de un mismo objeto que podían reunirse, mientras que aquello que separa se lo denominaba diabolon, término muy cercano fonéticamente a diablo, es decir lo que aisla las partes del todo.
Por ello es que su encarcelamiento es vivenciado por el gran literato como un padecer y que es simbolizado como un momento de pérdida y mutilación. Este difícil trance del cual no le es posible evadirse, no lo experiencia pasivamente, entregándose, sino que manifiesta una actividad simbólica que le otorga un sentido, pudiéndosela calificar como de una
disposición para una experiencia iniciatica en donde hay un sacrificio que es condición para un cambio de estado de existencia. Creemos que esto se expresa en los símbolos que elige para el emblema donde el árbol ya es un instrumento de sacrificio muy cercano a la cruz cristiana, pero asimismo hace a toda una cosmovisión, a una weltanschaung, que tiende a una renovación de lo caduco y de lo rígido, a lo que transforma yque no se halla lejos de todo un simbolismo que remite a lo materno arquetípico, donde se muere para reiniciar una nueva y distinta gestación.
Fray Luís vivencia lo acaecido como un proceso de
descenso a los infiernos, de un estar sepultado en una prisión, de castración, de una vuelta a lo oscuro y a lo informe, a lo caótico, pero que es elaborada y asimilada a través de las imágenes arquetípicas a las que recurre y que no son diferentes de aquellas que relatan los mitos en donde un héroe o un dios es sacrificado, desmembrado, torturado, para desde esta experiencia terrible retornar transformado en un nuevo ser. Esto es lo que retoma Fray Luís reactualizándo esos arquetipos que van a otorgarle la posibilidad de no solo enfrentar sino superar evolutivamente lo padecido.
Esto hace a la importancia que tienen los procesos simbólicos, ya que están cargados de una
significación transformadora. La situación es una expresión de un dinamismo arquetípico y que por sus imágenes se establece una oportunidad de reanudar un curso vital perturbado y detenido. De aquí lo esencial es establecer una dialéctica integradora con las producciones de lo inconciente, ya que estas poseen una acción numinosa que conmueve al hombre, convirtiéndose en función de paso o de trascendencia de una experiencia dolorosa y traumática.
La poda del árbol, es decir el sacrificio o el encarcelamiento que sufrió Fray Luís no lo llevó a un estado de derrota o de depresión, sino a la transmisión de la libido, como energía psíquica, a un equivalente simbólico que se convierte en una circunstancia espiritual y que desde una perspectiva iniciatica podría entenderse como de un
segundo nacimiento. Pero para esto es condición ineludible que haya padecido la herida y mostrar en su cuerpo su cicatriz que recuerda el tránsito por lo oscuro hacia nuevas formas de encarar las dificultades de la vida. Entonces el hacha ya no es lo que mata sino también lo que permite una transformación, circunstancia que muestra la capacidad regenerativa del psiquismo.

1 comentario:

  1. Impresionante aclaración a una pregunta lingüística, me ha respondidoncon unos argumentos filosóficos, religiosos, simbólicos y universales. Muchas Gracias.

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