Franz Kafka y Felice Bauer.
El desarrollo de la personalidad es un proceso dinámico que conlleva una dialéctica entre aquellos componentes propios que la integran. Pero para ello es necesario que tanto el yo como ese centro que le es supraordinado, como el sí mismo, entablen un diálogo que otorgue la posibilidad de una evolución que en la psicología analítica se denomina proceso de individuación.
Las diferentes circunstancias constitucionales, familiares, socio-culturales e históricas se van a constituir en la situación y en el territorio donde la persona, y por el hecho de ser arrojada, va a adquirir unas peculiaridades en su estructura de personalidad y que conformarán una manera específica para enfrentar la vida, tanto externa como interior.
El sí mismo aparece como el centro organizador y dinámico del psiquismo, pero al que le es indispensable una instancia dotada de conciencia como el yo, que imprimirá una conformación y las integrará a las distintas expresiones de lo inconciente como son las imágenes y símbolos arquetípicos, sean individuales o culturales como mitos, leyendas, etc. Así una de las principales manifestaciones del selbst serán los sueños, siendo estos la manifestación de la energía psíquica y que lo hacen a través de las representaciones simbólicas y en una relación compensatoria con los valores, sentimientos, ideales del yo conciente. Son lo vital que tienden equilibrar y a establecer un desarrollo psicológico con carácter energético y finalista. Las imágenes de los sueños no solo expresan las situaciones psíquicas de importancia para la persona en sus diferentes crisis y conflictos, sino que pueden señalar un camino para su superación.
Partiendo de estos postulados nos dedicaremos a estudiar algunos de los sueños de Franz Kafka (1883 -1924) y que él mismo relata en el diario que escribe entre 1910 y 1923. Allí se expresan imágenes arquetípicas como la sombra, el anima, lo paterno, lo materno, sus miedos, deseos, pero en especial, y este es el carácter del trabajo, cómo la vocación de escritor comienza a afirmarse y establecerse como lo más importante en su vida y en donde es posible percibir un ingreso, una inmersión, en toda una zona arquetípica que hace a la fuente de los procesos creativos. Asimismo esta tarea se convierte en interesante ya que los sueños y sus escritos a través de relatos poseen un cariz semejante y con una estructura similar. Por ello es que podremos percibir a través de esta introducción y en un período que comprende entre 1911 y fines de 1913 no solo como se van delineando algunos de los conflictos y peculiaridades de la personalidad de Kafka, sino que suponen el inicio de una actividad que sienta los fundamentos para la creatividad de uno de los mayores escritores de todos los tiempos.
Los Diarios constan de un total de treinta y un sueños y que se dan entre los veintitrés y los cuarenta años. Los primeros de ellos que comienza a registrar son del mes de octubre de 1911, y en le primero alude a un descenso a los infiernos, donde penetra en lo inconciente, en el campo simbólico de la Gran Madre. Esto es muy semejante a lo que narran el mito del héroe donde su travesía comienza por el ingreso a una zona peligrosa y desconocida donde se encuentran aquellas fuerzas e imágenes que en su vida conciente no dispone. Es de recordar que en el año 1912 Kafka descubre su mayor pasión: la escritura. Por ello es que esto coincide con los sueños que va registrando siendo una manifestación del proceso de individuación, y en uno de ellos relata que camina por un pasillo donde ve una hilera de habitaciones muy parecidas a un burdel, con escaleras que suben y bajan y en donde comienza a tocar a una prostituta con placer, para descubrir con horror que en su espalda tiene una manchas rojas. Asimismo aparecen personajes masculinos de baja condición pero que simpatizan con él, que en principio causábanle temor. Como antes decíamos, se representa un ingreso en un sector de la psíque donde el yo deja de lado sus referencias identificatorias, es más se siente impelido a abandonarlas, y en que hay un intento de entablar una relación con el arquetipo del anima, es decir lo femenino inconciente, pero que señala ciertos reparos por lo que le observa en su espalda. Hay que indicar que el rojo es el color de los sentimientos y de la pasión, siendo muy probable que suscitaran temor en el escritor, por esto es que el sueño finaliza con su amigo Max revolviendo dos papas y hundiéndolas en un plato de sopa, símbolo de lo sexual y que Kafka delega en otro personaje. Tampoco hay que dejar de mencionar al hombre de cualidad inferior que se presenta en el burdel con temor para el escritor y que termina como alguien con quien simpatiza, expresando este a la sombra, aquel arquetipo que conlleva todo lo reprimido de la vida conciente y que genera angustia. La unión de lo masculino y femenino hace a lo que se denomina conjunción, término que expresa la reunificación de lo conciente y de lo inconciente y que comienza a manifestarse en este sueño de Kafka, aunque delegándolo a otro personaje, hecho que era frecuente en la relación con la mujer.
Otros tres sueños de interés son aquellos en donde en uno de ellos ve un asno con pies de hombre muy largos y que se asemejaba también a un galgo, agradándole mucho. Luego sigue otro en donde conoce a un inglés que tiene la cara tapada con un género en el que solo ve los ojos y la boca, que se siente bien con él pero que no debe aceptar una invitación que le hace. En el último de ellos está con dos amigos prestos para partir en ferrocarril, pero que se detienen tanto en la ropa que deben llevar en sus baúles que perderán el tren.
Así es que aquí habría que detenerse para visualizar ese ingreso en lo inconciente que antes mencionamos y en donde la figura del arquetipo anima como prostituta expone cualidades que hacen temer al soñante, al igual que el hombre del burdel y al que puede darsele el nombre de sombra y que se presenta en el prostíbulo, igualmente como en la figura del asno con pies largos, acentuando lo fálico pero también de escaso desarrollo, el inglés de la cara tapada y en donde hay una ambivalencia entre el deseo de conocerlos y el temor a entablar relación con estos personajes que suponen aspectos oscuros, sombríos, eróticos de la vida y que no parecen estén integrados en la experiencia de Kafka, circunstancia que queda señalada por la escena donde pierde el tren por un celo excesivo por la ropa-máscara, que hace a los convencionalismos que carga como la metáfora del equipaje en el sueño.
Ya en noviembre de ese año también comenta un sueño en donde comienza con una muchacha que se aferraba aterrorizada al respaldo de una butaca en un teatro y que en la obra que se representaba tenía un papel masculino. Continúa con una escena con una serie de plazas circulares, que son símbolos mandálicos, de totalidad y de integridad, y donde finaliza con el derrocamiento revolucionario de una monarquía en un gran movimiento de masas humanas y con una pareja que pasea por ese lugar. Así en estos símbolos pareciera que se da una gran animación de lo inconciente y especialmente un cuestionamiento de todo aquello restrictivo, y que hace a los hábitos y valores morales que están dentro de la órbita de lo paterno a fin de hacer una transformación. Es de sumo interés los dos jóvenes que llevan a término al sueño ya que implica nuevamente la idea de la conjunción de lo masculino y lo femenino y que ya estaba anunciada en las plazas circulares que antes hicimos mención. Es decir que hay un dejar a lo viejo y tradicional para dar curso a una integración de lo conciente y lo inconciente, no sin cierto temor ya que hay que recordar que en el inicio el personaje femenino estaba muy asustado, aferrada al respaldo de la butaca, circunstancia que señala al anima del escritor y que hace a la posibilidad de dejar cierta inmovilidad que refiere a una figura que aún posee algunos rasgos masculinos y por ello ligada a lo materno, pero luego del derrocamiento de la monarquía establece un diálogo que ya es diferente de ese comienzo.
A los pocos días vuelve a soñar con una representación teatral y donde Kafka está sentado de espaldas al escenario y allí aparece un jinete que galopa y canta y donde también aparece una joven, igualmente de espaldas, desnuda que en su cuerpo tiene una mancha amoratada. El jinete llega a un clímax con el canto para luego decaer, y finaliza cuando ve a dos críticos que comen uvas y una linterna del escenario despide chispas, que ante su temor observa que otra persona se acerca a esta para vigilarla. Así el sueño llevaría a pensar que se dan ciertas dificultades para aceptar fuerzas e imágenes ligadas a lo sexual e integrarlas a la vida cotidiana, pero que van más allá de aquella esfera de la vida, para señalar a un temor a dejarlas expandir como dinamismos vitales que pareciera temer. Es significativo que anota en el diario, debajo del sueño, la frase: esta noche me sentí lleno de posibilidades penosamente contenidas.
Posteriormente sueña con un grupo de mujeres en un bosque y de gran voluptuosidad y que nuevamente indica el ingreso en lo inconciente, ya que en el varón este tiene signo femenino. Además se continuaría con el anterior en que mencionábamos cierto reparo en el dejarse llevar por lo pasional y que en este sueño se mostraría como desarrollándose y manifestándose.
En septiembre de 1912 relata un sueño en donde está junto a su padre ascendiendo por una pared y que era muy dificultoso. Asimismo se queja de que su padre no lo ayudara, para terminar con una visita al secretario de un profesor al que su aquel conocía. Aquí se dan los motivos de la actitud ambivalente hacia la figura paterna y la gran cadena de funcionarios que este representa como lo autoritario, pero por el que también desea ser ayudado el escritor.
Un sueño de importancia es el que cuenta a los pocos días del anterior, y en donde se ve en una escollera, a su derecha barcos de guerra y la ciudad de Nueva York. Pero le resulta muy placentero cuando observa que uno largos rodillos erectos giraban en el agua. Así nuevamente se dan símbolos que hacen a lo masculino y lo femenino en una relación que recuerda a lo sexual, pero lo que es de resaltar es que esto hace a la aparición de lo creativo en el arte de su escritura, en donde se da una relación entre lo conciente y lo inconciente. Tampoco es de olvidar que la vigilancia continua de los barcos de guerra, situación que indica que no puede gozar con plena seguridad y espontaneidad de ese espectáculo por aquellas presencias amenazantes y que podrían simbolizar a lo paterno que ya se daba en el anterior sueño, pero que también es su propio mundo interno restrictivo que ha incorporado a aquella figura.
En este período, el escritor refiere en su diario sentimientos de vacío y de una falta de sentido muy intensos. Esto puede estar reflejado en un sueño donde ve a cuatro funcionarios en un ministerio francés, destacando a uno que se halla sentado a la derecha con un perfil muy plano y con una nariz prominente. Si se considera al personaje del lado derecho como el que se halla en lo conciente o mejor dicho, el que hace a una identificación del escritor con él, además de sus características fálicas, destaca lo angosto y anguloso del rostro, es decir que le falta espesor, encarnadura, vida. Esta era una situación que ya se plantea en la vida diaria de Kafka en donde pareciera estar en el aire, con distancia de lo afectivo, situación que ya se hizo mención en algunos sueños anteriores.
Unos días más tarde sueña que una muchacha le trae una carta y que él lee y que posiblemente sería de la hermana menor de su novia, Felice. Mientras lleva a cabo esta acción alguien que está sentado a su derecha mira por su hombro lo que lee y Kafka le grita: ¡NO!. Es de recordar que en este año se dan una serie de crisis muy severas con su novia y la posibilidad de expansión en la vida cotidiana de lo significaba esta relación. Esta le era dificultosa y de difícil integración hecho que expresa el sueño en su final cuando los comensales lo miran con temor cuando grita.
Así es que hemos relato especialmente en los primeros sueños en donde comienzan a manifestarse el inicio de el gran proceso creativo, donde la inmersión en lo inconciente lo lleva a la contemplación de las imágenes que ahí actúan, tal como él mismo lo dice en 1913. Su vocación despunta con toda intensidad, pero también la dificultad para entablar una relación con la mujer y donde su imago inconciente, su anima, muestra cualidades que en algunos casos le inspiran temor además de deseo.
Hay un intento de dialogar con personajes masculinos que podrían darle la fuerza y la intensidad vital de las que carece, y que él mismo se queja por su falta, pero tampoco se decide a emprender una nueva aventura existencial y en donde la unificación de los diversos aspectos de su psiquismo, no los lleva a cabo él, tal como aparece en los sueños anteriores, sino otros personajes encarnados por sus amigos que lo relevan de esa responsabilidad en la vida. Faltaría un esfuerzo para darles forma, realidad material, sangre, a lo que le señalan los sueños, pero justamente esto es lo que evade quien puso al descubierto de manera única y genial la alienación de los hombres y en que él mismo pensó que a través de la escritura podría alcanzar la redención.
Las diferentes circunstancias constitucionales, familiares, socio-culturales e históricas se van a constituir en la situación y en el territorio donde la persona, y por el hecho de ser arrojada, va a adquirir unas peculiaridades en su estructura de personalidad y que conformarán una manera específica para enfrentar la vida, tanto externa como interior.
El sí mismo aparece como el centro organizador y dinámico del psiquismo, pero al que le es indispensable una instancia dotada de conciencia como el yo, que imprimirá una conformación y las integrará a las distintas expresiones de lo inconciente como son las imágenes y símbolos arquetípicos, sean individuales o culturales como mitos, leyendas, etc. Así una de las principales manifestaciones del selbst serán los sueños, siendo estos la manifestación de la energía psíquica y que lo hacen a través de las representaciones simbólicas y en una relación compensatoria con los valores, sentimientos, ideales del yo conciente. Son lo vital que tienden equilibrar y a establecer un desarrollo psicológico con carácter energético y finalista. Las imágenes de los sueños no solo expresan las situaciones psíquicas de importancia para la persona en sus diferentes crisis y conflictos, sino que pueden señalar un camino para su superación.
Partiendo de estos postulados nos dedicaremos a estudiar algunos de los sueños de Franz Kafka (1883 -1924) y que él mismo relata en el diario que escribe entre 1910 y 1923. Allí se expresan imágenes arquetípicas como la sombra, el anima, lo paterno, lo materno, sus miedos, deseos, pero en especial, y este es el carácter del trabajo, cómo la vocación de escritor comienza a afirmarse y establecerse como lo más importante en su vida y en donde es posible percibir un ingreso, una inmersión, en toda una zona arquetípica que hace a la fuente de los procesos creativos. Asimismo esta tarea se convierte en interesante ya que los sueños y sus escritos a través de relatos poseen un cariz semejante y con una estructura similar. Por ello es que podremos percibir a través de esta introducción y en un período que comprende entre 1911 y fines de 1913 no solo como se van delineando algunos de los conflictos y peculiaridades de la personalidad de Kafka, sino que suponen el inicio de una actividad que sienta los fundamentos para la creatividad de uno de los mayores escritores de todos los tiempos.
Los Diarios constan de un total de treinta y un sueños y que se dan entre los veintitrés y los cuarenta años. Los primeros de ellos que comienza a registrar son del mes de octubre de 1911, y en le primero alude a un descenso a los infiernos, donde penetra en lo inconciente, en el campo simbólico de la Gran Madre. Esto es muy semejante a lo que narran el mito del héroe donde su travesía comienza por el ingreso a una zona peligrosa y desconocida donde se encuentran aquellas fuerzas e imágenes que en su vida conciente no dispone. Es de recordar que en el año 1912 Kafka descubre su mayor pasión: la escritura. Por ello es que esto coincide con los sueños que va registrando siendo una manifestación del proceso de individuación, y en uno de ellos relata que camina por un pasillo donde ve una hilera de habitaciones muy parecidas a un burdel, con escaleras que suben y bajan y en donde comienza a tocar a una prostituta con placer, para descubrir con horror que en su espalda tiene una manchas rojas. Asimismo aparecen personajes masculinos de baja condición pero que simpatizan con él, que en principio causábanle temor. Como antes decíamos, se representa un ingreso en un sector de la psíque donde el yo deja de lado sus referencias identificatorias, es más se siente impelido a abandonarlas, y en que hay un intento de entablar una relación con el arquetipo del anima, es decir lo femenino inconciente, pero que señala ciertos reparos por lo que le observa en su espalda. Hay que indicar que el rojo es el color de los sentimientos y de la pasión, siendo muy probable que suscitaran temor en el escritor, por esto es que el sueño finaliza con su amigo Max revolviendo dos papas y hundiéndolas en un plato de sopa, símbolo de lo sexual y que Kafka delega en otro personaje. Tampoco hay que dejar de mencionar al hombre de cualidad inferior que se presenta en el burdel con temor para el escritor y que termina como alguien con quien simpatiza, expresando este a la sombra, aquel arquetipo que conlleva todo lo reprimido de la vida conciente y que genera angustia. La unión de lo masculino y femenino hace a lo que se denomina conjunción, término que expresa la reunificación de lo conciente y de lo inconciente y que comienza a manifestarse en este sueño de Kafka, aunque delegándolo a otro personaje, hecho que era frecuente en la relación con la mujer.
Otros tres sueños de interés son aquellos en donde en uno de ellos ve un asno con pies de hombre muy largos y que se asemejaba también a un galgo, agradándole mucho. Luego sigue otro en donde conoce a un inglés que tiene la cara tapada con un género en el que solo ve los ojos y la boca, que se siente bien con él pero que no debe aceptar una invitación que le hace. En el último de ellos está con dos amigos prestos para partir en ferrocarril, pero que se detienen tanto en la ropa que deben llevar en sus baúles que perderán el tren.
Así es que aquí habría que detenerse para visualizar ese ingreso en lo inconciente que antes mencionamos y en donde la figura del arquetipo anima como prostituta expone cualidades que hacen temer al soñante, al igual que el hombre del burdel y al que puede darsele el nombre de sombra y que se presenta en el prostíbulo, igualmente como en la figura del asno con pies largos, acentuando lo fálico pero también de escaso desarrollo, el inglés de la cara tapada y en donde hay una ambivalencia entre el deseo de conocerlos y el temor a entablar relación con estos personajes que suponen aspectos oscuros, sombríos, eróticos de la vida y que no parecen estén integrados en la experiencia de Kafka, circunstancia que queda señalada por la escena donde pierde el tren por un celo excesivo por la ropa-máscara, que hace a los convencionalismos que carga como la metáfora del equipaje en el sueño.
Ya en noviembre de ese año también comenta un sueño en donde comienza con una muchacha que se aferraba aterrorizada al respaldo de una butaca en un teatro y que en la obra que se representaba tenía un papel masculino. Continúa con una escena con una serie de plazas circulares, que son símbolos mandálicos, de totalidad y de integridad, y donde finaliza con el derrocamiento revolucionario de una monarquía en un gran movimiento de masas humanas y con una pareja que pasea por ese lugar. Así en estos símbolos pareciera que se da una gran animación de lo inconciente y especialmente un cuestionamiento de todo aquello restrictivo, y que hace a los hábitos y valores morales que están dentro de la órbita de lo paterno a fin de hacer una transformación. Es de sumo interés los dos jóvenes que llevan a término al sueño ya que implica nuevamente la idea de la conjunción de lo masculino y lo femenino y que ya estaba anunciada en las plazas circulares que antes hicimos mención. Es decir que hay un dejar a lo viejo y tradicional para dar curso a una integración de lo conciente y lo inconciente, no sin cierto temor ya que hay que recordar que en el inicio el personaje femenino estaba muy asustado, aferrada al respaldo de la butaca, circunstancia que señala al anima del escritor y que hace a la posibilidad de dejar cierta inmovilidad que refiere a una figura que aún posee algunos rasgos masculinos y por ello ligada a lo materno, pero luego del derrocamiento de la monarquía establece un diálogo que ya es diferente de ese comienzo.
A los pocos días vuelve a soñar con una representación teatral y donde Kafka está sentado de espaldas al escenario y allí aparece un jinete que galopa y canta y donde también aparece una joven, igualmente de espaldas, desnuda que en su cuerpo tiene una mancha amoratada. El jinete llega a un clímax con el canto para luego decaer, y finaliza cuando ve a dos críticos que comen uvas y una linterna del escenario despide chispas, que ante su temor observa que otra persona se acerca a esta para vigilarla. Así el sueño llevaría a pensar que se dan ciertas dificultades para aceptar fuerzas e imágenes ligadas a lo sexual e integrarlas a la vida cotidiana, pero que van más allá de aquella esfera de la vida, para señalar a un temor a dejarlas expandir como dinamismos vitales que pareciera temer. Es significativo que anota en el diario, debajo del sueño, la frase: esta noche me sentí lleno de posibilidades penosamente contenidas.
Posteriormente sueña con un grupo de mujeres en un bosque y de gran voluptuosidad y que nuevamente indica el ingreso en lo inconciente, ya que en el varón este tiene signo femenino. Además se continuaría con el anterior en que mencionábamos cierto reparo en el dejarse llevar por lo pasional y que en este sueño se mostraría como desarrollándose y manifestándose.
En septiembre de 1912 relata un sueño en donde está junto a su padre ascendiendo por una pared y que era muy dificultoso. Asimismo se queja de que su padre no lo ayudara, para terminar con una visita al secretario de un profesor al que su aquel conocía. Aquí se dan los motivos de la actitud ambivalente hacia la figura paterna y la gran cadena de funcionarios que este representa como lo autoritario, pero por el que también desea ser ayudado el escritor.
Un sueño de importancia es el que cuenta a los pocos días del anterior, y en donde se ve en una escollera, a su derecha barcos de guerra y la ciudad de Nueva York. Pero le resulta muy placentero cuando observa que uno largos rodillos erectos giraban en el agua. Así nuevamente se dan símbolos que hacen a lo masculino y lo femenino en una relación que recuerda a lo sexual, pero lo que es de resaltar es que esto hace a la aparición de lo creativo en el arte de su escritura, en donde se da una relación entre lo conciente y lo inconciente. Tampoco es de olvidar que la vigilancia continua de los barcos de guerra, situación que indica que no puede gozar con plena seguridad y espontaneidad de ese espectáculo por aquellas presencias amenazantes y que podrían simbolizar a lo paterno que ya se daba en el anterior sueño, pero que también es su propio mundo interno restrictivo que ha incorporado a aquella figura.
En este período, el escritor refiere en su diario sentimientos de vacío y de una falta de sentido muy intensos. Esto puede estar reflejado en un sueño donde ve a cuatro funcionarios en un ministerio francés, destacando a uno que se halla sentado a la derecha con un perfil muy plano y con una nariz prominente. Si se considera al personaje del lado derecho como el que se halla en lo conciente o mejor dicho, el que hace a una identificación del escritor con él, además de sus características fálicas, destaca lo angosto y anguloso del rostro, es decir que le falta espesor, encarnadura, vida. Esta era una situación que ya se plantea en la vida diaria de Kafka en donde pareciera estar en el aire, con distancia de lo afectivo, situación que ya se hizo mención en algunos sueños anteriores.
Unos días más tarde sueña que una muchacha le trae una carta y que él lee y que posiblemente sería de la hermana menor de su novia, Felice. Mientras lleva a cabo esta acción alguien que está sentado a su derecha mira por su hombro lo que lee y Kafka le grita: ¡NO!. Es de recordar que en este año se dan una serie de crisis muy severas con su novia y la posibilidad de expansión en la vida cotidiana de lo significaba esta relación. Esta le era dificultosa y de difícil integración hecho que expresa el sueño en su final cuando los comensales lo miran con temor cuando grita.
Así es que hemos relato especialmente en los primeros sueños en donde comienzan a manifestarse el inicio de el gran proceso creativo, donde la inmersión en lo inconciente lo lleva a la contemplación de las imágenes que ahí actúan, tal como él mismo lo dice en 1913. Su vocación despunta con toda intensidad, pero también la dificultad para entablar una relación con la mujer y donde su imago inconciente, su anima, muestra cualidades que en algunos casos le inspiran temor además de deseo.
Hay un intento de dialogar con personajes masculinos que podrían darle la fuerza y la intensidad vital de las que carece, y que él mismo se queja por su falta, pero tampoco se decide a emprender una nueva aventura existencial y en donde la unificación de los diversos aspectos de su psiquismo, no los lleva a cabo él, tal como aparece en los sueños anteriores, sino otros personajes encarnados por sus amigos que lo relevan de esa responsabilidad en la vida. Faltaría un esfuerzo para darles forma, realidad material, sangre, a lo que le señalan los sueños, pero justamente esto es lo que evade quien puso al descubierto de manera única y genial la alienación de los hombres y en que él mismo pensó que a través de la escritura podría alcanzar la redención.
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