jueves, 10 de julio de 2014
PENSAR "THE WALKING DEAD".
Las producciones culturales y artísticas permiten la oportunidad de dar expresión a las problemáticas más acuciantes de las sociedades. Sufrimiento, angustias, miedos, desamparo, se manifiestan como una manera de otorgar forma a aquello que se presenta como extraño y siniestro, pero también como un inicio de elaborarlas y así comprenderlas.
Así la serie "The walking dead" pareciera ser una de esas posibilidades. Su temática es simple, de escasa variación y desarrollo, pero que ha consitado el interés de millones de personas en distintas partes del planeta, donde no solo se las ve por televisión sino que también se hacen festivales callejeros con sus máscaras y ropas.
En ella se entabla una guerra a muerte entre humanos y otros que también lo fueron pero que a causa de un contagio por un virus, a través de la mordedura de estos seres, se han transformado en muertos "vivientes". Su misión y supervivencia está dada en tanto puedan procurarse carne y sangre humanas. Mientras que el grupo de los vivos deberá sobrevivir combatiéndolos sin cuartel.
Pero aquí es donde es posible establecer algunos de las características de la acción dramática para que se pueda comenzar a pensar si es que tienen algún sentido:
1) Hay una relación especular invertida, de necesaria vinculación entre ambos grupos que se combaten, vivos-muertos, murientes-vivientes; 2) No hay manera de evitar el enfrentamiento con los muertos "vivos", siendo que estos los buscan y retornan permanentemente; 3) La facilidad con que los humanos destruyen a los muertos "vivientes", y la torpeza de sus actos; 4) La permanente presencia de grupos, con poca diferenciación singular de sus miembros; 5) El telón de fondo donde se desarrolla la acción, con paisajes destruídos, desvitalizados, desérticos, en ruinas; 6) La defensa a que apelan los humanos a través del encierro, los alambrados, que los muertos no pueden traspasar y que casi siempre solo atinan a abalanzarse sobre ellos.
Estas peculiaridades, y como dijimos antes, se dan en una guerra entre ambos grupos. Los muertos "vivientes" aparecen como devoradores buscando saciar su hambre con carne humana, pero además de ser muy torpes, están desvitalizados, vacíos, que al ser golpeados se fragmentan con gran facilidad.
A su vez, los humanos se presentan como muy agresivos, inteligentes y que no van a entregar su sangre sin combatir. Pero lo que resalta es la interacción en espejo entre ambos grupos en donde la supervivencia de uno de ellos supone la aniquilación del otro, y en que los muertos "vivos" toman forma como un doble del humano, como aquella contraparte negada, denegada, voraz, vacía, desamparada, escindida y desesperada por la sangre de los humanos.
Estas cualidades pueden asemejarse a las que se dan en los cuadros psicopatológicos que son de actualidad en esta época de sobremodernidad y que toman el nombre de "patologías del vacío". Sujetos cerrados en máscaras narcisistas, con predominio de una inteligencia instrumental, de poder, con escaso reconocimiento del semejante, pero con una escisión que hace que desconozcan la flaqueza, la necesidad, los sentimientos de desvitalización. Lucha a muerte con otra parte de sí mismo, negando lo que no se puede tolerar, y por ello la ilusión de la facilidad con que se lo destruye, como en la serie, pero que siempre retorna, haciéndose siniestro.
Epoca, la actual, de sobreacentuación del pensar tecnológico que desconoce el enraizamiento en el cuerpo (por ello la desesperación de comer carne humana), de carencia afectiva (y así la búsqueda de sangre, que siempre simbolizó el alma), de soledad masificada, de falta de compromiso y del intento de solucionarlas por la rapidez cibernética. Circunstancias estas donde los humanos se desvitalizan, casi como los muertos "vivientes", desesperados que tratan de llenar un vacío carente de sentido a través de la droga, la comida, el consumismo, la paranoia, y en donde la necesidad siempre retorna y en que esa imagen de los muertos "vivos" muestra, tal vez, como ellos se sienten y perciben.
Es importante señalar el paisaje donde se desenvuelve la serie, y que son lugares en ruinas, galpones, fábricas abandonadas y que recuerdan a lo que Heidegger llamaba la "desertificación", en que el ser se ha perdido por la usurpación que hace el hombre de los objetos que lo esclavizan. Destrucción de la naturaleza por la explotación desenfrenada, tiranizada por el consumo.
Pero también perdida de la solidaridad social, ya que esos esos muertos "vivientes" son similares a esas masas de africanos que trepándose a las alambradas de los territorios de España, de Ceuta y Melilla, intentando frenéticamente ingresar a la "civilización" europea y ante la represión y la lucha, a veces a muerte, de estos.
Así es que la serie pone en escena problemáticas psicológicas y sociológicas peculiares de estos tiempos, y en especial, la dificultad que se da en los sujetos y en los grupos humanos de aceptar y establecer un diálogo con lo que es "otro", distinto, que no encuadra en la máscara de autosuficiencia y omnipotencia. Su escisión preanuncia su retorno como ominoso, destructivo, entablándose una lucha a mortal, sin comprender que tal vez, aquello que se rechaza hace a lo singular de cada quien. Por ello se torna perentorio el diálogo con eso que se vive como extraño, pero que tal vez le de rostro humano a esa carencia que se intenta negar por la ilusión de ser lo que no se es, desconociendo al semejante y a sí mismo.
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