Asklepios. Época grecorromana. Siria.
Walter Benjamin decía que había libros que venían desde tiempos remotos a cada uno de nosotros para ser interpretados de manera singular, así también puede pensarse de las imágenes plásticas que motivan, dinamizan, desde su intensidad y extrañeza, esperando una indagación hermenéutica para acercarse a sus sentidos. Empresa ligada, de alguna manera, con la interpretación de los sueños, de las producciones de lo inconciente.
Ellas se convierten en símbolos, en imágenes con sentido, como la figura que se presenta arriba respecto del dios de la medicina Asklepios y que da la ocasión para reflexionar sobre ella y el papel del analista y el analizado.
Pero para esto es necesario hacer algunas acotaciones acerca de su historia. Es de recordar que era hijo de Apolo y de Coronis, y estando ella embarazada se comprometió con un mortal, despertando los celos de Apolo que la mató, pero previniendo que el niño que llevaba en su vientre naciera vivo. Aquel entregó a Asklepios al centauro Quirón para que sea educado en el arte de la medicina. Asimismo la diosa Atenea le proporciona dos bolsas, una que proviene de la vena izquierda de la gorgona y que tenía veneno y otra de la vena derecha que no solo le otorgaría la salud a los enfermos sino que hasta podría resucitarlos.
Tal fue el éxito de Asklepios que llegó a devolver a la vida a Hipólito, circunstancia que desencadenó las iras de Zeus y las protestas de Hades, ya que estaba alterando el orden del universo, por ello es que fue fulminado por un rayo que le arrojó el príncipe del olimpo. Aunque, y con póstumo arrepentimiento, fue vuelto a la vida.
En Grecia contaba Asklepios (su nombre es probable, como dice Kerenyi, que derivara de la palabra griega askábalos, que significa serpiente) con santuarios muy importantes (hubo más de doscientos hacia el siglo II a.C.), siendo los principales el de Cos, Atenas y el de Epidauro. En este operaba un centro de curación de enfermedades y en el que desarrollaban sus actividades para tal fin los sacerdotes-médicos (es de recordar que Hipócrates fue uno de ellos).
Utilizaban diferentes medios de cura como ungüentos, plantas medicinales, pero tal vez el más llamativo era la incubación, palabra que en griego significa dormir en el santuario, y que consista en que el enfermo reposara hasta tener un sueño en un lugar llamado abaton, creyéndose que era enviado por Asklepios, para posteriormente ser interpretado. La aparición onírica del dios con aspecto de barbudo, niño o con sus hijos, o algunos de los animales que pertenecían a su simbolismo, era entendido como señal de evolución favorable del mal que los aquejaba.
El dios, y tal como se lo representa en la foto de arriba, iba acompañado por el caduceo o bastón y con una serpiente que lo envolvía, símbolos que poseen una connotación importante para entenderlo. En primer lugar, aquella es un animal que expresa simbólicamente la polaridad entre la vida y su destrucción, entre la curación y la enfermedad. Sus vínculos con lo ctonio, lo infernal y la muerte, se conjugan con lo que representa la renovación, la transformación a través de la muda de su piel.
Aquí es donde se manifiesta la tensión energética que fluye por medio del símbolo, que pone al enfermo en relación con la peligrosidad de la muerte, pero que también abre un espacio donde a través del simbolismo otorga la oportunidad de dar un sentido a lo que se expresaba como sufrimiento. Es pharmakon, es decir, veneno-remedio. (Plinio decía que comer su carne inmunizaba contra su mordida, sin olvidar que durante siglos se utilizaba un remedio para los mismos fines que se llamaba Teriaca).
La serpiente hace a lo inconciente arquetípico, a lo peligroso-salvador, a lo que se halla muy distante de la conciencia y del yo, y que como símbolo abre a un fluir vital que rompe con estancamiento que significaba la enfermedad. Ella se muestra en la estela de arriba de forma sinuosa, como una onda de río o hasta como un relámpago que hace su aparición súbitamente.
Asimismo se halla enrocada en la vara o caduceo. Esto pone en relación dos símbolos contrapuestos, como el masculino fálico, recto y vertical, y la serpiente que se enrrolla en él, de forma circular y tal vez femenina. Pero también, ambos se manifiestan como un dinamismo donde lo que acaece sube desde lo bajo y se eleva hacia lo alto, como expresión del transcurrir, como principios que gobiernan el devenir, en un morir y renacer. Ahí se da lo temporal con lo eterno, donde se atraviesa por todas las circunstancias y peripecias de la vida, sin evadirlas, como el curso anual del sol.
Serpiente que transita por la enfermedad, por el límite con la muerte, por lo pulsional y lo arquetípico, poniendo en cuestión una racionalidad desvitalizada.
Falo fertilizante que genera y que ilumina como el rayo. Ella es la que hace que se experiencie una vivencia de crisis, de muerte, donde el enfermo se confronta con lo oscuro, con lo ctonio y lo inconciente.
Ahora bien, la presencia de Asklepios era la que tomaba a su cargo la posibilidad de sanación, pero recordando que era, también, quien había padecido la herida y la muerte por acción de Zeus, es decir él mismo se enfrenta con la carencia, con la falta de la mortalidad, apareciendo en la figura arquetípica del sanador herido. Ruptura con la omnipotencia y omnisciencia narcisita, de quien puede ponerse en el sitio del que sufre; del que deja el lugar del supuesto saber, como un analista actual y confronta al sufriente con sus propias posibilidades. Por ello es que esta vivencia por parte del enfermo, en un contexto terapéutico y simbólico como era el santuario, era la ocasión para que se constelara un símbolo arquetípico, Asklepios médico. Este propiciaba una reorganización de la economía libidinal que había sido alterada por la dolencia.
La enfermedad ubicaba a quienes asistían al santuario en contacto con el sufrimiento y la muerte, pero comenzando a vivir la experiencia como una oportunidad de transformación por medio de los símbolos y mitos que hacían al contexto sagrado del lugar. El médico herido, Asklepios, establecía como figura mediadora entre lo extraño del sufrir con lo familiar de los relatos mitológicos, lo conciente con lo inconciente, estableciendo un puente entre opuestos que la enfermedad había disociado.
Es decir, que se recreaba una nueva relación entre la salud y la dolencia, como un paso entre el no ser al ser, encontrando en esas vivencias destructoras de la enfermedad un sentido que se transforma en curativo y reparatorio. Se abre a otra forma de pensar por medio de los símbolos arquetípicos, con toda su carga numinosa que implica al enfermo. Para ello es de importancia central la presencia de los interpretes del santuario del dios, que catalizaban a un sentido e interpretaban el sufrir.
Es interesante señalar, que en Epidauro se hallaba uno de los mayores teatros de Grecia, y al que los enfermos asistían. Ahí la tragedia desencadenaba la catarsis, la purgación a través de la piedad y el horror de las pasiones oscuras de los hombres, y donde también se daba la epifanía de otro dios que renovaba, en este caso Dionisos y quien también se hallaba muy cerca de lo mortal.
Así es que el santuario del dios Asklepios recibía a cantidades ingentes de personas que buscaban el alivio de sus dolencias, y en donde este, como un útero o un vaso alquímico psicoterapéutico, daba la oportunidad para que emergieran imágenes y símbolos que resignificaran su mal, encontrando un sentido en una vivencia de ruptura de su yo, y en especial por medio de la incubación onírica.
Esto estaba en relación con los ritos iniciáticos, donde se representaba la muerte y la renovación, y que es semejante a lo que se les proponía a los enfermos, donde el dormir y el soñar parecían una experiencia análoga. Se desliga del yo en una regresión a lo inconciente, para emerger de la misma con un relato del sueño que simbolizara su estado. Y esos símbolos, como mejor expresión de algo desconocido y temido como su dolencia, se integraban en una historia a interpretar. Así tomaba expresión lo desconocido y que como símbolo intenta posibilidades de sentido siempre abiertas y, por lo tanto, a nuevas manifestaciones de vida.
No faltaba la ayuda y el acompañamiento de los sacerdotes médicos, como antiguos terapeutas en el transitar por los oscuros caminos de la enfermedad, circunstancia esta parecida a lo que ocurre durante el trabajo analítico actual, donde lo que se pretende es el emerger de un espacio transicional o imaginal. Allí es donde pueden simbolizarse, tomar "cuerpo", con un otro, aquello que era expresado por el síntoma, el acting, la somatización.
Así es posible entender la relación que en algunos aspectos hay entre esas antiguas formas terapéuticas y las que hoy en día se ejercen por los "descendientes" de Asklepios, y que a partir de los sueños, visiones, chistes o actos fallidos, se constele el dios a través de su habla simbólica, en esos santuarios mandalas, que como útero o vaso de las transformaciones abran a una renovación de la vida. Así es de recordar que, según relata Platón, la últimas palabras de Sócrates antes de morir, le encomienda a su amigo Critón el pago de un gallo al dios, siendo aquel animal un símbolo solar y que, como este, se oscurece para internarse en la oscuridad de la noche para renacer durante una nueva aurora. Circunstancia similar a cuando los analizados también hacen un sacrificio durante el proceso terapéutico, dejando de ser solo yo, máscaras narcisistas, para darse a una apertura a lo inesperado, a lo otro, que habla como inconciente, en un discurrir simbolizando eso que enfermaba.
"Oh Critón, debemos un gallo para Asklepios. Pagad la deuda y no la paseis por alto."
Platón: Fedón.
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