jueves, 7 de enero de 2010

La psíque y su actividad autónoma.


Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granda un segundo antes del despertar. Salvador Dalí. (1944). Oleo sobre tabla, 51 x 41 cts. Madrid. Museo Thyssen-Bornemisza.


Es interesante ver como la pintura que aparece arriba, muestra a lo psíquico como un universo autónomo y con su modo de funcionamiento peculiar. Allí se observa la acción de un estímulo auditivo, el vuelo de una abeja sobre una granada y que desencadena toda una serie de imágenes que conforman un relato. Esto es característico del psiquismo en donde un principio de actividad propia maneja y opera los estímulos del mundo exterior, los modifica y les da una significación determinada. C.G. Jung le otorga el concepto de espíritu a esta condición y que, además, es primordialmente inconciente.
Así hay un espacio, en este caso psicológico, con su modo de funcionamiento peculiar y distinto del que hace a la realidad exterior en que lo conciente, lo voluntario y lo racional aparecen como rectores. Allí la imaginación es el lugar del transcurrir energético-vital, la libido, que crea su propio dinamismo autorregulador y se expresa por medio de imágenes. Estas no son inertes ya que están cargadas de un sentido potencial y existencial que la actividad conciente dará la oportunidad de integrarlas y asimilarlas para su cotidiano vivir. Ahí actúa un ámbito intermedio entre lo sensible y lo abstracto, lugar de la imaginación, y donde una realidad específica y simbólica se revela como epifanía. Los sueños, las visiones, el arte, son su campo de manifestación. William Blake entendía a la imaginación como la facultad suprema del hombre y que permitía la unificación de lo pulsional y lo ligado a la ética, el deseo y la realidad exterior. Asimismo, era el medio para que se espiritualizara lo vinculado a las pulsiones.
Ahora bien, la psicología analítica entiende que el principal factor para penetrar en ese lugar intermediario es lo que se denomina el anima. Este arquetipo es el que actúa como puente y órgano de visión, ensoñación, arte, es decir todo lo que hace a lo simbólico. El ámbito de lo diurno, de lo conciente y que por el anima es conducido a lo nocturno, lo ambiguo, y en especial, a lo que se expresa por medio de las imágenes.
La obra que presentamos de Dalí se refiere a un sueño en que el vuelo de una abeja sobre una granada desencadena una variedad de imágenes fantásticas que se transforman entre sí. Ahí opera la imaginación y que por su intermedio se da un transcurrir y fluir energético y en donde surgen contenidos numinosos y significativos. Si bien en lo que hace a lo onírico propiamente dicho y a la actividad artística hay diferencias, ya que en lo primero la conciencia no opera mientras que en el segundo hay una acción conciente muy intensa que remite a la técnica, su materia primordial y originaria parten de la misma fuente arquetípica.
Debemos mencionar que la mujer de la pintura, que en principio está dormida y soñando, también es posible interpretarla como esa figura del anima que hicimos mención antes y que es la que transmite, ve, sueña, los contenidos inconcientes y arquetípicos. Es decir, ya no es alguien que duerme sino quien imagina, en este caso para el pintor. Y así aparecen la figuras de la granada, el fuego, los tigres, etc.. El artista extrae de ellas todo lo que contiene de valor y sentido y les da una forma plástica. A su vez, del cuerpo de la mujer, que se halla suspendido en el aire sobre una roca, acentuándose lo psíquico, indica a un ámbito diferente de lo conciente y cotidiano, y que a partir de ello surge la inspiración.
Más allá de interpretaciones puntuales de la pintura, lo que hace necesario resaltar es la autonomía de todo un espacio que dispone a su propio arreglo los estímulos exteriores pero también la existencia de imágenes que están cargadas, como la granada del cuadro, de significación y que hacen a otra realidad diferente de la cotidiana exterior. Así si el hombre puede confrontarse concientemente con ella le da la posibilidad de encontrar un camino propicio para un transcurrir vital y de sentido. Allí la expresión es simbólica y numinosa y lo que requiere es una especial disposición para vivenciarlos y comprenderlos.
El arte busca ese espacio, se sumerge ahí, en lo inconciente, y elabora por medio de la maestría de la técnica lo que percibe o intuye. Es decir, es un mundo en el que lo inconciente es predominante y que adecuadamente Erich Neumann denomina como de conciencia matriarcal. Esta hace a una actitud de tipo contemplativa y receptiva de procesos semi-concientes y que poseen intensa participación emocional. Es semejante a la incubación en donde el hombre se va dejando penetrar por lo que va surgiendo pasivamente y sin manipularlo e intentar arribar lógicamente a ellos. Es el lugar del sentido y no el de los hechos y que justamente esa era la manera que utilizaba Dalí en su trabajo pictórico.
Así en la pintura, una abeja ronda una granada junto a una mujer y siendo todas ellos símbolos femeninos. El fruto semejante a un óvulo y llena de semillas produce el fuego, el pez y los tigres. Es decir, que a través de la mujer se generan todos esas imágenes de fantasía extraordinarias. El artista deja que fluyan, las observa y las intensifica con su participación emocional. De tal modo se vivencia un universo arquetípico por medio de los símbolos que produce lo inconciente y la oportunidad de tomar contacto comprensivo y emocional con ellos y establecer un vínculo con lo que la conciencia ha dejado de lado en su evolución. Cuando no se los toma verdaderamente en cuenta de igual manera hacen acto de presencia a través de síntomas y diversos trastornos psicopatológicos. Asimismo también se busca ese mundo afuera, en la proyección, y en especial en la mujer como símbolo del anima.
Por ello es de especial importancia saber que junto a todo un ámbito exterior hay otro interior y que ambos tienen sus propias leyes diferenciales y que es necesario no confundirlos.
En la obra de Dalí se ven dos tigres y una escopeta que parecen apuntar a la mujer que duerme. Pensamos que hay fuerzas masculinas que pueden devorar o dañar a la figura del anima por lo que sería más saludable una mutua cooperación sin perder cada uno de ellos sus cualidades peculiares. Así es que señala hacia un momento en que la conciencia racionalista no toma en cuenta toda una serie de valores más ligados a lo femenino, a lo que fluye y sensible, a lo intuitivo y en donde el poder y lo manipulativo quedan en un segundo plano.

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