Paul Klee. Angelus Novus (1920).
La historia marca surcos que modelan ideas, valores, perspectivas, estableciendo características que se constituyen como un clima o un espíritu de los tiempos. Aparecen como un dibujo que comienza a teñir con algunos rasgos típicos a las obras de distintos pensadores otorgándoles alguna homogeneidad. Pero también hay quienes se alejan de esos senderos de continuidad y adquieren formas propias, singulares, poniendo en cuestión esas maneras que se hacen comunes y extensas. Ellos retoman concepciones que son dejadas de lado, recuperan lo olvidado, desarrollan un lenguaje que es peculiar, nuevo y hasta extraño.
Así Walter Benjamin (1892-1940) y Carl Gustav Jung (1875-1961), que a pesar de sus diferencias conceptuales y metodológicas, comparten una distancia y una crítica de las corrientes de pensamiento predominantes y hegemónicas de la época.
La obra de Walter Benjamin es tributaria de la cábala, de las líneas heréticas del judaísmo, del gnosticismo. También su lectura del marxismo es peculiar y crítica de la concepción "cientificista" que era común en ese momento histórico. (Forster, 2012). Se pregunta por el detalle, por lo que se presenta como obsoleto y hasta sin valor en las sociedades de consumo, encontrando ahí un camino que abre a un tiempo utópico y de redención. Mantenía un vivo interés por la interpretación de los sueños (Benjamin, 2012; 2014), por la literatura de las patologías mentales, por pensadores como Bachofen y sus ideas sobre la preeminencia de lo matricial por sobre lo patricial, los juguetes infantiles, los libros de anticuarios, etc.. Por eso es que "Benjamin se veía a si mismo como un buceador de perlas, de esas que se guardan en los altillos de la memoria o que se han convertido en huellas semiborradas, que sin embargo, definen, cuando se las puede descifrar, la trama de nuestra propia actualidad". (Ib.:29).
En lo que hace al pensamiento de Jung, este también posee un matiz singular, alejándose y cuestionando a lo que comenzaba a establecerse como hegemónico. Su ruptura oficial con Freud y el psicoanálisis en el año 1914, la recuperación de fuentes similares a las de Benjamin como la gnosis, las obras de Bachofen, el releer las metáforas de los antiguos textos de la alquimia, la validación epistemológica del juego infantil y el alejamiento del pensar utilitarista, objetivista y causalista, lo ubican en la proximidad de lo "herético" y de lo distinto.
¿Existía alguna relación intelectual entre ambos?, Walter Benjamin conocía la obra de Jung, la cita en textos como El libro de los pasajes, aunque por momentos toma distancia crítica, tal vez por influencia de Adorno. Jung es posible que no estuviera en contacto con la producción de aquel, quizá haya tenido alguna referencia por Gershom Scholem, con quien compartía los encuentros Eranos, en Ascona, Suiza. (Wehr, 1991:314). Así es posible sostener que, aunque por vías distintas, ambos abren un espacio por el que transitan en la búsqueda de un inicio como dador de sentido. El establecer puntos de comparación entre lo originario, la redención, la rememoración y lo mesiánico, es la oportunidad para que se expongan temas que estos autores comparten y así plantear los siguientes tópicos:
1) Lo originario
Ambos pensadores consideran como elemento central de sus obras la cuestión del origen, que hace a una búsqueda de lo primordial, de lo inicial. Origen como comienzo de todo, como raíz desde donde puede iniciarse lo nuevo, recuperando lo olvidado e inmemorial que se regenera y que se convierte en utopía. Es asimismo esclarecedora la indagación etimológica del término castellano y que proviene del latín origo, derivado de oriri, que hace referencia al salir de los astros. También está relacionado con términos como levante, orientalismo, orientar, orientación, orientador. La meta como origen.
Walter Benjamin, partiendo desde la interpretación cabalista de la biblia y a través de su amigo Gershom Scholem (Forster, 2012:113-114)), entiende al origen a través de lo que denomina como los Nombres Primordiales y que se han perdido a consecuencia de la degradación de ese lenguaje inicial. Así en un comienzo, Dios crea por su palabra, posteriormente Adán nombra a las cosas y a los seres pero sin imposición ni violencia, como un don en el que concurren la palabra y lo esencial de aquellos. Pero este lenguaje del nombre fue olvidado y hasta perdido, a consecuencia de la arrogancia por la construcción de la torre de Babel, dando paso a un lenguaje que Benjamin denomina como de la comunicación, de la información, en el que esa relación palabra-cosa queda escindida. Ahora domina el lenguaje del conocimiento y de la representación, del concepto y del juicio, que establecen un orden que impone su propia lógica al mundo y a los seres, no dejando que estos sean lo que son. (Forster, 2012:122).
Esos Nombres Primordiales, que se han perdido por la usurpación que hace el lenguaje de la comunicación, son eternos y almacenan lo inmemorial. Ellos son el origen "que se hallan en el flujo del devenir como un vórtice". (Dimópulos:2012:93).
Pero sus huellas, sus destellos, no están totalmente olvidados, ya que por la rememoración es posible acercarse a ellos. No es una vuelta al pasado sino la regeneración del sentido original de las palabras. (Moses, 1997 :98); como si fuera nuevo lo que se comienza a pensar. Lo originario despierta el recuerdo en su significación primaria llevando a un retorno a la verdad inicial a fin de ser descubierta por primera vez. "Es la presencia de los Nombres Primordiales que se descubren como nuevos y que existían desde siempre". (Ib.:92). Es lo nunca dicho que procede del fondo inmemorial de lo olvidado de la revelación y que se recupera a través de la creación de lo nuevo. (Ib.). Son "chispas del tiempo mesiánico" o también "estrellas" que expresan una esperanza de redención como metáforas de una experiencia extática del cosmos donde lo más lejano y lo más cercano se encuentran. (Ib.:94).
También Jung hace del origen una cuestión central en su obra, considerándolo como la materia primigenia, como el tesoro de imágenes primordiales, de los arquetipos como elementos estructurales propios de la intemporalidad de lo inconciente, que es colectivo y que escapa al ser y perecer individuales. (Jung 1957:205). Expresan una originaria polivalencia, abriéndose a múltiples posibilidades. Asimismo retoma las viejas metáforas de la alquimia para aludir a ese origen con extraños nombres como "lo amorfo", "masa confusa", "caos", "mercurio", "hades", "lo indiferenciado". Ahí comienza la vida psíquica, como "una especie de marea infinita, océano de imágenes y de formas que llegan a la conciencia." (Jung, 1994). No puede dejar de mencionarse la clara influencia de Goethe en su consideración de lo primigenio o del protofenómeno, como lo indiferenciado que genera y crea y que el sabio de Weimar denominaba Las Madres.
Pasado y futuro tienen allí su devenir tomando forma a través de la expresión que proporcionan los símbolos: "Son arcaicos, míticos, pero a su vez pueden manifestarse como una irrupción inesperada e incomprensible, de lo que nunca ha ocurrido aún, algo totalmente singular, nuevo y venidero". (Jung, 1935:177). Ellos son la manifestación de los arquetipos, de los esquemas que forman las imágenes, de las matrices de sentido, universales y propias de lo humano. Adquieren efectividad como principios de configuración de representaciones y acciones que las regulan. (Jung, 2014:261). Proponen los significados primigenios de la vida abriéndose al universo. Son siempre existentes, impulsan a su meta como gérmenes creadores y abiertos a posibilidades incalculables. Los arquetipos como núcleos de sentido, se expresan como una variación infinita de un tema original.
Asimismo estos símbolos, de manera semejante al pensar de Benjamin, se manifiestan como "chispas", "luminosidades" o como el "firmamento interior", "cielo nocturno sembrado de estrellas", según la terminología que proviene de los textos de alquimia. (Jung, 2014:167). Ellos están grávidos de significación como fuerzas vitales, en estado de gestación de sentido, como semillas de futuro, liberando utopías posibles. (Trevi, 1996). Hacen al "tesoro prodigioso de las estratificaciones depositadas durante el transcurso de la vida de los antepasados". (Jung, 1994:128). Como formas vacías pueden adquirir infinitas expresiones al darse en una cultura específica y así se hacen particulares a un tiempo y a un espacio singulares.
Jung entiende que cuando las sociedades pierden ese sustrato simbólico y numinoso desarrollan diversas formas de alienación y patologías. El predominio de un pensar tecnológico rompe con las raíces de lo primigenio, del origen, que también es lo pulsional.
2)Redención, rememoración y mesianismo.
El lenguaje teológico es re-apropiado por ambos pensadores otorgándole significados que se singularizan y a la vez se constituyen como múltiples. Así el término redención en su sentido religioso hace a la liberación de un estado de cautividad, de sufrimiento, de culpa, de pecado, de desamparo. Proceso que produce la reintegración a un momento de plenitud que se había perdido.
Para Walter Benjamin, la redención se da en varios planos. En uno de ellos como la recuperación de las huellas de un habla primordial que denomina adánico, perdido por la intromisión del lenguaje de la comunicación y a consecuencia de la caída babélica. En aquella lengua no existía ruptura entre palabra y cosa, habiendo una continuidad de esencia, sin la violencia del juicio y del ordenamiento arbitrario. La redención es el camino para recuperar esas chispas primordiales cargadas de un tiempo mesiánico liberador. Aquí se percibe la influencia de la Cábala que postulaba el rescate de las chispas divinas que se dispersaron en el mundo material y que el mesías las volverá a reunir. (Scholem, 1991:225).
Pero Benjamin también extiende la redención a lo histórico social, y que consistiría en buscar a los vencidos de la historia, rescatando su memoria sepultada por los vencedores. Salvar del olvido a los derrotados, reparando el sufrimiento y el abandono, reanimando el pasado, otorgándole nueva vida y reencontrando en lo pretérito las huellas de un futuro de utopía.(Palermo,2012:105).
Pero la redención no concluye solo con aquello, y este es un aporte singular de Benjamin, sino que debe extenderse a los objetos que en la economía y cultura capitalistas han pasado a convertirse en mercancías y en fetiches. Presta especial atención al coleccionista, como un redentor de los objetos ya que los saca de su mera función de útil y les permite abrirse al recuerdo de lo que llevan en su historia. Él los coloca en un lugar único, los nombra, recobrando su propia subjetividad. (Foster, 2012:105). Les devuelve la capacidad de mirar y de confirmar la experiencia depositada en ellos otorgándoles subjetividad al objeto.(Carassai, 2008). Sale de la continuidad del tiempo lineal, permitiendo que aparezcan posibilidades y giros inesperados, abriéndose como un mundo de promesa. Ahí habitan deseos olvidados, nunca realizados de un futuro sepultado por la historia del progreso, recobrando la experiencia que hay en ellos.(Ib., 2008:86). Sueños de posibilidad, únicos y singulares ante lo anónimo y uniforme de las mercancías, rescatando algo de lo originario y de la memoria. Despierta la vida coagulada en objetos petrificados, deshaciendo la cosificación de la mercancia, devolviéndoles el habla. (Buck-Morss, 2014:158).
La redención salva lo que ha fracasado, se restituyen las esperanzas abortadas que habían quedado en el olvido. Trae al presente lo inaudito, lo que nunca fue pero que es inmemorial. (Moses, 1997:102). Regenera el sentido original de las palabras, rompiendo con lo uniforme y repetitivo. (Ib.).
Asimismo Jung expone a la polivalencia del término redención como un proceso de hacer concienciente lo inconciente, pero también como la reanimación o restitución de aquellas funciones psíquicas que permanecían "inertes, y estériles, paradas, reprimidas, despreciadas, menospreciadas, que se animan y empiezan a vivir". (Jung, 1972:348-9). Renovación vital, renacimiento desde un momento de sufrimiento, desde un descenso a los infiernos, a lo inconciente, como en el mito del héroe que al ser devorado por la ballena o el dragón, salva del interior de su vientre a sus padres y parientes que habían sido tragados por el monstruo, siendo él mismo transformado por esta experiencia. (Jung, 1994).
La redención reconoce a los contenidos inconcientes e inicia un diálogo con lo recusado, abandonado, perdido, lo impropio y lo inútil, lo resistido por la conciencia, que es lo feo, inmoral, lo que es inconciliable con los valores concientes e ideales. Pero también es una liberación del yo efectuada por el sí mismo, prisionero en la unilateralidad de las máscaras. Así Jung, retoma antiguos términos que provienen de alquimia, para referirse a este momento como cura, panacea, elixir de la vida, fuente de la inmortalidad. Es un recobrar lo que está oculto en el cuerpo, liberarlo, ya que es lo que redime y transforma. (Jung, 1997:36). Lo inconciente como posibilidad de un despliegue de lo potencial como renovación y plenitud.
Pero para que todo lo anterior pueda darse es preciso que se lleve a cabo el proceso de la rememoración. Este término, central en el pensamiento de Platón, es entendido como la recuperación de un conocimiento que se tiene sin saber que se lo poseía, ya que fue olvidado al nacer. (Platón, 1999:102). Este no es personal ni proviene del exterior, sino que es universal y a-temporal, emergiendo del interior del humano. Es decir, se incorpora una forma inmutable, en un proceso de indagación continuo y activo.
Benjamin hace un uso singular del concepto de rememoración, y que no es visual como en Platón, como la apropiación de un momento pretérito, cargado de tiempo-ahora, descifrando un futuro en potencia que quedó atrapado en el pasado. Rescate de historias que nunca fueron escritas y que hacen a un recordar del lenguaje adánico, de los nombres primordiales y que deja sus huella en la poesía, en la traducción, en los juegos infantiles, en los objetos que se coleccionan. Es un recuperar la escucha primaria olvidada, reivindicando el derecho de dar nombres a las cosas. (Moses, 1997:92).
Aunque también la rememoración hace al recuerdo activo de la historia de las clases sociales que fueron derrotados, de sus esperanzas frustradas y de lo que quedó trunco, trayendo al presente sus luchas y combates, para que sirvan como motivos explosivos de la revolución.
La rememoración rompe el continuo temporal, no buscando el "así fue", sino reencontrando las "chispas" de la historia que nunca fueron escritas y como imagen de otro mundo utópico, "liberando la parte de novedad que tiene cada instante del pasado". (Moses,1997:130). La actividad rememorativa que remite a un sentimiento de felicidad. (Palermo, 2012:124).
La rememoración trae el recuerdo al dialogar con los objetos, con el arte, con la filosofía, pero Benjamin la amplía a un aspecto peculiar como al caminar por la ciudad, dejándose llevar por la improvisación y el azar, aprendiendo a perderse, recuperando la experiencia en la sorpresa de lo imprevisto. Deambular, como el flaneur, abriéndose a la aventura y a múltiples posibilidades, más allá de lo codificado por una racionalidad sujeta a fines. (Forster, 2012:101). "La embriaguez se apodera de quien ha caminado tiempo por las calles, sin ninguna meta" (Benjamin, 1985:422).
Deambular sin objetivos por la ciudad como la realización del viejo sueño humano de laberinto. (Ib.: 434). Transitar que permite apropiarse de los recuerdos de su propia vida y del colectivo como experiencia. (Buck-Morss, 2014:159). Caminar sin un plan fijo, rompiendo con lo homogéneo y lineal, en donde el espacio se convierte en tiempo y este en sueño. Así despiertan deseos e imágenes que no solo le pertenecen sino que también son sociales e históricas, de algún otro personaje y que tal vez él no haya conocido. Es un ingreso en lo interior de sí dándose a lo desconocido de lo Otro. "Para poseer un sitio hay que haber entrado en él desde los cuatro puntos cardinales e incluso haberlo abandonado en esas mismas direcciones". (Benjamin, 1988:321). Flaneur o deambulador que une diversos aspectos de la geografía, tensionando los opuestos, poniendo en cuestión la división capitalista del trabajo y la actividad del especialista. (Benjamin, 2012: 99).
En lo que hace a Jung, considera el rememorar como un vivenciar en imagen y de la imagen y que denomina proceso de individuación. Es un diálogo y una confrontación con las expresiones simbólicas, de esas voces que no son las personales y que, como imágenes primigenias, bocetan su destino. Se revivifican los símbolos, recuperando los fuentes profundas del inconciente colectivo, otorgando un sentido por la asimilación conciente de los contenidos arquetípicos. Por el diálogo con ellos comienzan a integrarse en el presente como centros numinosos. Proceso dificultoso, de descenso y ascenso, de angustias, pero que por esa travesía dejan de manifestarse como fragmentos fugaces, disociados y dispersos.
Así comienza a tomar forma un centro que no coincide con el yo y al que Jung denomina "sí mismo". Este como regulador, integrador y organizador de las diversas instancias y contenidos de la psique, que se hace meta y sentido, trascendente al yo como origen.
Pero todo este discurrir rememorativo abre una brecha en el curso continuo y homogéneo de la temporalidad, siendo esta la oportunidad para la irrupción de lo transformador, en donde la linealidad de lo mismo se fractura por la emergencia de lo que Benjamin denomina como débil fuerza mesiánica y que puede dar inicio a lo nuevo. (Benjamin, 1987:178)). El mesías, según Benjamin, rompe con lo siempre igual de la historia, surgiendo lo creativo de la imaginación de la utopía.(Forster, 2002:152).
Lo interesante es que consideraba a esta llegada disruptiva como débil, flaca fuerza mesiánica, adquiriendo especial relevancia en su obra. Así sus estudios sobre el fracaso en Kafka, sobre la ruina, el desecho, hallando sus señales en el desamparo, la errancia, la indigencia, la locura, en lo que está al margen de la historia. (Ib.:228). Es decir, la aparición del mesías deviene en los lugares del borde, no en los centrales del poder.
Asimismo, lo mesiánico se manifiesta en la acción revolucionaria de los oprimidos contra los opresores. (Lowy, 2002:). Es el que puede arribar no al final de la historia, sino en cualquier momento para redimir de las injusticias, de los dolores, pero también restaurar lo originario como lo nuevo. En sus últimas obras postula que el sujeto de este accionar de lo mesiánico son las clases sociales subordinadas que se sublevan.
En la psicología analítica el sujeto, el centro de la psique, Jung lo denomina "sí-mismo". Es indescriptible e indefinible, origen que renueva y transforma al psiquismo en su dinámica y devenir. Su centralidad adquiere y expresa numinosidad, término que indica a lo que se impone, a lo que irrumpe como algo nuevo y extraño, que está fuera de lo acostumbrado. (Otto, 2008:). Es una vivencia de una instancia de superioridad que se experimenta como lo que cuestiona a un yo unilateralizado que defiende su imagen, y que comenzará a ser relegado a un segundo plano y así abrirse a la posibilidad. Diálogo con lo originario que se sale del tiempo lineal para que se manifieste lo desconocido como Otro. Símbolos e imágenes que a través de la discusión dialéctica manifiestan nuevas metas vitales.
El mesías expresa un símbolo arquetípico que se corresponde como el sí-mismo, como una fuerza operante en el que se concilian los contrarios y contrastes más diversos, lo superior y lo inferior, lo masculino y lo femenino, lo viejo y lo joven. Desde un centro se despliega en una multiplicidad paradojal. Lugar diferente del yo, que en su numinosidad hace a un valor máximo. Por ello es que aparece como lo salvador, como remedio que cura, como tesoro. Es lo que, como selbst, emerge de lo inconciente y que trae lo originario, cuestionando la fortaleza yoica, que lo descentra de sus máscaras ficcionales en una apertura a lo universal. Jung recurre a las metáforas como cielo, microcosmos, estrellas, firmamento, a esa irrupción en lo singular de un sujeto que se renueva y transforma.
Desclausurar ese centro que está como prisionero, inconciente, y que no coincide con lo lineal de la historia.
Su comienzo se da desde la fractura, de lo débil, del desecho, de lo sin valor (similar a la promesa mesiáncia en Benjamiin) (Lowy, 2002). También remitiendo a las mismas fuentes bíblicas, como la mención a Isaías, en el pasaje en el que se refiere al mesías diciendo que "era el más despreciado y de menor valor, todo sufrimiento y enfermedad. Era tan despreciado que se volvió la cara ante él". (Isaías 53:1). Son muy variadas las citas que utiliza Jung para aseverar que "la virtud redentora no solo surge donde menos se la espera, sino que aparece bajo una forma que nada tiene de estimable." (Jung, 1972:347).
A su vez recurre a los antiguos textos del gnosticismo y de la alquimia, en el que el mesías, como imagen primigenia, en su forma inicial es sin valor, vil, exiliado. También se manifiesta a través de símbolos tan extraños como la piedra filosofal, el pez, el hierro, el mercurio, etc., siendo considerado por su numinosidad, como un equivalente de Cristo. Y de manera paradójica "se lo encuentra en todos los sitios, incluso entre la inmundicia más repugnante". (Jung, 1997:). Expresión de lo negativo que no coincide con los valores absolutos y por ello es que se presenta como lo que rompe con el tiempo homogéneo y de de lo mismo en su repetición.
3) Conclusión.
La recuperación de lo que no es actual, de una revitalización de lo olvidado, de las huellas que siempre están fluyendo y deviniendo para ser incorporadas en el ahora. Olvido que se lo experimenta como la pérdida de las raíces, cuestiones estas que hacen al núcleo del pensamiento de ambos autores. Travesía y búsqueda de lo primordial para recobrar lo que se abre hacia el futuro y el proyecto. Salida del yo ficcional a fin de acercarse a la lejanía del sentido, en una renovación como un reencuentro con antiguos lenguajes y que Benjamin lo fundamenta por la tradición judaica, especialmente a través de la cábala, en donde aún habita lo no pronunciado e impronunciable. (Foster, 2012). Huellas de un lenguaje adánico perdido, en el que la palabra y la cosa tenían una coincidencia de esencia, rememorando a los Nombres Primordiales con los Adán nombraba.
En la obra de Jung, son los arquetipos, formas vacías, que se muestran por los símbolos que señalan a lo inicial. Olvido que convierte a la existencia en vacía pero también como la oportunidad de dar comienzo a un camino para restituir y acercarse a lo desconocido, siendo todo esto aludido por los sueños, la imaginación, el juego y otras manifestaciones de lo inconciente colectivo, otorgando sentido y dirección a la vida. Matriz creadora de formas que están preñadas de sentido en sociedades regidas por el pensar de la técnica. "Desde que las estrellas han caído del cielo y nuestros símbolos más elevados han perdido color, duerme en el inconciente una vida secreta" (Jung: 2014:42).
Ambos pensadores llevan a cabo un cuestionamiento del espíritu de la época, en una crítica de la razón instrumental como destructora de la interioridad. Circunstancia que no es ajena a lo que Benjamin denominaba como la pérdida de la experiencia narrativa, en la que lo explicativo causalista a través del concepto, destruye la riqueza de todo un universo de sentido. Momentos de alienación en que la formalización del conocimiento como propiedad antes que como don o sabiduría, se escinde de lo originario o primordial. Mantenimiento de una adaptación mortificante y de una represión de lo simbólico, como en las sociedades que ponen su existir en la ciencia y en la tecnología. Así se cuestiona no solo la unidireccionalidad del concepto, de su principio de no contradicción, sino del tiempo lineal y homogéneo, problematizando el dominio de los códigos y de los convencionalismos, abriéndose a una multiplicidad de sentidos como lenguaje del inconciente. (Trevi, 1996:39).
Por ello el interés de Benjamin por el surrealismo, por su búsqueda de experiencias o de huellas primordiales, olvidadas por la supremacía de la racionalidad técnica. (Ibarlucía, 1998:54). Esas imágenes dialécticas se incorporan en el ahora, revelándose como un relámpago, como fenómenos originarios en la historia.
El lenguaje adviene a la presencia, como palabras que están detrás de las palabras, como creadoras y en oposición al lenguaje de la información, de la representación, de la explicación y del causalismo. Búsqueda de un resto impronunciable del decir, de lo desconocido que nunca podrá ser alcanzado, pero que llega como lo inesperado y como promesa de una plenitud mesiánica preñada de futuro.
La crítica que Jung y Benjamin hacen del lenguaje instrumental, que se manifiesta como palabra juzgadora, que la acerca a la opresión, de la charla vacua, los lleva a entender que eso descartado que se presenta como débil, inferior, como un desecho y que en su recuperación y asimilación, se constituye como lo que da un sentido y una dirección a la vida. Es lo ilimitado que porta eros en tensión hacia un futuro utópico, evocando un todo en permanente constitución, como núcleos auráticos, al decir de Benjamin o de lo numinoso según Jung.
Redención que es una renovación, una revitalización de lo primordial, a través de un proceso de rememoración de lo histórico y olvidado. Apertura hacia un universo ilimitado que trasciende al yo y que en su irrupción se lo vivencia como la restauración de lo perdido. Símbolos como el niño o como el mesías, que reunifican lo que había sido escindido, pero que siempre señalan haca un futuro como promesa. Cuestionamiento del espíritu de los tiempos, de la época, que descarta lo que no sea útil, valioso y justificable. unilateralizando el sentido, para salir de lo conocido abriéndose al sí-mismo. (Nante, 2012:27).
Posibilidad de un proyecto que supera a la carencia o la patología de lo simbólico en sociedades que se han vaciado de sentido.
Redención, rememoración, lo mesiánico, son todos términos que recobran toda una zona a ser revitalizada a través del inicio de un viaje que es único, buscando la plenitud de un origen como meta de redención y salvación.
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Así Walter Benjamin (1892-1940) y Carl Gustav Jung (1875-1961), que a pesar de sus diferencias conceptuales y metodológicas, comparten una distancia y una crítica de las corrientes de pensamiento predominantes y hegemónicas de la época.
La obra de Walter Benjamin es tributaria de la cábala, de las líneas heréticas del judaísmo, del gnosticismo. También su lectura del marxismo es peculiar y crítica de la concepción "cientificista" que era común en ese momento histórico. (Forster, 2012). Se pregunta por el detalle, por lo que se presenta como obsoleto y hasta sin valor en las sociedades de consumo, encontrando ahí un camino que abre a un tiempo utópico y de redención. Mantenía un vivo interés por la interpretación de los sueños (Benjamin, 2012; 2014), por la literatura de las patologías mentales, por pensadores como Bachofen y sus ideas sobre la preeminencia de lo matricial por sobre lo patricial, los juguetes infantiles, los libros de anticuarios, etc.. Por eso es que "Benjamin se veía a si mismo como un buceador de perlas, de esas que se guardan en los altillos de la memoria o que se han convertido en huellas semiborradas, que sin embargo, definen, cuando se las puede descifrar, la trama de nuestra propia actualidad". (Ib.:29).
En lo que hace al pensamiento de Jung, este también posee un matiz singular, alejándose y cuestionando a lo que comenzaba a establecerse como hegemónico. Su ruptura oficial con Freud y el psicoanálisis en el año 1914, la recuperación de fuentes similares a las de Benjamin como la gnosis, las obras de Bachofen, el releer las metáforas de los antiguos textos de la alquimia, la validación epistemológica del juego infantil y el alejamiento del pensar utilitarista, objetivista y causalista, lo ubican en la proximidad de lo "herético" y de lo distinto.
¿Existía alguna relación intelectual entre ambos?, Walter Benjamin conocía la obra de Jung, la cita en textos como El libro de los pasajes, aunque por momentos toma distancia crítica, tal vez por influencia de Adorno. Jung es posible que no estuviera en contacto con la producción de aquel, quizá haya tenido alguna referencia por Gershom Scholem, con quien compartía los encuentros Eranos, en Ascona, Suiza. (Wehr, 1991:314). Así es posible sostener que, aunque por vías distintas, ambos abren un espacio por el que transitan en la búsqueda de un inicio como dador de sentido. El establecer puntos de comparación entre lo originario, la redención, la rememoración y lo mesiánico, es la oportunidad para que se expongan temas que estos autores comparten y así plantear los siguientes tópicos:
1) Lo originario
Ambos pensadores consideran como elemento central de sus obras la cuestión del origen, que hace a una búsqueda de lo primordial, de lo inicial. Origen como comienzo de todo, como raíz desde donde puede iniciarse lo nuevo, recuperando lo olvidado e inmemorial que se regenera y que se convierte en utopía. Es asimismo esclarecedora la indagación etimológica del término castellano y que proviene del latín origo, derivado de oriri, que hace referencia al salir de los astros. También está relacionado con términos como levante, orientalismo, orientar, orientación, orientador. La meta como origen.
Walter Benjamin, partiendo desde la interpretación cabalista de la biblia y a través de su amigo Gershom Scholem (Forster, 2012:113-114)), entiende al origen a través de lo que denomina como los Nombres Primordiales y que se han perdido a consecuencia de la degradación de ese lenguaje inicial. Así en un comienzo, Dios crea por su palabra, posteriormente Adán nombra a las cosas y a los seres pero sin imposición ni violencia, como un don en el que concurren la palabra y lo esencial de aquellos. Pero este lenguaje del nombre fue olvidado y hasta perdido, a consecuencia de la arrogancia por la construcción de la torre de Babel, dando paso a un lenguaje que Benjamin denomina como de la comunicación, de la información, en el que esa relación palabra-cosa queda escindida. Ahora domina el lenguaje del conocimiento y de la representación, del concepto y del juicio, que establecen un orden que impone su propia lógica al mundo y a los seres, no dejando que estos sean lo que son. (Forster, 2012:122).
Esos Nombres Primordiales, que se han perdido por la usurpación que hace el lenguaje de la comunicación, son eternos y almacenan lo inmemorial. Ellos son el origen "que se hallan en el flujo del devenir como un vórtice". (Dimópulos:2012:93).
Pero sus huellas, sus destellos, no están totalmente olvidados, ya que por la rememoración es posible acercarse a ellos. No es una vuelta al pasado sino la regeneración del sentido original de las palabras. (Moses, 1997 :98); como si fuera nuevo lo que se comienza a pensar. Lo originario despierta el recuerdo en su significación primaria llevando a un retorno a la verdad inicial a fin de ser descubierta por primera vez. "Es la presencia de los Nombres Primordiales que se descubren como nuevos y que existían desde siempre". (Ib.:92). Es lo nunca dicho que procede del fondo inmemorial de lo olvidado de la revelación y que se recupera a través de la creación de lo nuevo. (Ib.). Son "chispas del tiempo mesiánico" o también "estrellas" que expresan una esperanza de redención como metáforas de una experiencia extática del cosmos donde lo más lejano y lo más cercano se encuentran. (Ib.:94).
También Jung hace del origen una cuestión central en su obra, considerándolo como la materia primigenia, como el tesoro de imágenes primordiales, de los arquetipos como elementos estructurales propios de la intemporalidad de lo inconciente, que es colectivo y que escapa al ser y perecer individuales. (Jung 1957:205). Expresan una originaria polivalencia, abriéndose a múltiples posibilidades. Asimismo retoma las viejas metáforas de la alquimia para aludir a ese origen con extraños nombres como "lo amorfo", "masa confusa", "caos", "mercurio", "hades", "lo indiferenciado". Ahí comienza la vida psíquica, como "una especie de marea infinita, océano de imágenes y de formas que llegan a la conciencia." (Jung, 1994). No puede dejar de mencionarse la clara influencia de Goethe en su consideración de lo primigenio o del protofenómeno, como lo indiferenciado que genera y crea y que el sabio de Weimar denominaba Las Madres.
Pasado y futuro tienen allí su devenir tomando forma a través de la expresión que proporcionan los símbolos: "Son arcaicos, míticos, pero a su vez pueden manifestarse como una irrupción inesperada e incomprensible, de lo que nunca ha ocurrido aún, algo totalmente singular, nuevo y venidero". (Jung, 1935:177). Ellos son la manifestación de los arquetipos, de los esquemas que forman las imágenes, de las matrices de sentido, universales y propias de lo humano. Adquieren efectividad como principios de configuración de representaciones y acciones que las regulan. (Jung, 2014:261). Proponen los significados primigenios de la vida abriéndose al universo. Son siempre existentes, impulsan a su meta como gérmenes creadores y abiertos a posibilidades incalculables. Los arquetipos como núcleos de sentido, se expresan como una variación infinita de un tema original.
Asimismo estos símbolos, de manera semejante al pensar de Benjamin, se manifiestan como "chispas", "luminosidades" o como el "firmamento interior", "cielo nocturno sembrado de estrellas", según la terminología que proviene de los textos de alquimia. (Jung, 2014:167). Ellos están grávidos de significación como fuerzas vitales, en estado de gestación de sentido, como semillas de futuro, liberando utopías posibles. (Trevi, 1996). Hacen al "tesoro prodigioso de las estratificaciones depositadas durante el transcurso de la vida de los antepasados". (Jung, 1994:128). Como formas vacías pueden adquirir infinitas expresiones al darse en una cultura específica y así se hacen particulares a un tiempo y a un espacio singulares.
Jung entiende que cuando las sociedades pierden ese sustrato simbólico y numinoso desarrollan diversas formas de alienación y patologías. El predominio de un pensar tecnológico rompe con las raíces de lo primigenio, del origen, que también es lo pulsional.
2)Redención, rememoración y mesianismo.
El lenguaje teológico es re-apropiado por ambos pensadores otorgándole significados que se singularizan y a la vez se constituyen como múltiples. Así el término redención en su sentido religioso hace a la liberación de un estado de cautividad, de sufrimiento, de culpa, de pecado, de desamparo. Proceso que produce la reintegración a un momento de plenitud que se había perdido.
Para Walter Benjamin, la redención se da en varios planos. En uno de ellos como la recuperación de las huellas de un habla primordial que denomina adánico, perdido por la intromisión del lenguaje de la comunicación y a consecuencia de la caída babélica. En aquella lengua no existía ruptura entre palabra y cosa, habiendo una continuidad de esencia, sin la violencia del juicio y del ordenamiento arbitrario. La redención es el camino para recuperar esas chispas primordiales cargadas de un tiempo mesiánico liberador. Aquí se percibe la influencia de la Cábala que postulaba el rescate de las chispas divinas que se dispersaron en el mundo material y que el mesías las volverá a reunir. (Scholem, 1991:225).
Pero Benjamin también extiende la redención a lo histórico social, y que consistiría en buscar a los vencidos de la historia, rescatando su memoria sepultada por los vencedores. Salvar del olvido a los derrotados, reparando el sufrimiento y el abandono, reanimando el pasado, otorgándole nueva vida y reencontrando en lo pretérito las huellas de un futuro de utopía.(Palermo,2012:105).
Pero la redención no concluye solo con aquello, y este es un aporte singular de Benjamin, sino que debe extenderse a los objetos que en la economía y cultura capitalistas han pasado a convertirse en mercancías y en fetiches. Presta especial atención al coleccionista, como un redentor de los objetos ya que los saca de su mera función de útil y les permite abrirse al recuerdo de lo que llevan en su historia. Él los coloca en un lugar único, los nombra, recobrando su propia subjetividad. (Foster, 2012:105). Les devuelve la capacidad de mirar y de confirmar la experiencia depositada en ellos otorgándoles subjetividad al objeto.(Carassai, 2008). Sale de la continuidad del tiempo lineal, permitiendo que aparezcan posibilidades y giros inesperados, abriéndose como un mundo de promesa. Ahí habitan deseos olvidados, nunca realizados de un futuro sepultado por la historia del progreso, recobrando la experiencia que hay en ellos.(Ib., 2008:86). Sueños de posibilidad, únicos y singulares ante lo anónimo y uniforme de las mercancías, rescatando algo de lo originario y de la memoria. Despierta la vida coagulada en objetos petrificados, deshaciendo la cosificación de la mercancia, devolviéndoles el habla. (Buck-Morss, 2014:158).
La redención salva lo que ha fracasado, se restituyen las esperanzas abortadas que habían quedado en el olvido. Trae al presente lo inaudito, lo que nunca fue pero que es inmemorial. (Moses, 1997:102). Regenera el sentido original de las palabras, rompiendo con lo uniforme y repetitivo. (Ib.).
Asimismo Jung expone a la polivalencia del término redención como un proceso de hacer concienciente lo inconciente, pero también como la reanimación o restitución de aquellas funciones psíquicas que permanecían "inertes, y estériles, paradas, reprimidas, despreciadas, menospreciadas, que se animan y empiezan a vivir". (Jung, 1972:348-9). Renovación vital, renacimiento desde un momento de sufrimiento, desde un descenso a los infiernos, a lo inconciente, como en el mito del héroe que al ser devorado por la ballena o el dragón, salva del interior de su vientre a sus padres y parientes que habían sido tragados por el monstruo, siendo él mismo transformado por esta experiencia. (Jung, 1994).
La redención reconoce a los contenidos inconcientes e inicia un diálogo con lo recusado, abandonado, perdido, lo impropio y lo inútil, lo resistido por la conciencia, que es lo feo, inmoral, lo que es inconciliable con los valores concientes e ideales. Pero también es una liberación del yo efectuada por el sí mismo, prisionero en la unilateralidad de las máscaras. Así Jung, retoma antiguos términos que provienen de alquimia, para referirse a este momento como cura, panacea, elixir de la vida, fuente de la inmortalidad. Es un recobrar lo que está oculto en el cuerpo, liberarlo, ya que es lo que redime y transforma. (Jung, 1997:36). Lo inconciente como posibilidad de un despliegue de lo potencial como renovación y plenitud.
Pero para que todo lo anterior pueda darse es preciso que se lleve a cabo el proceso de la rememoración. Este término, central en el pensamiento de Platón, es entendido como la recuperación de un conocimiento que se tiene sin saber que se lo poseía, ya que fue olvidado al nacer. (Platón, 1999:102). Este no es personal ni proviene del exterior, sino que es universal y a-temporal, emergiendo del interior del humano. Es decir, se incorpora una forma inmutable, en un proceso de indagación continuo y activo.
Benjamin hace un uso singular del concepto de rememoración, y que no es visual como en Platón, como la apropiación de un momento pretérito, cargado de tiempo-ahora, descifrando un futuro en potencia que quedó atrapado en el pasado. Rescate de historias que nunca fueron escritas y que hacen a un recordar del lenguaje adánico, de los nombres primordiales y que deja sus huella en la poesía, en la traducción, en los juegos infantiles, en los objetos que se coleccionan. Es un recuperar la escucha primaria olvidada, reivindicando el derecho de dar nombres a las cosas. (Moses, 1997:92).
Aunque también la rememoración hace al recuerdo activo de la historia de las clases sociales que fueron derrotados, de sus esperanzas frustradas y de lo que quedó trunco, trayendo al presente sus luchas y combates, para que sirvan como motivos explosivos de la revolución.
La rememoración rompe el continuo temporal, no buscando el "así fue", sino reencontrando las "chispas" de la historia que nunca fueron escritas y como imagen de otro mundo utópico, "liberando la parte de novedad que tiene cada instante del pasado". (Moses,1997:130). La actividad rememorativa que remite a un sentimiento de felicidad. (Palermo, 2012:124).
La rememoración trae el recuerdo al dialogar con los objetos, con el arte, con la filosofía, pero Benjamin la amplía a un aspecto peculiar como al caminar por la ciudad, dejándose llevar por la improvisación y el azar, aprendiendo a perderse, recuperando la experiencia en la sorpresa de lo imprevisto. Deambular, como el flaneur, abriéndose a la aventura y a múltiples posibilidades, más allá de lo codificado por una racionalidad sujeta a fines. (Forster, 2012:101). "La embriaguez se apodera de quien ha caminado tiempo por las calles, sin ninguna meta" (Benjamin, 1985:422).
Deambular sin objetivos por la ciudad como la realización del viejo sueño humano de laberinto. (Ib.: 434). Transitar que permite apropiarse de los recuerdos de su propia vida y del colectivo como experiencia. (Buck-Morss, 2014:159). Caminar sin un plan fijo, rompiendo con lo homogéneo y lineal, en donde el espacio se convierte en tiempo y este en sueño. Así despiertan deseos e imágenes que no solo le pertenecen sino que también son sociales e históricas, de algún otro personaje y que tal vez él no haya conocido. Es un ingreso en lo interior de sí dándose a lo desconocido de lo Otro. "Para poseer un sitio hay que haber entrado en él desde los cuatro puntos cardinales e incluso haberlo abandonado en esas mismas direcciones". (Benjamin, 1988:321). Flaneur o deambulador que une diversos aspectos de la geografía, tensionando los opuestos, poniendo en cuestión la división capitalista del trabajo y la actividad del especialista. (Benjamin, 2012: 99).
En lo que hace a Jung, considera el rememorar como un vivenciar en imagen y de la imagen y que denomina proceso de individuación. Es un diálogo y una confrontación con las expresiones simbólicas, de esas voces que no son las personales y que, como imágenes primigenias, bocetan su destino. Se revivifican los símbolos, recuperando los fuentes profundas del inconciente colectivo, otorgando un sentido por la asimilación conciente de los contenidos arquetípicos. Por el diálogo con ellos comienzan a integrarse en el presente como centros numinosos. Proceso dificultoso, de descenso y ascenso, de angustias, pero que por esa travesía dejan de manifestarse como fragmentos fugaces, disociados y dispersos.
Así comienza a tomar forma un centro que no coincide con el yo y al que Jung denomina "sí mismo". Este como regulador, integrador y organizador de las diversas instancias y contenidos de la psique, que se hace meta y sentido, trascendente al yo como origen.
Pero todo este discurrir rememorativo abre una brecha en el curso continuo y homogéneo de la temporalidad, siendo esta la oportunidad para la irrupción de lo transformador, en donde la linealidad de lo mismo se fractura por la emergencia de lo que Benjamin denomina como débil fuerza mesiánica y que puede dar inicio a lo nuevo. (Benjamin, 1987:178)). El mesías, según Benjamin, rompe con lo siempre igual de la historia, surgiendo lo creativo de la imaginación de la utopía.(Forster, 2002:152).
Lo interesante es que consideraba a esta llegada disruptiva como débil, flaca fuerza mesiánica, adquiriendo especial relevancia en su obra. Así sus estudios sobre el fracaso en Kafka, sobre la ruina, el desecho, hallando sus señales en el desamparo, la errancia, la indigencia, la locura, en lo que está al margen de la historia. (Ib.:228). Es decir, la aparición del mesías deviene en los lugares del borde, no en los centrales del poder.
Asimismo, lo mesiánico se manifiesta en la acción revolucionaria de los oprimidos contra los opresores. (Lowy, 2002:). Es el que puede arribar no al final de la historia, sino en cualquier momento para redimir de las injusticias, de los dolores, pero también restaurar lo originario como lo nuevo. En sus últimas obras postula que el sujeto de este accionar de lo mesiánico son las clases sociales subordinadas que se sublevan.
En la psicología analítica el sujeto, el centro de la psique, Jung lo denomina "sí-mismo". Es indescriptible e indefinible, origen que renueva y transforma al psiquismo en su dinámica y devenir. Su centralidad adquiere y expresa numinosidad, término que indica a lo que se impone, a lo que irrumpe como algo nuevo y extraño, que está fuera de lo acostumbrado. (Otto, 2008:). Es una vivencia de una instancia de superioridad que se experimenta como lo que cuestiona a un yo unilateralizado que defiende su imagen, y que comenzará a ser relegado a un segundo plano y así abrirse a la posibilidad. Diálogo con lo originario que se sale del tiempo lineal para que se manifieste lo desconocido como Otro. Símbolos e imágenes que a través de la discusión dialéctica manifiestan nuevas metas vitales.
El mesías expresa un símbolo arquetípico que se corresponde como el sí-mismo, como una fuerza operante en el que se concilian los contrarios y contrastes más diversos, lo superior y lo inferior, lo masculino y lo femenino, lo viejo y lo joven. Desde un centro se despliega en una multiplicidad paradojal. Lugar diferente del yo, que en su numinosidad hace a un valor máximo. Por ello es que aparece como lo salvador, como remedio que cura, como tesoro. Es lo que, como selbst, emerge de lo inconciente y que trae lo originario, cuestionando la fortaleza yoica, que lo descentra de sus máscaras ficcionales en una apertura a lo universal. Jung recurre a las metáforas como cielo, microcosmos, estrellas, firmamento, a esa irrupción en lo singular de un sujeto que se renueva y transforma.
Desclausurar ese centro que está como prisionero, inconciente, y que no coincide con lo lineal de la historia.
Su comienzo se da desde la fractura, de lo débil, del desecho, de lo sin valor (similar a la promesa mesiáncia en Benjamiin) (Lowy, 2002). También remitiendo a las mismas fuentes bíblicas, como la mención a Isaías, en el pasaje en el que se refiere al mesías diciendo que "era el más despreciado y de menor valor, todo sufrimiento y enfermedad. Era tan despreciado que se volvió la cara ante él". (Isaías 53:1). Son muy variadas las citas que utiliza Jung para aseverar que "la virtud redentora no solo surge donde menos se la espera, sino que aparece bajo una forma que nada tiene de estimable." (Jung, 1972:347).
A su vez recurre a los antiguos textos del gnosticismo y de la alquimia, en el que el mesías, como imagen primigenia, en su forma inicial es sin valor, vil, exiliado. También se manifiesta a través de símbolos tan extraños como la piedra filosofal, el pez, el hierro, el mercurio, etc., siendo considerado por su numinosidad, como un equivalente de Cristo. Y de manera paradójica "se lo encuentra en todos los sitios, incluso entre la inmundicia más repugnante". (Jung, 1997:). Expresión de lo negativo que no coincide con los valores absolutos y por ello es que se presenta como lo que rompe con el tiempo homogéneo y de de lo mismo en su repetición.
3) Conclusión.
La recuperación de lo que no es actual, de una revitalización de lo olvidado, de las huellas que siempre están fluyendo y deviniendo para ser incorporadas en el ahora. Olvido que se lo experimenta como la pérdida de las raíces, cuestiones estas que hacen al núcleo del pensamiento de ambos autores. Travesía y búsqueda de lo primordial para recobrar lo que se abre hacia el futuro y el proyecto. Salida del yo ficcional a fin de acercarse a la lejanía del sentido, en una renovación como un reencuentro con antiguos lenguajes y que Benjamin lo fundamenta por la tradición judaica, especialmente a través de la cábala, en donde aún habita lo no pronunciado e impronunciable. (Foster, 2012). Huellas de un lenguaje adánico perdido, en el que la palabra y la cosa tenían una coincidencia de esencia, rememorando a los Nombres Primordiales con los Adán nombraba.
En la obra de Jung, son los arquetipos, formas vacías, que se muestran por los símbolos que señalan a lo inicial. Olvido que convierte a la existencia en vacía pero también como la oportunidad de dar comienzo a un camino para restituir y acercarse a lo desconocido, siendo todo esto aludido por los sueños, la imaginación, el juego y otras manifestaciones de lo inconciente colectivo, otorgando sentido y dirección a la vida. Matriz creadora de formas que están preñadas de sentido en sociedades regidas por el pensar de la técnica. "Desde que las estrellas han caído del cielo y nuestros símbolos más elevados han perdido color, duerme en el inconciente una vida secreta" (Jung: 2014:42).
Ambos pensadores llevan a cabo un cuestionamiento del espíritu de la época, en una crítica de la razón instrumental como destructora de la interioridad. Circunstancia que no es ajena a lo que Benjamin denominaba como la pérdida de la experiencia narrativa, en la que lo explicativo causalista a través del concepto, destruye la riqueza de todo un universo de sentido. Momentos de alienación en que la formalización del conocimiento como propiedad antes que como don o sabiduría, se escinde de lo originario o primordial. Mantenimiento de una adaptación mortificante y de una represión de lo simbólico, como en las sociedades que ponen su existir en la ciencia y en la tecnología. Así se cuestiona no solo la unidireccionalidad del concepto, de su principio de no contradicción, sino del tiempo lineal y homogéneo, problematizando el dominio de los códigos y de los convencionalismos, abriéndose a una multiplicidad de sentidos como lenguaje del inconciente. (Trevi, 1996:39).
Por ello el interés de Benjamin por el surrealismo, por su búsqueda de experiencias o de huellas primordiales, olvidadas por la supremacía de la racionalidad técnica. (Ibarlucía, 1998:54). Esas imágenes dialécticas se incorporan en el ahora, revelándose como un relámpago, como fenómenos originarios en la historia.
El lenguaje adviene a la presencia, como palabras que están detrás de las palabras, como creadoras y en oposición al lenguaje de la información, de la representación, de la explicación y del causalismo. Búsqueda de un resto impronunciable del decir, de lo desconocido que nunca podrá ser alcanzado, pero que llega como lo inesperado y como promesa de una plenitud mesiánica preñada de futuro.
La crítica que Jung y Benjamin hacen del lenguaje instrumental, que se manifiesta como palabra juzgadora, que la acerca a la opresión, de la charla vacua, los lleva a entender que eso descartado que se presenta como débil, inferior, como un desecho y que en su recuperación y asimilación, se constituye como lo que da un sentido y una dirección a la vida. Es lo ilimitado que porta eros en tensión hacia un futuro utópico, evocando un todo en permanente constitución, como núcleos auráticos, al decir de Benjamin o de lo numinoso según Jung.
Redención que es una renovación, una revitalización de lo primordial, a través de un proceso de rememoración de lo histórico y olvidado. Apertura hacia un universo ilimitado que trasciende al yo y que en su irrupción se lo vivencia como la restauración de lo perdido. Símbolos como el niño o como el mesías, que reunifican lo que había sido escindido, pero que siempre señalan haca un futuro como promesa. Cuestionamiento del espíritu de los tiempos, de la época, que descarta lo que no sea útil, valioso y justificable. unilateralizando el sentido, para salir de lo conocido abriéndose al sí-mismo. (Nante, 2012:27).
Posibilidad de un proyecto que supera a la carencia o la patología de lo simbólico en sociedades que se han vaciado de sentido.
Redención, rememoración, lo mesiánico, son todos términos que recobran toda una zona a ser revitalizada a través del inicio de un viaje que es único, buscando la plenitud de un origen como meta de redención y salvación.
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