miércoles, 15 de febrero de 2012

Una lectura del cuento "Deutches requiem" de Jorge Luis Borges.

William Blake: El gran dragón rojo y la mujer vestida de sol. (1806/9).


El primero de marzo del año 1939, Otto Dietrich zur Linde, oficial del ejército alemán, es mutilado de su pierna en un atentado en las cercanías de una sinagoga en Tilsit. Su invalidez lo destina a desempeñar el cargo de subdirector del campo de concentración de Tarnowitz, definiéndose él mismo como asesino y torturador.
Su actitud es la acabar con cualquier sentimiento de piedad y misericordia ya que se iniciará, según él, una nueva era donde no habrá lugar para aquellos valores, ya que advendrá el superhombre. Por esto es que cuando arriba al campo el poeta judío David Jerusalem, y a quien admira, lo conduce a la locura y al suicidio el primero de marzo de 1943. Entonces, y ante sus crímenes, escribe estas memorias, ya que espera su muerte por un tribunal que lo juzgará por crímenes de guerra.
Esta sucinta sinopsis de la trama argumental nos lleva a intentar un análisis psicológico de sus personajes y de la acción entre ellos y que, creemos, se muestra de interés para la comprensión de la dinámica psíquica.
En primer lugar hay que señalar que el cuento, que pertenece a "El Aleph", personifica una dialéctica especular, donde las dualidades son constantes. Así es que establece nombres que van en parejas como Brahms/Schopenhauer, Spengler/Nietzsche, Platón/Aristóteles y muy especialmente David Jerusalem/zur Linde.
Este último, que reconoce y sabe del valor del poeta, Borges lo describe como mutilado de una pierna, y hasta tal vez, castrado. Cuerpo fragmentado, desmembrado, sentimientos de minusvalía pero también de una castración que aparece en lo real, distanciándose den un registro de lo simbólico que abre a la cultura, a los valores y a la ética. Circunstancia esta que se transforma en un mandato para el goce, que no establece límites y que lo lleva al crimen y a su propia destrucción, donde él mismo se asesina, según expresa en el texto, y como manera de negar su mutilación haciéndosela padecer a otro. Omnipotencia y omnisciencia a fin de negar el sufrimiento de su carencia.
Es interesante señalar que el poeta muere el mismo día en que zur Linde había perdido su pierna unos años antes, por lo que alude a una dialéctica especular entre ambos. Así un asesino se destruye a sí mismo pero que a su vez es el otro.
Falta de simbolización que conforma un destino implacable y que el mismo oficial nazi apela a Schopenhauer para sustentar que todos los hechos de la historia llevan un determinismo que los encamina a lo que debe suceder. También enumera a varios de sus antepasados que murieron en guerras, situación que indica que existe un imperativo que se transmite desde varias generaciones y que impele a la muerte sacrificial.
Mandato superyoico que pretende aplastar al deseo y que se lo personifica en el par zur Linde/Jerusalem. Ancestros que impulsan a un sacrificio mortal y que desubjetiviza. Puro acto de sometimiento, de acatamiento a un pasado que se presentifica como un cuerpo extraño y traumatizante. Posesión de una idea que hace desaparecer al sujeto y que es muy semejante a lo que le acontece al Raskolnikov de Dostoivsky en Crimen y Castigo.
Dos partes, en donde una subyuga a la otra en vistas a que se cumpla un destino preparado por otros. Así como un arconte gnóstico o como el dios de los tullidos y mutilados, Saturno y que, hecho paradójico, era astrológicamente el dios de los judíos, el dios oscuro y demiurgo que destruye, y que no es ajeno en la obra de Borges a toda una serie de personajes que mantienen una cadena asociativa vincular fonética. Así el Zahir, cuento fundamental en la obra de Borges, como símbolo de lo dogmático, lo unilateral o como aquellos que serán los demoledores de la casa donde está El Aleph, Zunino y Zungri y sin olvidar a Emma Zunz en otro de sus relatos. Todos estos nombres tienen alguna relación con el nombre zur Linde y que entendemos, se establece como un personaje simbólico, como el que lleva al final algo, y que no es casual que todos sus apellidos comienzen por la letra Z, última del alfabeto. Pero también es un símbolo David Jerusalem y que alude al rey, poeta y músico hebreo. Pero lo que llama la atención es que en el cuento, Borges asimismo hace una extraña referencia al rey David, en un suceso en donde ordena la muerte de un semejante para descubrir que es él mismo.
Así hay un permanente juego de lo especular en que se acentúa que un principio, un símbolo, zur Linde, y que expresa lo que fascina, a lo que se impone desde un pasado que pretende mantenerse intemporal, dogmático y repetitivo, intenta destruir a lo creativo, a lo poético que personifica David Jerusalem (es de señalar que la ciudad santa es un centro, un punto sagrado, tal vez un Aleph).
Figura que señala a la búsqueda de un goce que lleva a la muerte del semejante, de un mantener la ficción de un Otro completo y al que se ofrenda la vida ajena y la propia. Fascinación que no soporta la conciencia del propio camino, del propio deseo.
Para terminar, es necesario mencionar la influencia que la cábala tuvo en la obra de Borges, y donde en ese sistema de pensamiento se discurre acerca de que la presencia del mal se convierte en tal cuando se hace autónoma, cuando se desliga de su otro principio, cuando no establece un dialéctica con el bien (el poeta judío). Por ello, zur Linde/David Jerusalem o el Zahir/Aleph y que expresan imágenes y dinamismos del psiquismo humano. Tendencia del hombre a desechar aquello que voca, su vocatus (zur Linde decía que era ajeno a la violencia en su fuero íntimo) para convertirse en un instrumento del goce de un Otro en una mortífera carrera. Máscaras narcisistas para encubrir una mutilación que se vive como inferiorización a la que no se tolera y por lo cual se destruye al semejante. Pero también como una muy inquietante propuesta del futuro, ya que finaliza diciendo que los vencedores de la segunda guerra serán los realicen el destino por el cual los nazis se han sacrificado, mutilando los valores que hacen a la piedad, la misericordia y el amor.

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