viernes, 7 de mayo de 2010

Hacia la búsqueda de la masculinidad a través de dos mitos.

Teseo matando al minotauro.



La noción de género conlleva una representación, una imagen que hace a la identidad sexual, circunstancia que implica toda una serie de concepciones que hacen a lo biológico, lo psicológico, lo socio-cultural-histórico. El concepto de masculinidad ha ido variando a través de las culturas y de los tiempos, circunstancias que hacen que no pueda considerarse como un hecho inmutable y establecido.
Así es nuestro propósito plantear desde una perspectiva psicológica cómo las situaciones vitales y evolutivas, aunque hayan sido negativas y desafortunadas, pueden ser la ocasión para ponerse en contacto con un basamento de fuerzas e imágenes arquetípicas y que, en la medida en que sean confrontadas y asimiladas concientemente, pueden operar como un medio o un proceso que signifique una transformación de la identidad sexual.
Y como antes hicimos referencia a lo arquetípico, se hace necesario plantear que los mitos y símbolos de las diferentes épocas de la humanidad se convierten en sus maneras propias de expresión, y para ello es necesario mencionar los que, a nuestro entender, exponen un desarrollo de la masculinidad y muy especialmente en los momentos de crisis en donde aquella es severamente cuestionada. Las variadas experiencias psíquicas que se dan ante las ocasiones que presenta la vida se inscriben cono interrogaciones sobre los valores, proyectos, creencias, hábitos, que hacen a la identidad que de sí tiene el varón. Pueden haber sido hechos del pasado en relación al ambiente familiar y especialmente con la figura paterna, como por acontecimientos actuales que se transforman en hierentes. Las nociones que de sí se tienen no pueden darles respuestas adecuadas, circunstancia que que hace posible un cambio de rumbo vital y la emergencia de fuerzas y símbolos que no habían sido tenidos en cuenta ni se los conocía por ser inconcientes.
Esto se presenta en las narraciones que comprometen al acerbo de los tesoros culturales, principalmente a los mitos que posibilitan acceder a un sentido sobre lo que está experienciando ese varón.
Así en primer lugar, algo ocurre que modifica lo que hasta ese momento estaba en equilibrio. En segundo lugar, comienza un período de sufrimiento que se vivencia como de pérdida, de abandono, de desvitalización, de soledad. Como tercera etapa, y en la medida en que el varón asuma concientemente este descenso a los infiernos, puede encontrar allí una posibilidad de renovación existencial, ya que hace a lo inconciente arquetípico que como núcleos vitales aportan sentido y significación. Y por último, en la medida en que se establezca una confrontación dialéctica con aquellos, que puede darse tanto desde lo exterior como desde la interioridad del sujeto, hay una reintegración a la vida de lo cotidiano.
Pero para esto nos resulta imprescindible hacer mención de dos mitos que señalan los períodos de pasaje, permitiéndonos interrogarnos sobre la masculinidad. El primero es el de Teseo. Recordando que este siendo joven debe partir para la isla de Creta con un grupo que componen siete varones y siete mujeres de edades similares, para ser sacrificados al Minotauro y como tributo que la ciudad de Atenas debía ofrecer al rey Minos cada nueve años. El héroe se compromete a suprimir esta calamidad y por esto es que idea un plan junto a su amada Ariadna para dar muerte al monstruo. Si bien hay diferentes versiones del mito, una de ellas dice que Teseo penetra en el laberinto para llegar a la cámara central donde estaba el minotauro, pero llevando un hilo de lana que le había dado su amada a fin de poder salir sin perderse. Una vez arribado al centro, espada en mano, da muerte al monstruo clavándosela en un ojo.
Aquí es posible detectar algunos aspectos significativos que hacen a lo masculino. En primer lugar a la transformación de un niño en hombre y la resistencia que encontraba en el viejo orden, representado por una figura materno-paterna negativa. Pero esto es justamente lo que convocaban los antiguos ritos iniciáticos y que expresaban que al varón no le adviene la masculinidad sino que debe conquistarla y, tal como Teseo, espada en mano y luego de un proceso de gran dificultad y riesgo. Así la muerte del minotauro es la posibilidad de convertirse en adulto dejando los deseos y esperanzas paternas al igual que lo devorador de estas figuras.
Pero para ello es necesario e imprescindible que el arma penetre en el ojo al monstruo. Esto tiene un profundo simbolismo y que hace al dejar la vista de lo exterior, de lo que se propone por lo social y lo cultural, para generar un estado de introversión, de un mirarse hacia adentro, para que desde la interioridad comenzar a interrogarse quién es este varón.
Pero para ello es imprescindible que penetre en el laberinto, que significa la muerte del yo infantil y la aceptación de su destino sin abdicar de sus fuerzas, enfrentando la situación que adquiere el carácter de vida o muerte. Es interesante destacar la figura de Ariadna, ya que se muestra como lo femenino que posibilita la salida de ese ámbito infernal y de sufrimiento, pero, y esto es lo que realza a lo masculino, debe ser Teseo , y solo él, quien se arriesgue en el combate, siendo esta acción de tal importancia que acaba con los sacrificios de de los jóvenes atenienses.
El segundo mito al que haremos referencia es el del Quetzalcoalt, antiguo dios de los aztecas y de otros pueblos de centro américa. Este también pierde su noción de masculinidad y especialmente por haber cometido incesto con su hermana, por lo que deberá iniciar un peregrinaje de purgación y que culminará con su renacimiento como la estrella matutina.
El mito presenta ampliaciones en donde este astro desaparece por ocho días para luego de su muerte renacer como Venus uniéndose con el sol. Así nuevamente se dan las imágenes del descenso a los infiernos, en donde Venus-Quetzalcoatl toma la forma de un perro enfermo, Xolotl, y que en aquel lugar es quemado y torturado en la profundidad de los más terribles sufrimientos. Pero desde esta experiencia es donde puede generar el quinto sol, centro numinoso y de máximo valor vital para el pensamiento azteca. Nuevamente se repiten las imágenes del padecimiento y del dolor, pero que se convierten en condición ineludible como expresión de la pérdida de las viejas identificaciones, de su mundo de valores, ya que solo así es posible encontrar una nueva masculinidad. De manera semejante al de Teseo, en este caso debe haber un proceso de enfrentamiento y hasta de agresividad, circunstancia que se da con la aparición de otros personajes míticos, pero que hacen a una transformación del perro Xolotl en un tigre para enfrentar resuelta y valerosamente aquello que le acaece, para terminar reunificándose con algo mayor que una referencia personal, yoica, y es la que se establece entre la estrella matutina que vuelve a vivir y el sol, siendo éste un símbolo central como dador de vida para los aztecas.
Así es que a través de estos dos mitos se da la posibilidad para tratar de entender algunas de las cualidades de la masculinidad, además se posibilita un contacto con símbolos arquetípicos solo a través de un cuestionamiento de su sistema de valores, produciendo un período de crisis y de sufrimiento, y que el tema del descenso a los infiernos narra de manera admirable. En los sueños asimismo aparecen estos motivos, y menciono el de un varón que en un momento de gran dificultad se ve bajar por un tubo hacia algo semejante a un lavadero de ropa. Ahí le cae desde el techo y lo inmoviliza una figura que en el mundo diurno lo estaba oprimiendo. Posteriormente tuvo que enfrentar a ese personaje y que representaba, tal como Teseo el minotauro o como el perro Xolotl quemándose en el fondo del abismo, situación que dio inicio a una reconstrucción de su imagen de varón, distinta de como era antes de ese incidente.
Pero lo fundamental es que la posibilidad de dejar hablar a los símbolos, sea a través de los mitos o de las producciones de lo inconciente, puede ser la oportunidad de reencauzar la vida, de encontrar una nueva masculinidad no ligada a estereotipos sociales o máscaras narcisistas y defensivas. Pero en cualquier circunstancia siempre el varón deberá conquistarla, espada en mano, sabiendo que esa es su tarea existencial y solo cosa de hombres, reecontrando al padre y a los otros padres iniciadores.

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