martes, 27 de marzo de 2012
Madres Asesinas.
Las circunstancias conmueven y horrorizan, pero también pueden convertirse en estímulos para la reflexión y el pensar. Frecuentemente se desencadenan fuerzas ciegas que llevan a los hombres a acciones terribles, homicidas, y en donde pareciera que estuvieran poseídos por "espíritus" de la destrucción y del sufrimiento. Aunque esto nos permite entender que son constitutivas de su psiquismo y a considerar que la única forma de pretender quitarles algo de su poder son la maneras, la formas simbólicas que los hombres se han dado para que no los impulsen repetitivamente al caos y a la ruina. Estas son las que devienen arte y que se hacen como la ocasión para su transformación y sublimación, en una vivencia que pone en juego a todas las cualidades de lo humano al confrontarse con lo "demoníaco".
Por ello es que las creaciones del arte siempre se han ubicado en lo producción de un espacio que trasciende a lo profano y que se constituye en sagrado, en donde las más oscuras fuerzas puedan ser transformadas. Así es que adquiere importancia central, la gestación de formas artísticas que son la oportunidad para desintoxicar esas emociones que no se hallan bajo el control de los hombres, tal como un recipiente alquímico o un lugar en el escenario del rito.
Los mitos, las obras literarias, los sueños colectivos y personales, el arte en sus diferentes manifestaciones, se hacen expresiones de escenas profundas, conflictivas y hasta horrorozas, pero que ponen "ante los ojos" de los pueblos su dramaticidad, y por lo tanto, la oportunidad de asimilarlas e integrarlas a fin de que no pueden ejercer su dominio mortífero.
Por esto y de muy especial importancia, es ese género genial y al que los griegos llamaban tragedia. Desde sus orígenes estuvo ligada a lo religioso, primordialmente al dios Dionisos y a su sacrificio y siendo de tal importancia que Aristóteles entendía que poseía un sentido catártico, es decir de una purificación de las pasiones más terribles.
Eurípides en el siglo V a.C., escribe una de sus principales obras, Medea, donde pareciera aludir a todo un mundo arcaico que se encuentra bajo las máscaras de la sociedades patriarcales y racionalistas. Medea, personaje que retorna desde y al abismo primordial, en que escenas terribles y vivas, son la materia del arte pero también del psicoanálisis, posibilitando experienciarlas y, por lo tanto, que ejerzan su efecto de catarsis, de purificación, ampliando la conciencia de los hombres en sus luces y en sus sombras.
La cultura patriarcal se extraña cuando una madre asesina a sus hijos, ya que alienta y percibe solo algunas facetas unilaterales de lo femenino, específicamente lo bondadoso y nutriente del arquetipo del la Gran Madre. Por ello es que las creaciones simbólicas y culturales muestran otras realidades que subyacen a esa conciencia patriarcal, que cree que la realidad es lo que imagina que es através de sus máscaras encubridoras y autocomplacientes del narcisismo.
El tesoro que es la memoria colectiva y que son los mitos, han puesto en evidencia, para quien se interese en indagar su sentido, que esas imágenes y símbolos son parte constitutivas del psiquismo de los hombres, es decir de su universo arquetípico. Así la figura de la madre que asesina a sus hijos es representada por mitologías tan diversas como la escandinava y en donde la diosa Frica lo intima a su esposo Wotan para que haga morir a Segismundo, hijo de este y que había procreado con otra mujer. La deidad mexicana Coatlicue se la representa rodeada de cráneos de personas sacrificadas, al igual que la hindú Kali, que demandaba la sangre humana. Dentro de la literatura de los cuentos, es de recordar a Hansel y Grethel, donde una bruja-madre, pretende devorarlos, de manera semejante a la abuela-lobo de Caperucita Roja.
Pero se le debe al genio de Eurípides haber plasmado en su tragedia Medea, cómo una madre que es abandonada por su hombre, Jasón, asesina a sus hijos, a la futura esposa de aquel y a quien hubiera sido su suegro.
Mujer que busca que desaparezca su descendencia a fin de retornar a una Nada, al deseo de un no deseo, a un estado fusional mítico en donde no habrá separación. Mujer despechada, es decir sin pecho, que no da de mamar. A-mazon: la que no tiene pechos; amazona, la que castra el seno, la que se baña en una orgía de poder y matanza. Como aquellas, mujeres que dan muerte a sus hijos varones y dejan vivir a las hijas, en una vuelta al telurismo matriarcal de fuerzas elementales, donde al varón se lo castra, y más si el hijo asesinado es parecido al padre. Lady Macbeth, que aborrece de su seno para hacerse asesina de los hijos que podría haber tenido.
Mujeres que abjuran de lo simbólico, del Nombre del Padre, del Espíritu, que se convierten en naturaleza que devora y que apaga la conciencia. Madres que ahogan en una bañera a su hijo, llevándoselo nuevamente al líquido amniótico primordial de donde surgió. Consumación de un incesto ourobórico, donde el hijo es cosa-falo de la madre, pero también destrucción de ella misma, ya que aquel es su producto.
Vaso, receptáculo, pero no para alojar a la vida que vendrá, sino para que retorne a lo primordial de lo inorgánico, al caos antes del cosmos. Estrato matriarcal, inconciente, infierno que destruye y deja sin futuro ni posibilidad, como es el hijo, potencialidad y proyecto, para devenir puro hueco que chupa. Agujero negro. Imágen de desecho, de devaluación insoportable y que la otra, la rival, la anula en un reflejo especular que la fragmenta. Pérdida del varón que la sostenía protésicamente, y que ahora se ve confrontada a quizá su propia madre en un abrazo mortífero y criminal.
Frente a estas imágenes y dinamismos, el arte, como el psicoanálisis, se constituyen como un medio de reflexión, de dar una forma a lo caótico e informe de esas profundidades inconcientes de lo femenino y primordial, Madre Terrible, ya que son anteriores a lo masculino, paterno y patriarcal. La cultura, los sueños, los mitos y el arte en general, son las maneras para tratarlas, de tomar conciencia de lo que se posee para no ser poseído. Eurípides plasmó de forma genial y da la ocasión para saber lo que constituye a los hombres y mujeres, a fin de que se piense y no se actúen estas escenas, ya que son los medios con los que se pueden elaborar los momentos de sufrimiento y desamparo. El arte se convierte en lo que permite digerirlos, como una madre que ante el dolor de su hijo se acerca ensoñándolo y como tal vez, la mejor manera de brindarle su amor. Cultura que da que pensar y crear.
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