miércoles, 21 de abril de 2010

La influencia del arquetipo animus en la psicología femenina.



Gianlorenzo Bernini: Santa Teresa y el ángel. (1644-1647).




La psicología analítica considera que la sexualidad es un constituyente que hace al ser de los hombres y mujeres y por esto que desarrolla uno de sus conceptos más importantes que es el de animus. La identidad sexual o de género implica un largo y complicado desarrollo en donde los seres humanos van adquiriendo cualidades que les otorgarán un marco de referencia producto de las interrelaciones familiares, sociales, educativas e históricas.
La concepción de arquetipo, central en el pensamiento de Jung, se plantea como un factor estructural del psiquísmo, como matriz fuente y origen de acciones y símbolos que son comunes o semejantes para toda la humanidad. Estos son moldes, formas vacías que van adquiriendo un contenido particular en tanto establecen relación con la cultura de una determinada sociedad y, en especial, por el intermedio de la familia.
Es decir, que esa identidad singular propia de lo masculino y femenino empezará a adquirir ciertos caracteres homogéneos para cada sexo y que durante el transcurrir vital será causa para que tomen matices particulares y específicos dentro de la sociedad patriarcal, fomentando esta la aparición de ciertos rasgos y reprimiendo otros.
Además la conciencia del varón y de la mujer son cualitativamente distintos, circunstancia que implica la necesidad de abordar lo masculino y lo femenino desde sus propias peculiaridades. También adquiere un importancia principal en la psicología analítica la formulación de lo inconciente ya que tiene una singularidad distinta para el varón y para la mujer, diferencia a señalar con Freud. Es decir, que aparecen como la parte contrasexual de su conciencia teniendo una actividad compensatoria o complementaria de ella.
El psiquismo de la mujer posee un lado masculino inconciente y que se expresa representándose por diversas imágenes que toman cuerpo a través de los sueños, las fantasías, los pensamientos y de manera especial en la proyecciones que tiñen las relaciones con los varones. Su actividad se hace autónoma y la posibilidad de una integración con el yo femenino será condición fundamental para la salud psicológica de la mujer.
Desde ya que sus relaciones estarán coloreadas por esos vínculos primarios y muy especialmente con el que se estableció con la figura paterna, pero además con la imagen masculina que tenía su madre y sus relaciones con el padre, hermanos, maestros, influencias culturales, etc.
Jung entiende que el arquetipo del animus personifica el inconciente de la mujer y teniendo entre sus funciones principales la de establecer un puente entre el yo y los contenidos del inconciente arquetípico, con el selbst, siendo órgano de percepción o de visión de los símbolos con que aquel se manifiesta.
Pero su actividad singular, y de aquí el nombre de animus, es la que lo caracteriza como una entidad con actividad y vida propias siendo muy próximo a todo lo que sea espíritu, entendimiento, logos, palabra. Por esto y a diferencia del anima en el varón en donde lo vital y afectivo es lo que predomina, en la mujer será lo ideativo, lo evaluativo, la posibilidad para un desarrollo a través de las imágenes vivas del inconciente colectivo, además de la capacidad para la acción, para la independencia más allá de una autoridad exterior y especialmente de tipo patriarcal. Así que cuando está integrado a la conciencia femenina le permite dar un cauce preciso de acuerdo a las circunstancias a sus proyectos, además de ser el medio para enfrentar los desafíos de la vida con resolución y estrategia e incluso agresivamente a fin de concretar sus necesidades en el mundo exterior. Elige, planifica, selecciona las imágenes que van emergiendo de su inconciente. Es el que mide y establece las coordenadas para realizar con objetividad sus posibilidades que hacen a su propio ser femenino. Asimismo su proyección permite el acercamiento al varón que comienza a tener cualidades amadas u odiadas, pudiendo llegar a una situación de tipo ilusoria.




Pero estas características del animus también pueden transformarse en causa de trastornos psicopatológicos ya que la imago es inconciente, autónoma, y por lo tanto opera como una personalidad escindida, determinando los pensamientos, afectos y actos de la mujer, desconociendo que emanan de un sector psíquico que la controla y que puede llegar a dañarla.

Cuando el animus obra inconcientemente se expresa como un preconcepto, una idea que juzga y valora tanto a su persona como a los otros, limitando su libertad y pudiendo destruir su universo de valores propios. Es decir que actúa como un marco de referencia a priori sin la necesaria confrontación conciente y por lo tanto cortando la relación con su fondo pulsional arquetípico. Es una noción que puede llegar a separar a la mujer tanto de sí misma como de los demás, donde lo erótico, lo receptivo, lo sensorial, como asimismo la contemplación de las ocurrencias, inspiraciones e imágenes que surgen de lo inconciente que son lo específicamente singular de ella. El animus los controla, los diseca y hace que pierdan su vitalidad donde ya no tienen sentido sino que se convierten en hechos fríos, fácticos.






Su actividad puede ser la de la palabra o logos.

Pero quizás donde sea más visible la influencia negativa del animus sea en las relaciones afectivas que la mujer establece con el varón. En tanto proyecte la imago del animus, aquel adquirirá sus características y cualidades y en donde ya no se encuentra en contacto con un Tu sino con una imagen propia. La no concordancia de su conducta con esta imago dará inicio a las dificultades y a los trastornos de la pareja. Puede establecerse una relación de dependencia en que se vincula con el varón representando este un proveedor que da seguridad y dirección a su vida. Así la falta de desarrollo del animus o de sus cualidades femeninas conlleva a que se intente vivir a través del primero aquello potencial propio y en caso que no responda a las expectativas imaginarias proyectadas puede cortarse el vínculo o llegar a situaciones destructivas y peligrosas para la mujer, ya que todos estos aspectos inconcientes buscan imponerse compulsivamente sobre la conciencia.
Así cuando una mujer no ha integrado lo activo, emprendedor, agresivo del animus buscará estos rasgos en un varón. Asimismo su vida estará determinada por él, ya que ahí es donde intentará vivir inconcientemente su lado no desarrollado.
Esta no confrontación conciente con el animus lleva a que sus actividades no estén regidas por ella sino por este complejo-arquetipo inconciente que hace que sus pensamientos y acciones sean limitadas por las ideas que impone. Si la relación con la figura paterna no ha sido positiva, surgen sentimientos de inferioridad, de falta de confianza y de incapacidad para afrontar la vida, de no poder llevar a cabo sus proyectos y anhelos.


El animus puede destruír a las relaciones valiosas.


Es decir que el animus juega un rol fundamental en la psicología femenina y que cuando no se establece una discusión conciente con él crea una distorción en las relaciones con los otros y, en especial, en la amorosas. Estas se tornan distantes ya que entre ella y el varón se ubica una opinión o también puede darse una simbiosis donde su complemento psicológico lo halla fuera de sí misma dañando su independencia e individuación.

La cultura patriarcal y alienante del capitalismo fomenta la competitividad, pero a su vez la dependencia hacia el varón, impidiendo el desarrollo de sus potencialidades peculiares y únicas de su ser femenino. La integración del animus le dará libertad y objetividad para desenvolverse pero como medio de acceder a las imágenes y símbolos arquetípicos que se convertirán en puente para encontrar un sentido vital.

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