Desnudo recostado (1917). Óleo sobre tela, 72 x 117 cms.
Obras que escandalizaron a las autoridades, pero que estas no tenían la misma actitud ante los millones de muertos y mutilados que dejaba la primera guerra mundial que se acercaba a su final.
Y es aquí donde es preciso detenerse y preguntarse por qué Modigliani pone tanto interés en los desnudos, siendo que hasta en las vanguardias de la época este género estaba devaluado por considerárselo academicista.
Entendemos que el arte y el artista crean una imagen, dan forma a tendencias que aún están inconcientes en las sociedades, que reaccionan y compensan las unilateralidades de las ideologías del momento histórico. Ante la guerra y su vastedad de horror y destrucción, da expresión a cuerpos femeninos de gran sensualidad y que se presentan como la contraparte de ese mundo de muerte.
Lo vital, lo espontáneo y emocional, el sentimiento, la carne y lo erótico, ante la razón instrumental, la organización en masas de los hombres para servir al estado y al ejército, del cálculo económico de la razón de guerra. Frente a esto Modigliani otorga una forma a un universo antagónico a través del cuerpo femenino, y que hace un espacio de lo nebuloso, de lo curvo y pulsante del deseo animado.
Expresión de imágenes que sacan de lo inerte tanático, que rompen con lo que no debe ser mostrado y permanecer reprimido en un periodo de conflicto donde los valores patriarcales se exacerban como únicos.
Pero no solo, creemos, que Modigliani da cabida a tendencias que compensan esas ideologías de muerte en el plano social, sino que también hacen referencias al mismo pintor. Es de recordar que desde niño padecía de una enfermedad pulmonar y que culminó en una tuberculosis que lo llevó a la muerte en 1920. Esos desnudos también son un intento de encontrar aquello que anima, que sea un soplo vital, que lo saque de la cerrazón, de su falta de aire. Ellos se convierten en un símbolo de lo redentor y la cura, pero también como el intento de confrontarse con de las dificultades personales que tenía en sus vínculoscon las mujeres.
Sus mejores obras se dan en momentos en que su salud más se deteriora y donde se muestra un universo de imágenes sensoriales, de colores muy vibrantes, que animan la materia, de un eros que transforma, ante un logos que destruye, social como personalmente.
Cuerpos que aparecen en todo su esplendor, irradiando erotismo, resaltando su desnudez, es decir, sin el vestido de lo convencional de las máscaras encubridoras de lo auténtico y que pervierten el deseo. Desapropiación del yo patriarcal que se ve interferido por imágenes de lo femenino que dan cabida a un otro pensar que resalta una conciencia contemplativa, de lo que emerge sin juicio crítico, de un fluir que se acerca a lo que rompe la linealidad del discurso y que sus contenidos no son ajenos a lo emocional y corporal. Lo orgiástico y el éxtasis del cuerpo crea un espacio de valores, símbolos y energías que ponen distancia de lo abstracto y universal de la razón instrumental.
Así, ante la guerra que uniformiza a los hombres, Modigliani desnuda a las mujeres, dando énfasis a un antagonismo de concepciones del mundo, de cosmovisiones. Pintura que incorpora el pulso deseante, de la imaginación, ante la violencia de las órdenes-orden del grito tanático de un super-yo que se expresa a través del militarismo y del estado.
Por ello es que Modigliani da a ver, pero también a pensar en estructuras psico-culturales y antropológicas que constituyen un mundo de valores que no solo cuestionan sino que son disruptivas como lo excluido, reprimido o renegado por ideologías patriarcales que se instauran como socialmente dominantes.
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