lunes, 25 de abril de 2011

Una erótica partida de ajedrez.


Julian Wasser (1963): Marcel Duchamp jugando al ajedrez con una modelo desnuda, la escritora Eva Babitz.



Ajedrez, misterioso juego, pero aún más cuando la partida se entabla entre un varón y una mujer con características que hacen a lo extraño e inclusive a lo sobrenatural. En relatos medievales como los que se refieren al santo grial, el héroe Parsifal, varias veces aparece desafiado a jugar al ajedrez por mujeres inquietantes en donde se arriesga el destino y hasta la vida, personificaciones de antiguas diosas paganas de la naturaleza. Durante el siglo XVI se escribió que un experto jugador, Paolo Boi, al salir de misa es requerido para una contienda por una joven y bellísma dama y que cuando se ve casi derrotada, mágicamente transforma la reina blanca en negra. En ese momento Paolo Boi comprende que con quien se está confrontando es con el mismo diablo. Asimismo en la película de Ingmar Bergman El séptimo sello el protagonista juega sobre el tablero el momento en que la muerte, personificada en su rival, vendrá a requerirlo.
Un tema similar nos presenta la fotografía de Julian Wasser y que retoma una simbología en donde se expresa el erotismo, el intercambio entre los sexos, sus diálogos y confusiones, sus límites y la dificultad de sostenerlos. Imagen que señala a una mujer que irradia sensualidad pero también misterio e inquietud, abriendo un espacio de vivencia y experiencia que no es el de la cotidianeidad.
Partida de ajedrez que pone en acción a los contendientes que expresan dos universos distintos y a veces antagónicos como el masculino y el femenino. Mundo patriarcal del logos, de lo instrumental, de la idea como distancia y al que Duchamp acentúa en su estética, frente a otro ligado a lo sensorial, a la imagen concreta y sensible, expresión de lo inconciente arquetípico y con valores, símbolos y actitudes que son peculiares y diferentes de las que hacen al universo de lo masculino.
La mujer se muestra en la fotografía desnuda enfrentando a Duchamp, ubicándose como aquel contenido y dinamismo de la psique del varón que en la psicología analítica se le da el nombre de anima, arquetipo que expresa las imágenes inconcientes, la visión y la captación receptiva de los contenidos simbólicos. Medium que inspira al artista en tanto les da una forma estética a través de su maestría.
Cada jugador mueve una pieza, utiliza la estrategia para no ser derrotado, en algo semejante a una danza erótica. Se es determinado por la acción del oponente aunque también se lo determina, se acerca a él pero en una distancia diferenciadora en donde cada uno mantiene su subjetividad. Trabajo duro y difícil donde se discrimina cada uno de lo que se proyecta en el otro.
Posibilidad de encontrarme con mi soledad pero asimismo con la de mi partenaire y en donde da principio la captación de sus auténticos rostros, perdiendo las urgencias narcisistas que llenen una fractura originaria, ausentes paraísos donde las figuras parentales les daban forma. El jugar descubre e incorpora la temporalidad en que los distintos movimientos de los actores llevan a la ruptura de una circularidad primaria y tanática, de lo que siempre se repite en su retorno de voracidad incestuosa.
Momentos de crisis, donde se dejan piezas pero implicando la variación, o la variante, como dicen los maestros del juego, a una apertura a lo que es distinto del yo, cercanía y metaforización de la muerte. Ruptura y peligro de lo rígido y lo estabilizado con sus muchas máscaras alienadas en otros que no son yo. Posibilidad de imágenes y símbolos arquetípicos que adquieren visibilidad a través del anima como espejo reflectante, aunque también riesgo ante la fascinación de un espacio oscuro que se halla muy próximo a lo originario materno, pero que aquí tiende a romper con lo fijo de la fusión inmovilizante para abrirse a lo que integra, estimula para la realización, la creación y la transformación tanto en lo exterior como en lo interno.
Descubrimiento de un universo de imágenes psicológicas en una confrontación dialéctica y que como se representa en la fotografía, entre lo masculino y lo femenino de cada uno, pero también entre el hombre y la mujer cuando comienzan a danzar con la música del amor. Acercamiento y alejamiento, conflicto apasionante para descubrir la diferencia y el lazo.
Juego de ajedrez donde se explicita un reencuentro con el otro a partir de lo distinto en un desvelamiento mutuo de ilusiones deformantes para hallarse a sí mismo en donde no estoy ni jamás podré estar, es decir en mi semejante y partenaire amoroso. Erotismo de una partida en donde se va descubriendo la ajenidad, donde se cuestionan las cosmovisiones,pero a su vez inicio del percibir un centro distinto del yo que es el selbst, punto virtual donde se integran las oposiciones como en ese tablero de ajedrez con sus casilleros blancos y negros, en donde el conflicto se hace dinámico confrontando a los hombres y mujeres con su peculiaridad y singularidad. Superación de fascinaciones y dependencias alienantes, que son las que modelan las relaciones entre los sexos, para encontrar un punto desde donde hallar lo único de cada cual.

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